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Evita conmueve

Por Gustavo Ramírez

Ante la política autorreferencial, su figura cobra una dimensión sobrehumana, sin que ella así se los propusiera. Lejos de los ismos que arrebatan la cartografía de los enunciados ideológicos de la realidad terrenal, su legado, como el legado de Perón, fundamenta y quiebra decididamente las apariencias del eslogan y las tribulaciones de la especulación. Si hay un hecho del pueblo que éste puede hacer tangible, efectivo y real, prescindiendo de la sociología académica que se impone para explicarlo y dotarlo de sentido, el significado concreto del Ser pueblo se constituye en la realización y en la obra de Evita.

Su sólida presencia, sostenida por la mítica social de un pueblo que en su permanente geografía del sacrifico sabe de fe y de ética, inquieta a las estructuras de poder de la oligarquía. Antes que nada porque Eva es conciencia popular y es allí, en ese territorio, donde la pedagogía colonial intenta permanentemente penetrar con cantos de sirena, donde el valor concreta de la Justicia Social no se negocia ni se disputa entre pares. Ese liderazgo de Evita se fundamenta en la razón propia de sus existencia que es la de millones de argentinos y de argentinas que fueron condenados a vivir en los rincones oscuros del sistema.

Ella dio luz a esa inequidad. No como una ilustrada denuncia enunciativa, sino como conocimiento de la experiencia desde su propia realidad. ¿Cómo es posible hablar del hambre de los pobres desde la verticalidad intelectual sin haber experimentado semejante latrocinio de la existencia? Evita demostró que el pueblo podía gobernar un país sin las mañas de los dominadores, sin las cadenas de oprobio hacia los que menos tienen. Evita no liberó junto a Perón del yugo destructor de cuerpos y almas. No fue una liberación espiritual como el evitismo quiere desarrollar en el menosprecio. Fue una liberación revolucionaria, porque el programa descolonizador de Juan Domingo era en sí mismo la revolución social.

Evita conmueve. Como conmueven las compañeras y compañeros que se arremangan el overol meten la manos en el barro de la historia y abrazan a  los más necesitados. Un abrazo que alimenta, que surge de la bronca que genera la injusticia social programada por los agentes políticos del capital, que ven en los pobres un signo de decadencia, un número en las estadísticas o una sombra que desfigura el paisaje social que ellos pintaron para ornar sus casas.

Evita y Perón no son los políticos profesionales que se suben al pedestal de la retórica y deambulan en el diagnóstico somero o en la diatriba confusa y cansadora. Evita y Perón son pueblo, trabajo, sacrificio y humildad. Son los pastores que huelen a ovejas, porque salieron de las entrañas mismas del pueblo, el pueblo los parió. Siempre supieron que a los más humildes no había que darles análisis o ilustrarlos sobre como tienen que aprender a sobrevivir.

Ellos crearon las condiciones objetivas  para que los pobres, los trabajadores, los descamisados, tuvieran una identidad social constituida por la política de la Justicia Social, que no es más ni menos que la política de hacer para establecer la movilidad social ascendente. Sin vueltas, una vida digna que rompa con las estructuras de la dependencia y que se edifique de abajo hacia arriba.

En una de las movilizaciones organizadas por los Movimientos Populares, contra el macrismo, se pudo ver la cabeza de la columna entrando en Plaza de Mayo, donde varias mujeres cargaban la imagen de la Virgen de Luján. Sonreían, mientras marchaban. A su lado ciento de miles acompañaban con cantos, agitando los brazos la cielo.

No entendí lo que había visto como cronista sino un tiempo después cuando en momentos de cierto nihilismo político buscaba respuestas. Aquel acto social, aquella jornada de lucha, protesta y resistencia era al mismo tiempo un acto de fe. Una fe que trascendía lo meramente espiritual. Una fe en la comunidad y en la fuerza del pueblo. Esa, es la fe de Evita: Hacer Justicia Juntos.

Como los fariseos con Jesús la oligarquía quiso eliminar de la faz de la tierra la razón de ser Evita. Pero ella, tras su muerte, ya era inmortal. Porque fue inmortal en vida. Las obras de Perón la inmortalizaron. Ella fue parte de las mismas. Por eso nunca la pudieron matar. De la misma manera que no pueden esconder o silenciar al pueblo. Pueblo que no es una categoría descriptiva en Eva, sino una identidad inquebrantable. Es la comunidad organizada construida sobre los pilares del trabajo y la dignidad humana. El pueblo humilde, trabajador, es digno. Digno en su fe y convicción política y en su andar revolucionario.

“No se puede servir a dos amos a la vez”. Es lo que no comprenden los demoliberales o no quieren comprender. Al mismo tiempo nadie está por encima del pueblo. Esa es una de las enseñanzas más fuertes del peronismo que inclusive muchos de sus militantes desdeñan. Los humildes de la Patria no son subordinados del campo político, como pretenden los nuevos mecenazgos emergentes del seno liberal y que discursean de espaldas al pueblo. Así lo hacen porque no se sienten parte de él, sino que se ubican sobre él.

Se cumplen 103 años del nacimiento de Eva. Su presencia sigue entre nosotros porque acá no se rindió nadie, a pesar de lo que se procesa en los laboratorios sociales. Su bandera es recogida por las organizaciones libres del pueblo para llevarla a la victoria y esa es la guía. El pueblo, su pueblo, no claudica. Tal vez puedan hacerlo quienes se sientan en los atriles universitarios para dar lecciones sobre lo que hay que hacer desde el Yo narcisista de la ideología de la percepción. Pero el pueblo no está ahí, está en la calle. En los barrios. En el día a día. En el tiempo, en el pasado, en el presente y en futuro. Con los brazos abiertos al cielo, como los de Eva. Conmoviendo las entrañas mismas del sistema que les teme tanto como los aborrece.

“Es preciso asegurar el trabajo; hacer llegar sus frutos a quienes lo merecen por su esfuerzo; asegurar al hombre, a la mujer, al niño, contra el hambre y la enfermedad; impedir que la vejez y la incapacidad transformen a un argentino en un paria; garantizar un mínimo de bienestar para todos los argentinos; hacerles sentir que ellos mismos son los artífices de sus destino y los dueños de sus obras; infundirles, en fin, la tranquilidad que procura tener la seguridad del pan y la conciencia de haberlo ganado”. Sí, Evita conmueve.

 

 

 

 

 

7/5/2022

 

 

 

 

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