*Por Carlos “Pancho” Gaitán
El Sindicalismo argentino transita una etapa histórica particular. Sigue siendo uno de los Movimientos mejor organizado, más representativo y con mayores derechos laborales y sociales, en particular de América Latina y en gran parte del mundo.
Solo en los países industrializados de Europa y en especial en los Nórdicos, el sindicalismo mantiene a partir del proceso de reconstrucción como resultado de la segunda gran guerra, un nivel de participación en el diálogo, como contra parte social que convirtió al sindicalismo en parte fundamental en el proyecto del “Estado de bienestar”.
En nuestro país, desde que se estableció el “Modelo Sindical Argentino”, que cumple el principio de “unidad” y la propuesta estratégica de que “solo la organización vence al tiempo”; después de que el Coronel Perón impusiera desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, que el sindicato era “una organización de bien público”, los trabajadores se organizaron por rama o sector de la economía, lo que consiguió que todos los trabajadores del sector fueran del mismo gremio y en consecuencia miembros de la misma organización, representados por la organización más numerosa y administradora del Contrato Colectivo de Trabajo. Esto formalizó la representación y la participación de los trabajadores organizados en la actividad política y económica de la sociedad.
A partir de 1955 con el derrocamiento del Gobierno del Presidente Perón, los trabajadores y el sindicalismo vienen sufriendo un ataque sistemático con la intencionalidad de los sectores económicos concentrados nacional e internacionalmente de, a ser posible, hacer desaparecer al sindicato como contraparte social.
A pesar de notables retrocesos entre los que hay que contar que se haya posibilitado la inscripción de mas de 3.000 organizaciones, entre ellas algunas mini organizaciones sin ningún tipo de poder; la penetración de infiltrados; el arribo de individuos oportunistas y corruptos; aún así no han logrado desplazar a la CGT como eje y representación mayoritaria de los trabajadores organizados.
Algunos suponen que sus creencias ideológicas a veces puristas son el camino, al margen del conjunto del colectivo que pretenden representar; comúnmente, quedan al margen de las soluciones, atrapados en un purismo estéril.
Otros, muchas veces alejados de los rigores del trabajo físico, suponen que los sindicalistas son todos corruptos, sin comprender que son sindicalistas miles de trabajadores que todos los días, junto a sus representados, bregan desde sus lugares de trabajo para lograr que la armonía de las buenas costumbres y el respeto a los deberes sindicales y sociales permitan el buen desempeño de sus tareas.
El tema es que toda la dirigencia, en función de los intereses fundamentales, debemos comprender que el desafío es trabajar por la unidad de conjunto. Las organizaciones y dirigentes de CGT; de las CTA y de los trabajadores organizados en estructuras de trabajadores de la economía popular y de trabajadores excluidos deben ser parte de una misma organización ya que todos, incluidos los desempleados, son trabajadores. Y los mismos, nucleados en la CGT como estructura Madre, deben darse una política para el conjunto.
Solo así, podremos lograr retomar el papel de protagonismo que los trabajadores nunca debieran haber perdido.
*Vicepresidente de la Fundación Promoción Humana
5/10/2020