*Por Aníbal Germán Torres y Carlos Ezequiel Cabalero
Queremos hacer memoria agradecida de este verdadero signo de los tiempos en persona que fue Vicente Faustino Zazpe para la Iglesia Argentina, al cumplirse este 24 de enero el 40º aniversario de su fallecimiento. Nos unimos así a quienes recuerdan al Arzobispo de Santa Fe, que llegó a su Pascua a los 63 años. Había nacido el 15 de febrero de 1920 en Buenos Aires, en el seno de una familia de origen inmigrante, proveniente de España, como tantas que arribaron a la Argentina de allí y de otros países.
Obispo en y del Concilio
Sacerdote diocesano, con solo 41 años Zazpe fue designado por Juan XXIII como primer obispo de Rafaela (diócesis creada en 1961, en la provincia de Santa Fe), con el lema “Cristo Rey” (quizás por su familiaridad con la Acción Católica). Al asumir, trazó su programa de gobierno pastoral con palabras entrañables: “(…) Desde este momento soy vuestro pastor. Desde este momento soy vuestro padre, de los que estáis está tarde aquí y de los que no han venido; de los que me esperaban y, de los que no me esperaban… Desde hoy sois míos y yo soy vuestro; Desde hoy y para siempre: viviré para vosotros y moriré entre vosotros”. Así, con reminiscencias de la famosa frase de San Agustín (“con ustedes soy cristiano, para ustedes soy obispo”), quedaba revelado el corazón pastoral de Zazpe, quien por demás era de trato afable y llano con todos.
A partir de desplegar un fecundo ministerio episcopal comenzaría a destacarse cada vez más. Al año siguiente de su llegada a Rafaela, participaría en el Concilio Vaticano II. Según se desprende del estudio de Javier Casullo (2020), por las cartas del Obispo sabemos de su conciencia de estar viviendo un momento histórico: “enfrentamos no sólo una época, sino una verdadera era, que marcará por generaciones la historia de la humanidad”, decía el joven padre conciliar, quien se destacó dentro del grupo de obispos argentinos.
Cabe señalar que Zazpe fue uno de los 40 obispos que firmaron, en el marco del Concilio, el famoso “Pacto de las Catacumbas”, haciendo expresa opción por y con los pobres. Además, tomaría muy en cuenta los lineamientos conciliares en materia de diálogo social, incluyendo el ecumenismo y el trato hacia las demás religiones.
La Iglesia no estaba al margen de un contexto mundial agitado por diferentes cambios, que en América Latina se expresaba en las tensiones sociales a raíz de gobiernos democráticos inestables y dictaduras cada vez más feroces, y en la situación de subdesarrollo estructural y los intentos de modernización autoritaria (que luego derivaría en la disyuntiva liberación o dependencia, en medio de una escalada de violencia política).
Por designación de Pablo VI, en 1969 Zazpe asumió como Arzobispo de Santa Fe (tras la muerte del Cardenal Fasolino). Permaneció en funciones hasta su lamentada partida. En el ejercicio de su ministerio se identificó vivamente con las orientaciones pastorales del Concilio, y de su recepción tanto en América Latina, con la Conferencia de Medellín (1968), como en Argentina, con el Documento de San Miguel (1969).
En este sentido, no es menor destacar que integró la Comisión Episcopal de Pastoral (COEPAL), con teólogos notables como Lucio Gera o Rafael Tello. De ese grupo surgiría la “teología del pueblo o de la cultura”, que llegaría a influir en el Pontificado de Francisco (perceptible, por ejemplo, en la Exhortación Evangelli Gaudium).
También, Zazpe fue uno de los obispos de referencia de Pablo VI, quien le delegó entre otras cosas su representación personal ante un álgido conflicto entre el obispo Enrique Angelelli (hoy beato y mártir, considerado unos de los “Padres de la Iglesia Latinoamericana”) y feligreses refractarios a la renovadora pastoral del obispo de La Rioja.
Según consta en el documentado estudio de Luis Liberti (2005), luego de su visita, Zazpe elaboró un informe en el que destacó que Mons. Angelelli era un hombre fundamentalmente bueno, de gran corazón, con cariño a la provincia y a su pueblo; que ha tenido actitudes episcopales valientes. Y aclara que Angelelli ofrecería su renuncia al Papa, la cual, según su parecer no debía ser aceptada (Cfr. Carta de Mons. Zazpe al Cardenal Jean Villot, Secretario de Estado del Vaticano, 6/12/1973).
Profeta para su pueblo en medio de la oscuridad
Con la irrupción de la dictadura cívico-militar el 24 de marzo de 1976, Angelelli sería una de las primeras víctimas del terrorismo de Estado. En agosto del mismo año Zazpe fue elegido para pronunciar la homilía tras el atentado que sufrió el querido prelado riojano. Y también tuvo a su cargo en 1977 la homilía de Carlos Horacio Ponce de León, obispo de San Nicolás, víctima de otro atentado de la dictadura. Así, el Episcopado Argentino perdía dos figuras proféticas, quedando apenas un puñado de pastores comprometidos con la defensa de los derechos humanos en el país: Miguel Hesayne, Jorge Novak, Jaime De Nevares, Alberto Devoto y Zazpe.
A diferencia de los anteriores, el arzobispo de Santa Fe ocuparía la Vicepresidencia de la Conferencia Episcopal Argentina por tres períodos (entre 1973 y 1982). Zazpe no usó esta posición para privilegios personales, sino para amplificar su compromiso con la inviolabilidad de la dignidad humana, uno de los pilares de la Doctrina Social de la Iglesia.
Así, afecto como era a emplear todos los medios que estaban al alcance para llevar la Palabra y las orientaciones que de de ella se desprendían, se volverían famosos sus mensajes dominicales a través de la Radio “LT10” de la Universidad Nacional del Litoral, siendo escuchado por prácticamente todo el país, denunciando, por ejemplo la existencia de una “Argentina secreta” (4/5/1980).
También serían recordadas sus visitas de consuelo y ayuda a los presos políticos de la cárcel de la localidad de Coronda, o sus discretas intervenciones a favor de los perseguidos y detenidos desaparecidos por el régimen dictatorial. Asimismo, desde aquel medio de comunicación trató de iluminar desde el Evangelio diferentes acontecimientos de la vida nacional y eclesial: desde la Conferencia de Puebla (en la que participó), la dura realidad socio-económica, la Guerra de Malvinas y la visita de Juan Pablo II, hasta la preparación del regreso del país a una democracia “fuerte, pluralista y respetada”, inspirado en el documento del Episcopado “Iglesia y Comunidad Nacional”, de 1981.
Además, cuando un año antes existió la posibilidad de guerra entre Argentina y Chile, Zazpe habló en el III Congreso Mariano, anunciando las esperanzadoras Bienaventuranzas de la Juventud. Allí, entre otras cosas, el pastor de corazón joven proclamó en plena dictadura: “Bienaventurada la juventud que trabaja por la paz, y la que tiene sed y hambre de justicia”.
Este estilo pastoral próximo, comprometido, sumado a las tergiversaciones que se arrastraban desde sus visitas con fines pastorales a Cuba en 1976 (por pedido de Pablo VI) y en el mismo año a Ecuador (invitado por Mons. Leónidas Proaño para un congreso de pastoral indígena), hicieron que Zazpe se comenzara a sentir muy solo y rodeado por la indiferencia general, aun de los propios obispos.
De este modo, el pastor comenzaba a advertir la desconfianza y hasta la calumnia hacia su persona. Si bien su postura era claramente equidistante de los extremismos de izquierda y derecha, con encendidos llamados a la paz social basada en la justicia, muchos en la propia Iglesia dudaban de él. Estando en la mira de las autoridades militares, ante quienes trataba de interceder por las causas de derechos humanos, el 15 de agosto de 1982, mientras se dirigía a la localidad de San Carlos, fue embestido por un camión en la parte trasera de su automóvil.
Por antecedentes similares como el de Angelelli y Ponce de León, este accidente no pareció casual, pues parecía revelar cierta metodología de la dictadura. Las secuelas de dicho accidente repercutieron en su salud, producto de lo cual falleció el 24 de enero de 1984, en la ciudad de Santa Fe. Como se refiere en el estudio de Jorge Montini y Marcelo Zerva (2000), el entonces flamante presidente constitucional Raúl Alfonsín, expresó: “…figura excepcional de la Iglesia en Argentina, cuya palabra y testimonio de vida se erigieron permanentemente como un hito insoslayable de ejemplaridad… Argentina ha pedido, sin dudas, a uno de sus hombres más valiosos”.
La Verdad siempre triunfa: Zazpe reivindicado
Junto con la Fundación que llevara su nombre y todos quienes honran su vida y legado, creemos que Zazpe “fue para la Argentina y para la Iglesia un regalo de Dios. Una gracia. No nos caben dudas” (Fundación Zazpe, 1989). Asimismo, y como conclusión de estas líneas, consideramos que la mejor síntesis la hiciera el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, sj (actual Papa Francisco), por entonces Presidente del Episcopado Argentino, al cumplirse en 2009 los 25 años del fallecimiento del recordado pastor “con olor a oveja”:
“(…) El adjetivo que, según mi juicio, le da más gloria a uno que quiere seguir de cerca a Jesucristo, en el presbiterado o en el episcopado es, precisamente, ser operario del Reino ¡Un trabajador del Reino de Dios! Jesús los invita a eso (a los apóstoles) y monseñor Zazpe con su sencillez fue eso. Preparaba su predicación con la misma sencillez y hondura con que barría la vereda todas las mañanas en su parroquia de Lourdes, en Belgrano. ¡Un trabajador, a disposición del pueblo de Dios! Pero lo que hace señera la figura de Zazpe es que ese trabajar fue creciendo, creciendo… Creciendo hasta que Dios lo puso en una coyuntura difícil. Y Zazpe dijo que sí. Dijo que sí al Evangelio, dijo que sí a la llamada de Dios. Y porque sabía que todo mesianismo es un fraude antropológico, no se dejó enganchar por ningún mesianismo político de su época.
Él sabía perfectamente que dentro de estos mesianismos anida la mentira, la corrupción, el fraude, la traición, la componenda, la venta de valores. Él se aferró al Evangelio, se aferró a las Bienaventuranzas. Como dijo alguien de él, cuando muchos miedosos que buscaban contemporizar callaban, él habló. Y cuando esos mismos, pasado el peligro se animaron a hablar, él calló: ¡profeta! Y nunca habló desde la política, nunca desde la coyuntura social sino desde el Evangelio iluminando la situación social, iluminando la injusticia que se vivía en cualquier tipo de mesianismo. Zazpe era así: un trabajador del Reino, un operario del Reino. No era ni de tal teología ni de tal otra teología: era de las Bienaventuranzas.
Buscaba ser fiel al llamado de Jesús. Y por eso siguió el mismo camino de Jesús: Zazpe conoció la desconfianza de tantos cristianos e incluso colegas; Zazpe sufrió la difamación y la calumnia. Y él hizo como Jesús: callaba. Nunca se defendió. Puso su defensa en el Señor. Y su figura señera en ese momento, referencial, no porque fuera de tal o cual política o de tal o cual teología sino porque era del Evangelio, esa figura referencial se fue apagando como se apaga la voz de los profetas: cuando Dios quiere. Como se apagó la voz del Bautista (…) Le doy gracias al Señor que a esta Iglesia argentina que siempre le tuvo miedo a la Cruz y siempre fue tentada de eludir la Cruz, le haya puesto un obispo señero como él.
Que desde el Cielo él nos conceda la gracia de no temer la Cruz, de no negociar eludir la Cruz. La gracia de no vender la Verdad, de ser prudentes con la prudencia del Evangelio para decirla cuándo y cómo debe ser dicha. Que nuestra única pertenencia sea siempre al Evangelio y a la Santa Madre Iglesia. Que esta Iglesia argentina mirando a esta figura crezca en valentía ante las cruces que se le presentan y que se le seguirán presentando. Que así sea”.
*Aníbal Torres, politólogo / Carlos Ezequiel Cabalero teólogo, especialista Superior en Derechos Humanos y Educación.
23/1/2024