Por Gustavo Ramírez
En las últimas horas, fuentes sindicales, confirmaron a este medio que el Gobierno de Alberto Fernández decidió no volver a prorrogar los mandatos vencidos en los distintos gremios. Si bien no hay confirmación oficial se espera que el próximo 30 de agosto, cuando se venza la vigencia del DNU, el Ministerio de Trabajo emita un resolución para ordenar las elecciones tanto en las organizaciones sindicales como en la CGT y en la CATT.
Cuando en nuestro programa Palabra Sindical entrevistamos al co-conductor de la Central Obrera, Héctor Daer, este adelantó que la conducción se prepara para celebrar elecciones durante el mes de octubre. Aun no existen fechas precisas, sin embargo, de cara a lo que muchos dirigentes ven como un nuevo proceso de unidad, se comenzaron a gestar encuentros entre referentes sindicales de distintos sectores.
Sin apuros los distintos agentes del Movimiento Obrero organizado coinciden en la necesidad de confluir en un proceso de unidad que articule el fortalecimiento institucional de la CGT. Sin embrago, en el presente las urgencias son otras. El objetivo primordial de las organizaciones gremiales que conforman la Central está direccionado en la consolidación del poder adquisitivo de los salarios, erosionados y deprimidos por el proceso inflacionario que los hostiga desde el 2015.
Los datos de recuperación económica son esperanzadores pero estos aun no se han expresado en materia salarial, es decir en poder de compra de los sueldos, así como tampoco en la creación de puestos de trabajo de calidad. La informalidad laboral ha crecido durante la pandemia al adquirir nuevas modalidades como por ejemplo el monotributo, donde el trabajador, trabajadora, queda sin cobertura social, ni garantía de derechos.
Las conducciones sindicales son conscientes que desde la restauración neoliberal la clase trabajadora se ha empobrecido. Al mismo tiempo, el gobierno nacional ha dado sanas muestras de no dejarse vencer por la acuciante realidad e impulsó negociaciones salariales anuales del 45 % promedio.
No obstante, la batalla que el Ejecutivo pierde es la de los precios donde los grandes marcadores se entregan al juego de la presión política y los pequeños comerciantes al de la especulación. Estas variables tienen impacto directo en la depreciación del salario que para marzo del 2021 habían perdido un 21,3 % de poder adquisitivo comparado con el mismo período del año 2017.
Estos factores no alteran los mapas electorales sindicales pero sí los condicionan. Es por ello que algunos sectores hacen sonar con estridencia la demanda de un programa para la CGT que abarque este perspectiva, en un escenario nacional e internacional crítico y complejo. En este sentido, también se suma la demanda de los sectores de los trabajadores y trabajadoras desocupados y de la economía popular.
Sin dudas la dirigencia sindical que asuma el mandato de la Central deberá re-ordenar prioridades frente a una de las mayores crisis que atraviesa la humanidad. No obstante, antes de ello y por encima de los enunciados, aun no está claro quien pueda asumir el liderazgo que a su vez sea la síntesis de la unidad. Es decir, en un contexto de crisis, agudizado por la pandemia de COVID-19, la CGT afronta el mismo problema que se vio reflejado con el nombramiento del Triunvirato, en su momento.
La unidad es necesaria pero tiene que ser útil al principio ordenador del fortalecimiento de la organización. Sin un mandato que pueda oficiar de síntesis de ese proceso cualquier estructuración dependerá de la voluntades individuales más que de la razón colectiva. En ese sentido nombres sobran, pero sería aventurado dar prioridad a alguno. Este camino recién comienza a ser transitado y la marcha es lenta.
Para el “público” ajeno a este terreno lo importante será no comprar operaciones mediático-políticas, que están a la orden del día, sobre todo de aquellas que son emitidas por portales que la juegan de especializados pero que terminan por ser funcionales a los intereses anti-sindicales. Lo mejor en estos casos es escuchar a los dirigentes y mantener la calma.
Por ahora cada uno de los sectores en tensión ha elegido ubicarse en el camino de la persuasión. Lejos de los lentes de cámaras y de los micrófonos arteros, los encuentros se suceden, hay debate, discusión y puesta en común para acercar partes. Se podría decir que las relaciones de fuerza, a esta altura, están parejas. Esto se debe en parte, como ya se expresó, a que los objetivos inmediatos, las prioridades actuales, son otras.
En este escenario sería contraproducente que algún díscolo pretenda erigirse con la representación absoluta, que no sería más que una falsa y especulativa respuesta a intereses personales, y pretenda cascotear el rancho desde afuera. Esa práctica es digna de la izquierda reaccionaria, pero no de la dirigencia cegetista, por eso, apartados de escribas con escasa retórica y profusa mala lecha, la dirigencia sindical comenzó a construir el marco de unidad.
Perón supo decir: “Entiendo al sindicalismo así: la unión de todos los obreros abrazando un sola bandera, la bandera de la Patria por la que nos sacrificamos todos”. Ese legado es un mandato y el mandato, como principio rector de la doctrina debe ser cumplido. Hay elementos que confirmar la necesidad de ello. El presente lo demanda. Luego, la disputa política es sana si el objetivo último conlleva la conformación de dicha unión. Nadie debe asustarse por ello.
15/7/2021