Por Daniel Capa
Existen tres factores importantes que van a rodear (ya lo hacen) al menos los inicios del gobierno de Alberto Fernández, aunque lo acompañarán por mucho tiempo.
Está claro que el 40 por ciento obtenido por el macrismo en las elecciones de octubre (o gran parte de eso), sumado al tres por ciento de Espert y Centurión, no representa algo bueno y reivindicatorio para el pueblo como lo insinúa el título.
Lo importante del dato es que deja explícita la realidad tal cual es, mas allá de nuestra voluntad y de nuestra opinión. El 40 por ciento de Macri es un dato concreto, que existe, y que tiene la ventaja de quedar claramente expresado en la escenografía de la realidad política argentina.
Junto a esta fotografía nacional, se suma la herencia económica y social que, si bien aún no tenemos detalles definitivos, se presume catastrófica en todo sentido. Hambre, pobreza, endeudamiento, destrucción del aparato productivo, corrupción y degradación institucional, son parte del mapa del que va a tener que hacerse cargo el peronismo.
Y el golpe de Estado en Bolivia introduce con mas brutalidad la pertenencia a una región que es objeto de todo tipo de caminos que conduzcan a la captura de sus riquezas económicas por parte del capital internacional concentrado.
El 40 de Macri, el desastre social que deja y la ofensiva contra el pueblo boliviano, tendrán que ser el despertador que la coalición gobernante accione a todo volumen, de tal manera que evite que los sectores populares argentinos se queden dormidos.
Ante este panorama que anticipa un gobierno que gestionará en el contexto de una situación muy compleja, será necesario valorar, aún mas de lo que se valora, la acción política.
Sería un error estratégico que, ante el embate de fuerzas restauradoras en nuestro país (que por otra parte ya comenzaron a actuar), el movimiento popular adopte posiciones defensivas y radicalizadas como respuesta.
La amplitud y la pelea por ampliar la correlación de fuerzas a nuestro favor no deben dejarse de lado y menos cuando recrudezca el ataque conservador, como es de prever.
En este sentido, es muy sano recordar conceptos de viejos dirigentes populares cuando insisten en que la acción política se define sobre la base de la realidad concreta y no sobre la base de los principios.
Todos tenemos principios y con ellos accionamos. Pero con ellos. Porque si es a partir de ellos, se corre el peligro de transformarnos en “vanguardia esclarecida”, que es una deformación del concepto “conducción”.
No obstante, la actual coalición oficialista, que en pocos días será oposición, tiene un problema que el peronismo deberá abordar con inteligencia (ya lo está haciendo). El 40 por ciento de Macri es una dificultad para gran parte del radicalismo, que fuera del poder político es renuente a seguir bajo su mandato.
Allí existe una oportunidad para dividir a la oposición, aislar al macrismo y tener un sector político con quien debatir acuerdos especialmente parlamentarios.
Hemos tenido en el pasado reciente, criticables estrategias que, en definitiva, llevaron al peronismo a sucesivas derrotas electorales que se coronaron con la llegada de estos “inolvidables” últimos cuatro años.
En 2011, el enorme triunfo electoral de Cristina en un contexto de crecimiento económico y políticas distributivas, trajo también la creencia de la inalterabilidad de los escenarios políticos nacionales. El cambio del sujeto sostén del proyecto y el autoconvencimiento forzado, provocó rupturas y debilitamientos.
La salida de gran parte del movimiento obrero organizado como columna vertebral del gobierno y su reemplazo por la organización juvenil, provocó un retroceso que fue pagado con derrotas sucesivas en las urnas. La relación de fuerzas a favor se fué achicando notoriamente.
Hoy, la mayor autocrítica de los últimos tiempos en la Argentina, la cristalizó la propia Cristina el sábado 18 de mayo de 2019.
La situación planteada en nuestro país y en la región, hace necesario que los sectores populares, en especial sus dirigentes y militantes, puedan separar claramente los problemas principales a afrontar, de los problemas secundarios.
El eje Alberto, Cristina, Sergio, es un entramado complejo y aún embrionario como coalición de poder político.
La Casa Rosada con el presidente y la liga de gobernadores, la presidencia de la Cámara de Diputados y la provincia de Buenos Aires (nada menos), son las zonas estratégicas donde se asentará el poder político.
Hay bastantes diferencias en las miradas estratégicas al interior de este espacio, pero acuerdos muy sólidos en las tareas de corto y mediano plazo relacionados con la reconstrucción de la industria nacional a partir de darle vigor al mercado interno y las exportaciones de productos elaborados.
Un alto, altísimo dirigente del Frente de Todos, suele decir en sus análisis que la construcción del proyecto de país que comienza el 10 de diciembre está pensado para varios mandatos (puntualmente dice cinco).
Pero todo comienza desde el principio (obviedad). Mirá si no tendremos tiempo para debatir el largo plazo.