Pensamiento Nacional

Davos o las máscaras de hierro

Por Gustavo Ramírez

“Nos hace falta un «Gran Reinicio» del capitalismo”, básicamente esta es la propuesta que hace el creador del Foro de Davos, el economista Alemán Klaus Schwab. Lo que se propone, desde la demoliberal, es abordar lo económico es un abordaje moral: Así “una empresa debe servir no solo a los accionistas sino a todos partes interesadas para lograr el crecimiento y la prosperidad a largo plazo”.

Más allá de la especulación verbal y lo grandilocuente  que suena el enunciado lo que no explica es cómo se hace para sensibilizar al capital que ha deshumanizado las relaciones sociales en función de ampliación de beneficios para maximizar ganancias, sin importar el costa que ese acto tenga para el conjunto de la humanidad.

¿Dónde se ubica Argentina frente a la mirada liberal? En su intervención, en el Foro de Davos, el Presidente Alberto Fernández llamó a “avanzar en el Gran Reseteo que pregona Klaus Schwab” y agregó que “la fraternidad debe ser el nuevo nombre del desarrollo y la solidaridad el nuevo nombre de la paz social”.

Suena lindo. Poco fresco, pero esta frase nos lleva a la coincidencia. Ahora bien, cómo se hace para confrontar al realismo capitalista con el realismo mágico, ideológico. Esto que suena tan lindo es tan vacío como “la imaginación al poder” del Mayo francés. Lo cual no lleva a concluir que carece de política, más allá del diagnóstico.

En este contexto le Primer Mandatario ruso, Bladimir Putin se mostró un poco más cercano a la realidad. En principió enfatizó que “es obvio que la era asociada con los intentos de construir un orden mundial centralizado y unipolar, ha terminado”.

Asimismo añadió:

“Ciertas esperanzas de que será posible “resetear” el modelo de crecimiento anterior están asociadas con un rápido desarrollo tecnológico. De hecho, los últimos 20 años han sentado las bases de la llamada cuarta revolución industrial, que se basa en el uso generalizado de inteligencia artificial, soluciones automatizadas y robóticas. La pandemia de coronavirus ha acelerado enormemente estos desarrollos y su adopción.

Sin embargo, este proceso da lugar a nuevos cambios estructurales, en primer lugar me refiero al mercado laboral. Esto significa que sin una acción gubernamental eficaz, muchas personas corren el riesgo de quedarse desempleadas. Además, esta es la llamada clase media. Y esta es la base de cualquier sociedad moderna”.

Putin afirmó que es necesario trazar una nueva perspectiva centrada en la persona humana:

“Primero. Una persona debe tener un entorno de vida cómodo. Se trata de vivienda e infraestructura accesible: transporte, energía, servicios públicos. Y, por supuesto, el bienestar ambiental, esto nunca debe olvidarse.

Segundo. Una persona debe estar segura de que tendrá un trabajo que le proporcionará un ingreso en constante crecimiento y, en consecuencia, un nivel de vida decente. Debe tener acceso a mecanismos de aprendizaje efectivos a lo largo de su vida, hoy es absolutamente necesario, que le permita desarrollar y construir su carrera, y luego de su culminación, recibir una pensión digna y un paquete social.

Tercero. Una persona debe estar segura de que recibirá una atención médica eficaz y de alta calidad cuando se requiera, que el sistema de salud en cualquier caso le garantice el acceso al nivel moderno de servicios.

Cuarto. Independientemente de los ingresos de la familia, los niños deben poder recibir una educación decente y desarrollar su potencial. Cada niño tiene este potencial”.

Está claro que estamos inmersos en una profunda crisis mundial donde la salida no puede ser buscar el lado sensible del capitalismo. El reseteo mundial solo nos puede llevar a un nuevo estado de dominio donde las fuerzas se bifurquen y  países como el nuestro sigan siendo observados bajo la lupa de la mirada de la semi-colonia, si no se comienza a impulsar un cambio que contenga una mirada nacional, desde la periferia al centro.

Para ello es necesario hacer un abordaje que contemple las necesidades intrínsecas al pueblo trabajador, no desde la forja idealizada, sino desde lo real concreto. Millones de argentinos se encuentran en la pobreza, en gran parte por los programas que muchas veces se han esgrimido en el Foro de Davos -lugar donde muchos gobernantes suelen lavar las culpas capitalistas y otros solo van a demostrar obediencia – esos argentinos y argentinas tienen voz cuando el Movimiento de Trabajadores adquiere protagonismo, una protagonismo histórico de realización colectiva donde la economía esté puesta al servicio del bien comunitario y no a la eficiencia programática para maximizar ganancias de privados.

Se suele olvidar con facilidad que en argentina existió y existe una filosofía social de la existencia que apunta a la realización política y humana del trabajador, como lo es la filosofía justicialista. Perón sostuvo que “el Justicialismo quiere para el hombre argentino: 

-Que se realice en sociedad, armonizando los valores espirituales con los materiales y los derechos del individuo con los  derechos de la sociedad;

-Que haga una ética de su responsabilidad social; 

-Que se desenvuelva con plena libertad en un ámbito de justicia social; 

-Que esa justicia social esté fundada en la ley del corazón y la solidaridad del pueblo, antes que en la fría ley exterior; 

-Que tal solidaridad sea asumida por todos lo argentinos, sobre la base de compartir los beneficios y los sacrificios equitativamente distribuidos; 

-Que comprenda a la nación como unidad abierta genereosamente con espíritu universalista, pero consciente de su propia identidad. 

Lo profundamente político de este mensaje, hoy plenamente vigente, es que el peronismo no hizo retórica y plasmó esa realización, no como algo contingente al gobierno o a su política, sino como un elemento constitutivo de su razón para gobernar. Esa edificación de principios como realidad concreta  y verdadera quedó plasmada en actos sociales de gobierno hasta el punto de convalidar derechos plenos al pueblo en la Constitución de 1945, que significó un acto de verdadera justicia social.

Ante la crisis global promover un reseteo del capitalismo es pretender disfrazar a la vieja normalidad de nueva normalidad y con ello sostener al infinito un sistema que se ha mostrado obsoleto para la mayoría del conjunto social. Si reseteamos el mundo, donde millones de personas no se han podido realizar, no solucionaremos los complejos problemas que nos aquejan, eso solo implicaría que esos millones que no han encontrado la realización sean material de un nuevo proceso de descarte.

Por otro lado el reseteo de un modelo productor histórico de injusticia social, no implica de por sí una transformación real de poder. Eso, obviamente, no se producirá como efecto moral de la equidad, necesariamente tiene que converger en una mirada revolucionaria entre los Gobiernos y los pueblos. Es decir, ese reseteo no es más que una propuesta ilusoria que sigue cediendo poder a la oligarquía internacional en el marco de una globalización afable. No desaparece allí el libre mercado, ni aparece la Justicia Social. Tampoco se advierte que el 1 % más rico del mundo vaya a ser más justo, solo se le pide que sea un tanto menos insensible.

No es el iluminismo despótico de los grandes capitalistas el que debe marcarnos el camino. Es la realización social por medio del trabajo la que le devolverá al trabajador descartado y empobrecido la dignidad. Eso si entendemos al peronismo también desde la perspectiva geopolítica, donde el alineamiento es de Tercera Posición.

 

1/2/2021

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