*Por Gustavo Ramírez
El 2019 fue un año intenso. La ofensiva neoliberal contra los sindicatos no cesó. El ataque fue furtivo. Aun así, con avances y retrocesos, el Movimiento Sindical fue clave para la construcción de la unidad pero también para que el país no explote. A la hora de debatir sobre el rol del sindicalismo durante los últimos cuatro años, el análisis, por lo general ampliamente manipulado por las estructuras de divulgación pedagógica colonial, quedó encastrado en una perspectiva simplista y superficial.
El bosque ideológico, que obturó el razonamiento político de muchos militantes del campo nacional, ha contribuido al fortalecimiento de una imaginario colectivo que despreció la resistencia social al modelo macrista. Las críticas por izquierda coincidieron con la apreciación de la derecha en un hecho alarmante. Porque en esa cúmulo de apreciaciones superficiales ahondó el equívoco en un momento clave de la lucha táctica.: El enemigo de la clase trabajadora fue el macrismo y no el Movimiento Obrero organizado como creyó durante toda su estúpida narración Nicolás del Caño, por ejemplo.
En esta misma línea se negó también a los agentes sociales que salieron a la calle a solidarizarse con los más necesitados. Un importante número de organizaciones sindicales ocuparon las calles con ollas populares y contribuyeron a dar cobijo, en las horas más aciagas, a miles de compatriotas en situación de desprotección absoluta. Este campo parece estar minado por el reduccionismo ideológico de tal manera que los seudos analistas – varios de medios progresistas – lo soslayan de cuajo.
Sin dudas no fueron los charlatanes los que cubrieron las expectativas de los más necesitados durante el 2019. Ni los fanfarrones desclazados del trotskismo. Los forjadores del triunfo electoral de octubre fueron los trabajadores y sus organizaciones sindicales. Quien no comprenda la trascendencia del sindicalismo argentino como hecho esencial de la ética del pueblo fracasará en cualquier intento de ver con los dos ojos la realidad nacional. No se trata de un acto de soberbia analítica sino una precisión que se desprende de lo real efectivo.
El 2020 también tendrá al sindicalismo como protagonista. En principio porque no es posible pensar el país sin la fuerza dinámica de los gremios. Pero también porque este año se abre un portal de reacomodamiento interno en el movimiento. En ese contexto vale decir que en la actualidad no existen, dentro del campo sindical, fuerzas homogeneizantes que puedan marcar una tendencia ni desplazar a posiciones disidentes con determinación.
Hay un factor clave en tal sentido. La mayoría de los dirigentes coinciden en la necesidad cambiar la perspectiva cegetista, por ejemplo, dotando a la organización madre de un proyecto nacional propio. Integrador de políticas sociales y articulador de vocación de poder. Algo necesario para que el campo político no monopolice la estructura de gobierno.
Existe una generación de dirigentes trascendentes que comienzan seguramente su última etapa en la vida sindical. El tema es saber que tan profundo es el trasvasamiento generacional y que tan preparados están los más jóvenes para encarar procesos futuros. Hay fuentes sindicales que sostienen que se comenzará a navegar una órbita mixta, pero para ellos los más chicos tendrán que redoblar el esfuerzo formativo y los más grandes comprender que tal vez tengan que ceder espacios. Todo un desafío.
Otro componente fundamental, aunque por ahora en construcción sindical, tiene que ver con lo que hasta aquí han gestado los Movimientos Sociales. El lanzamiento de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular mete en el juego a actores centrales de los últimos tiempos. Si bien es posible que en términos legales aun no puedan participar con voto en el nuevo armado cegetista nadie duda que su protagonismo, en corto tiempo, será clave.
Nada es casual. Por eso Alberto Fernández envió un fuerte mensaje simbólico antes de fin de año. Su presencia en la CGT junto a la actual conducción representó un abierto apoyo a la legitimidad de los dirigentes. Más allá de la necesaria unidad dejó en claro que en la actualidad ellos serán los interlocutores del gobierno. Luego de ese encuentro Héctor Daer comenzó a mostrarse un articulador y propició ciertos acercamientos. Está claro que esto no le alcanza para alzarse como líder de la Central. Por ahora logró ganar tiempo y de cierta manera pudo neutralizar a quienes se oponen a su gestión junto a la del desdibujado Carlos Acuña.
No es nuevo lo que sucede hacia adentro del Movimiento Obrero. Todo está por definirse. Sin embargo existen cuestiones concretas : El sindicalismo estuvo, quien más o quien menos, donde tenía que estar . El 2020 será en la puja interna un punto de inflexión donde la discusión necesaria va a ser intensa. No hay que olvidar que en esa tensión hubo quienes abiertamente decidieron jugar con el gobierno, los menos, esos gremios amarillos están marginados y hoy no pueden reclamar nada. La futura discusión se dará en un terreno donde la mayoría de los gremios acompañan la gestión peronista, un tema no menor.
El dicho popular “se dobla pero no se rompe” cabe para comprender este último proceso. Hay que dejar en claro que el Sindicalismo no empieza ni termina en dos o tres dirigentes. El Movimiento Sindical es más basto de lo que nos muestran los porfiados seudos analistas. En ese sentido será importante ver que protagonismo tendrán las regionales.
El juego está abierto y es más que válido el debate Lo que no se debe hacer es creer que los sindicatos son el enemigo cuando en realidad se mantuvieron en la calle, durante todo el 2019, más que muchos que solo hicieron gala de su narcisismo en la casa del verdadero enemigo.
*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical
02/01/2020