Pensamiento Nacional

Ricos más ricos y pobres más pobres

Por Gustavo Ramírez

Si en esta crisis mundial ganan los ricos ¿gana el sistema? ¿Qué es lo que realmente ha cambiado si la concentración de riqueza se afianza en pocas manos  y la mayoría de la población mundial está condenada a la supervivencia? ¿Cuánto más puede soportar la “sociedad” global esta forma de sometimiento donde los Estados Nación y los gobiernos se someten a los mandatos de las corporaciones económicas y financieras?

En Argentina, da la impresión, que poco importa la burbuja que se infla a nivel global. Es cierto, el país tiene sus propios problemas, pero el gobierno adhiere a esa agenda global y cuando la burbuja estalle, si no es que ya ha comenzado a detonar, la onda expansiva seguramente nos sacudirá a gran escala y con una intensidad desequilibradora. Es que no estamos de pie, ni siquiera estamos de rodillas. Con el índice de pobreza en el 40 %, es difícil creer que la situación se ha comenzado a revertir.

António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, afirmó, en un reciente informe del organismo que “se ha comparado al COVID-19 con una radiografía que ha revelado fracturas en el frágil esqueleto de las sociedades que hemos construido y que por doquier está sacando a la luz falacias y falsedades: la mentira de que los mercados libres pueden proporcionar asistencia sanitaria para todos; la ficción de que el trabajo de cuidados no remunerado no es trabajo; el engaño de que vivimos en un mundo post-racista; el mito de que todos estamos en el mismo barco. Pues si bien todos flotamos en el mismo mar, está claro que algunos navegan en súper-yates mientras otros se aferran a desechos flotantes”. 

“Trabajar con otros para combatir la pobreza y el sufrimiento” es el lema de la confederación internacional OXFAM. Esta organización acaba de publicar el informe “El virus de la desigualdad” donde se confirmó que “en  tan solo NUEVE MESES las mil mayores fortunas del mundo han recuperado su nivel de riqueza previo a la pandemia, mientras que para las personas en mayor situación de pobreza esta recuperación podría tardar más de una década en llegar”. 

En febrero del 2020 estas fortunas se mantenían en un 100 %, en marzo del mismo año eran de un 70,3 % y en noviembre alcanzaron un 99,9 %. El informe estimó que “el incremento de la fortuna de los 10 millonarios más ricos del mundo desde el inicio de la crisis bastaría para evitar que nadie cayese en la pobreza a causa de la pandemia y para financiar una vacuna universal contra la COVID-19”. 

Según el informe de OXFAM,  que realiza trabajo humanitario en más de 90 países, se encuestó a economistas de distintas partes del orbe: “El 87 % prevé que la desigualdad de ingresos  aumente o aumente mucho en sus respectivos países a consecuencia de la pandemia”. 

Al recorrer el informe se verifican datos estremecedores sobre la inviabilidad del paradigma social global vigente. Por ejemplo: “En Brasil, las personas afrodescendientes tienen un 40 % más de probabilidades de morir a causa de la COVID-19 que las personas blancas.  Si su tasa de mortalidad hubiese sido la misma que la de las personas brasileñas blancas, se habrían producido 9200 muertes menos de personas afrodescendientes entre el inicio de la pandemia y junio de 2020″. 

Mientras nos centramos cotidianamente en debates estériles habitamos un mundo donde la mitad de la población se ve obligada a sobrevivir con menos de 5,50 dólares por día. “Los Gobiernos han dado un apoyo sin precedentes a las economías, logrando que las bolsas se disparen y engordando las fortunas de los milmillonarios, a pesar de que la economía real se enfrenta a la peor recesión del siglo”, indicó el informe mencionado.

“A escala mundial, la fortuna de los milmillonarios aumentó en 3,94 billones de dólares entre el 18 de marzo y el 31 de diciembre de 2020. Su riqueza conjunta asciende ahora a 11,95 billones de dólares, lo que equivale a la suma que los Gobiernos del G20 han movilizado para responder a la pandemia.  Los 10 milmillonarios más ricos del mundo han visto crecer su fortuna en 540. 000 millones de dólares durante este período”, sentenció el documento.

Entre los diez empresarios que incrementaron sus ganancias durante la crisis se encuentran los magnates de la tecnología: Jeff Bezos, Elon Musk y Bill Gates. El informe de OXFAN aseguró que “en septiembre de 2020, Jeff Bezos podría haber pagado a cada uno de sus 876. 000 empleados y empleadas de Amazon una bonificación de 105.000 millones de dólares y seguir siendo igual de rico que antes de la pandemia”. 

No se trata de una mirada ideológica. Lo que ponen de manifiesto estos datos es que se necesitan transformaciones estructurales para combatir de lleno la desigualdad. La globalización ha potenciado la pobreza en todo el mundo y una vez más el sistema no estuvo preparado para una crisis de proporciones como la producida por la pandemia de COVID-19. Vale decir que ya en 2017 un número importante de científicos advirtió a los gobiernos de los países desarrollados la posibilidad de que un virus ataque a la población mundial. Es decir: Esta crisis, como tantas otras, era evitable, pero la deshumanización que promueve el sistema implicó que los grandes tenedores de capital se preservaran a si mismos antes que al conjunto de la humanidad.

¿Suena catastrófico? El mundo viene en crisis desde hace años. Solemos ignorar la crisis humanitaria que implican las guerras por el manejo de la riqueza de países empobrecidos. La frialdad de los números dan cuenta que  “79,5 millones  personas que se encontraban desplazadas en todo el mundo”, según datos de la ONU.  De manera gráfica  “el 80 por ciento de las personas desplazadas del mundo se encuentran en países o territorios afectados por inseguridad alimentaria aguda y desnutrición”. 

Existen  “470.000 refugiados y solicitantes de asilo del Norte de Centroamérica registrados alrededor del mundo”. Otros datos escalofriantes mostraron que “el 66% de los 71.500 desplazados internos en El Salvador son niños y niñas” y que “el 57% de los 247.000 desplazados internos en Honduras son niños y niñas”. 

Es decir, la pandemia no ha expresado nada que los pueblos no sepan. El tema es que el ámbito político no ha avanzado para mejorar la situación, sino que actuó u actúa como siervo de las grandes corporaciones que deciden el destino de millones de seres humanos a nivel mundial.

En nuestro país esa desigualdad es persistente, se agudizó con cuatro años de gestión neoliberal y se agravó con la pandemia de COVID-19 ante un gobierno, que en un año de administración, no salió de los esquemas tradicionales propuestos por el liberalismo. Si bien se aplicaron políticas asistenciales estas no han sido suficiente. En Argentina urgen las transformaciones estructurales que permitan a millones de compatriotas salir del estado crítico en el que se encuentran.

Una encuesta de la Comunidad Federal de Inquilinos demostró que el 80% de las personas que alquilan  ha sacrificado el consumo de elementos de primera necesidad para pagar el alquiler. El endeudamiento de inquilinos llegó al 33,6%, mientras que un 31% no alcanzó a pagar los servicios. Un 27,8% no logró pagar la totalidad del alquiler, mientras que un 13% de inquilinos debe expensas.

Este ejemplo, sumado al concreto aumento de precios, ejemplifica la necesidad que atraviesa el pueblo trabajador. Con los datos en la manos cabe preguntarse ¿Cuál es el proyecto de país que propulsa el actual gobierno nacional? El sistema del modelo global no se sostiene, por ende no se puede continuar por la misma senda que hace un año. Ante la urgencia de los sectores populares no alcanza con la foto del presidente o la vicepresidenta vacunándose, hay que romper con el paradigma liberal vigente y abandonar la política de la semi-colonia.

Aun en crisis es posible. Si no se piensa en romper con el molde que imprimen las grandes corporaciones económicas y financieras para combatir la pobreza en nuestro país no habrá futuro posible. El gobierno debe comprender que el capital no es sensible a la penuria del pueblo y que los grandes capitalistas no entienden de humanización. Para ellos los trabajadores empobrecidos son un recurso más.

Adoptar la postura pasiva de no confrontación con estos sectores puede implicar darle la espalda al pueblo.  Está claro que la retórica presidencial y el optimismo militante de los aplaudidores de turno, no se condice con la realidad. La crisis no la están pagando los que más tienen, la pagan los pobres, eso se aleja de las convicciones nacionales y populares de la Justicia Social. No podemos creer que vamos bien con un país que tiene una 40 % de pobres.

 

 

 

25/1/2021

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