Opinión

Macri y las máscaras históricas de la dependencia económica

Por Gustavo Ramírez

Cuatro años y medios fueron muchos años. Demasiados para el padecimiento del pueblo. En especial de los pobres y de la clase trabajadora. La política que ejecutó Cambiemos contra los sectores más humildes de la Argentina fue perpetrada con impunidad y a sangre fría. En ningún momento les importó lo que ocurría en cada uno de los barrios del país. Le dieron la espalda a la sociedad y gobernaron bajo la matriz liberal impuesta en el país por el  “Foreing” británico hace tiempo.

El desembarco de los ingleses en el Río de la Plata marcó a fuego la composición ideológica de la oligarquía local. Con su discurso republicano los británicos se aventuraron en el Virreinato donde vieron un oportunidad única de afianzar su poder económico y comercial. Su apoyo, entre bambalinas, a la Revolución de Mayo y su constante intrusión en las cuestiones internas de la región, sellaron a fuego un camino por el cual transitarían las clases acomodadas de Argentina durante mucho tiempo.

“La civilización aparece ahora como lo que es la personificación del dinero creador de un mercado mundial de esclavos”, señaló en su debido momento Juan José Hernández Arregui. Su reflexión contribuye a echar luz sobre puntos claves del proceso social de colonización que, la historiografía mitrista,  cristalizó en los manuales escolares de ciencia sociales.

En la medida que los británicos avanzaron en la región con su gula mercantil, fueron acaparando el sentido cultural de las clases altas en nuestro territorio. No en vano, el unitario Rivadavia, sería un fiel lacayo de los intereses del Imperio en el Río de la Plata, aunque los agentes de la corona los despreciaran y lo vieran como a un idiota útil.

Lejos de los valores centrales de la liberación de América, los ingleses rápidamente simpatizaron con los levantamientos sociales para sacar ventaja de su propio poder. Aquí y allá apostaron al caballo ganador a partir de un plan sincronizado y perfeccionado sobre la marcha. Explotar la materia prima, los puertos e imponer su manufactura era el negocio que vinieron a hacer.

José María Rosa lo expone con claridad cuando en su libro “Rivadavia y el imperialismo financiero” relata que Jorge Canning escribía a Londres y señalaba que “los hechos están consumados, la cuña está puesta. Hispanoamérica es libre y si sabemos dirigir bien el negocio, es inglesa”.

El agente inglés repetirá en octubre de 1825: “Es delicioso hacer de estos pueblos Estados, pero no debemos dejar librados a su fantasía a tan amables compañeros, pues sin una vigilante dirección tomarían para mal lado”. Luego agregaría El nuevo mundo está establecido, y si nosotros no lo echamos afuera ¡es nuestro!”. 

En la imposición de la Dictadura Financiera nada se hace de manera irracional. En ese sentido no hay nada más cínico que un gobernante aplastado por las urnas clamando perdón. La ejecución de este plan data de hace mucho años. El actual gobierno argentino no ha dado muestras de imponer nada nuevo ni asombroso. Esgrimió los  argumentos  del imperialismos económico y trazó la vieja ruta marcada por los ingleses en las primeras décadas del siglo XIX.

Uno de los patrones culturales que siguen vigentes, a pesar de todo, en el imaginario colectivo de las viejas nuevas derechas expresan, como sostiene Hernández Arregui  “la “cultura” de la oligarquía de la tierra transmitida, en particular, a la clase media”. En tal sentido, el pensador nacional, añade que esos “valores” son transferidos y difundidos a través “de la escuela, diarios, revistas, televisión, etc. son las máscaras de la dependencia económica”. 

“Estos valores coloniales contra-hechos tienden a crear una imagen falsificada de la Argentina. Así, el colonizado deviene extranjero en sus maneras de sentir y pensar, y de este modo, aunque vive en el país, permanece extraño a su realidad profunda”, explica un la de las figuras destacadas del pensamiento popular. Su explicación ilustra nuestra presente de manera tajante.

Don Bernadino Rivadavia, uno de los “próceres” favoritos de Macri -vaya coincidencia- enfocó su política pro birtánica a la concentración comercial del Puerto, pregonó el unitarismo para concentra poder mientras se entregaba a los sajones.  “El país era Buenos Aires y lo demás no importaba”. En tal sentido fue altamente funcional a la política inglesa de tal manera que permitió  la explotación monopólica británica del Banco de Buenos Aires, lo que posibilitó que los imperialistas fuguen lingotes de oro de manera “legal”. Se entiende porque el actual presidente simpatiza con Don Bernardino.

 Vale destacar otro detalle, no menor por cierto, que hace a la actualidad regional continental. Los ingleses se instalaron en el Río de la Plata a partir del rol sumiso- algunos historiadores anti-patria lo llamarán interés estratégico – que cumplió el “imperio” brasilero. ¿Debería llamarnos la atención Bolsonaro? Desde una perspectiva histórica la respuesta sería negativa pero lo cierto es que no se puede naturalizar el dominio. Los pueblos, mal que les pese a algunos, continúan su lucha por la dignidad y en eso son francamente libres.

En estos cuatro años de gobierno neoliberal, Cambiemos, Macri y su séquito de agentes del imperio financiero, trataron de manera inútil, de vaciar de historia el contenido popular. Como afirmó Hernández Arregui: “Los pueblos exiliados de la Historia Universal traspasan el umbral de esa historia y desafían a lo civilizadores. Del mundo de los oprimidos surge el odio patriótico contra el conquistador de siglos”. 

Ahora es el tiempo que el pueblo hable. Es su hora, es el tiempo donde se escribirá otra historia. La nuestra. Una vez más.

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