Opinión

Uruguay: Pepe Mujica, la humildad de la política

Por Gustavo Ramirez

“Los homenajes hay que hacerlos en vida”, dijo el dirigente sindical. Entonces, lo que empezó como una posibilidad se convirtió en algo concreto. El último miércoles estábamos embarcados rumbo a Uruguay en búsqueda de lo posible, lo real: encontrarnos con el expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica.  Fuimso un grupo de referentes sindicales y este cronista. De antemano sabíamos que la empresa no sería demasiado fácil.

La salud del Pepe ha hecho lo suyo. Las fuerzas menguan a pesar de la voluntad, y su entorno prefiere preservarlo, no exponerlo innecesariamente. Es lo que corresponde. Si hay algo que distingue al exmandatario uruguayo es su humildad. Nada está marcado de manera sobreactuada o sobredimensionada. Esa impronta, tal vez, describa en su conjunto al pueblo del Uruguay. Aunque claro, una cosa es ver la superficie porosa de un país que sufre los avatares de las políticas reaccionarias y otra es estar allí en el día a día.

Como la Argentina, Uruguay es un país rico con pueblo pobre. El devenir histórico y político asume un rol estelar en la conformación del saqueo que se planifica desde latitudes de poder que suelen ser indiferentes a las vivencias populares. Los 179 kilómetros que unen Colonia con Montevideo parecen un digno testigo de las faenas políticas que, desde sus particularidades, narran la faena política de un país que por momentos parece ir hacia el futuro y por instantes resulta estancado en su propia volatilidad histórica. Nada nuevo, Argentina es similar en ese sentido, aunque la irrupción del peronismo permita quebrar la dualidad izquierda y derecha. No obstante, mirando la tierra del país hermano cabe preguntarse: ¿qué es el peronismo en la actualidad?, sobre todo si uno quiere explicarlo.

Uruguay es un país de contradicciones. Como el nuestro. Las imágenes rurales dan cuenta de un país apacible, que vive a un ritmo más lento del que los argentinos estamos acostumbrados. Sin embargo, cuando uno comienza a dialogar con sus habitantes, se da cuenta de que existe un nexo conector entre lo que vivimos en Argentina y lo que ellos han tenido que confrontar. El campo resulta más rejuvenecido que la ciudad, donde se concentra la pobreza y el descarte. Incluso, hay quienes dejan traslucir su malestar con el Pepe. Es que para llegar al fondo del entramado político, las articulaciones no siempre terminan por ser aceptables o lúcidas. Es política, sería la respuesta a secas. Pero sabemos que siempre se extiende un algo más.

¿Los uruguayos viven del campo? En gran parte sí, nos confirman. La exportación de carne vacuna sostiene en parte la actividad económica del país. Ello no significa que su pueblo esté bien alimentado. La ausencia de producción industrial de envergadura conforma un mapa desolador entre el empleo de mala calidad y el desempleo. En el medio, no solo se trata de llegar a fin de mes, sino de alcanzar el próximo día. Y otra vez surge el inquietante interrogante: ¿por qué? ¿Por qué países ricos tienen pueblos pobres? La sombra de la desconfianza se cierne sobre la estructura del sistema político. Los programas económicos liberales han permitido, en la región, expandir el latrocinio con su consecuente genocidio social. El poder político, que encuentra su cauce en representantes de las oligarquías locales, escupe el fuego ideológico sobre las bases populares a las que considera parte de la barbarie.

El retraso político y económico es símil en ambos países. La clase trabajadora vive situaciones análogas a los dos lados del río. ¿Nos une el sabor amargo de la desgracia? No obstante, vale pensar que no siempre las condiciones materiales son homogéneas. Aun así, vale pensar a la luz de las circunstancias, que los procesos revisten sus propias particularidades. Uruguay se encuentra inmerso en un año electoral. De acuerdo a los datos que pudimos recoger, desde los sectores populares el optimismo se evidencia, no solo por el reflejo de las encuestas donde el Frente Amplio aventaja con comodidad al partido gobernante, sino porque en el boca a boca el fin del gobierno actual se hace más notable.

¿Vivimos épocas donde las sociedades buscan experimentar con proyectos políticos en alternancia de acuerdo a la coyuntura, o simplemente la necesidad conforma una distinción histórica en el mero ensayo y error? No hay una sola respuesta, sobre todo porque tampoco estamos seguros de que la propia pregunta esté bien formulada.

Por la tarde llegamos a la puerta de la casa del Pepe Mujica. Todo allí es humilde. Tranquilo. Apacible. Nos atiende el encargado de la seguridad del lugar, en medio de un camino de tierra. Si bien tiene cara de pocos amigos y ante la requisitoria es implacable, él también hace gala de humildad y nos atiende con dura condescendencia. Se me ocurre pensar que la salud del Pepe se deteriora al ritmo del derrotero político del Uruguay. Es una analogía un tanto injusta, lo sé. El ciclo de la vida es inexorable. La política no.

Al hombre de barrio que se encarga de la custodia del expresidente le dejamos una bandera que retrata su imagen y la del significado de la lucha de los trabajadores del Sindicato del Personal de Dragado y Balizamiento y dos ejemplares de En Tiempo Presente. Quién sabe si Pepe lo va a leer. No soy demasiado optimista. Pero que un libro propio llegue a manos de un expresidente hace cosquillas en la panza. A metros de donde estamos se divisa la casa del Pepe. La ropa tendida da muestras de la vigorosidad que envuelve al lugar. No se trata de buscar un mito donde no lo hay. Nada más terrenal y cercano que la ropa tendida. Es la humanización misma de la política. Se me ocurre que al Papa Francisco le gustaría esa imagen. Qué otra cosa puede reflejar la integración de la periferia.

Unos pasos más allá está la escuela que sustenta el exmandatario. Algo que nos llamó la atención a lo largo del viaje, cuando durante la mañana recorrimos el trayecto entre Colonia y Montevideo, es la cantidad de escuelas rurales que se hacen visibles en medio del verde paisaje. Es el momento en que las y los pibes de la escuela de Mujica culminan la jornada. Nos miran pero no nos observan con extrañeza. Es lógico. A ese páramo deben llegar cientos de visitantes todos los días. Emprendemos el regreso. Salimos al camino asfaltado. Ese que mandó a hacer el propio Mujica, “porque acá no había nada”, nos dice un compañero uruguayo.

El Pepe está situado en su barrio. Lo vive. Lo siente. Lo hace carne. Nunca se fue de su lugar. ¿Por qué hacerlo? Es curioso, pero Mujica continúa una vieja tradición política del Río de la Plata que fue olvidada por el gran relato de la política. Perón también vivió en la humildad. Es decir, los hombres y mujeres de la política son de carne y hueso. No son semidioses que deben vivir en sus cubículos celestiales. Todo eso se naturalizó con la profesionalización de la política y con la idea de alejamiento del político y sus bases. El terrunio puede dar mucho más margen de ampliación de visión que cualquier clase magistral referenciada en marcos teóricos impropios. El barrio es la cultura del pueblo.

Otra digresión. En la medida que uno se adentra a Montevideo, el verde desaparece y emerge un gris cemento que torna a la ciudad en un conjunto de fuerza edilicia demasiado dura. Parece algo triste esa imagen. Aun así, no es más que el reflejo de una urbanidad que pierde su sentido en la medida que solo comparte un interés con el proceso político y social: hacinar gente en sus alrededores. La ciudad puerto se desdibuja. Le pasa a Buenos Aires con sus proyectos inmobiliarios selectivos como expulsivos.

Esa Montevideo está atravesada por barriadas más humildes, desde las Tejas al Cerro. Pero como le pasa a Buenos Aires, es una ciudad que desdeña al río. Este parece mirarla con cierta compasión y se auto compadece cuando se intenta domar su cauce con estructuras de hormigón. El puerto está quieto. Esa quietud debería ser alarmante. Pero es naturalizada por el conjunto social de la misma manera que es naturalizado el hecho de no prestarle debida atención al río.

Tal es así que desde el Sindicato Único de Patrones de Pesca del Uruguay, su presidente, Leonardo Musetti, ratifica esa escalofrainte situación que representa no poner a la sociedad de cara al Río y a su mar. Para ellos, la cuestión es mucho más dramática. Desde hace seis meses viven inmersos en un lokout patronal. Los armadores de la pesca uruguaya prefieren “dejar” de ganar a tener una menor rentabilidad. Nadide interviene, los trabajadoresd el sector no salen a pescar. Hasta el momento perciben un seguro que paga el Estado. No hay interlocución, viven en la incertidumbre.

Otro dato curioso. Montevideo es una ciudad sin demasiado ruido. Aunque está ahí. A la espera de que algo pase. Sin embargo, como toda gran ciudad, es cara. Mucho más para los argentinos. Pero sus habitantes no siempre le pueden sostener el ritmo. Los alquileres son inalcanzables para quienes ganan un sueldo mínimo. Tal vez, la ausencia de ruido tenga que ver con la tristeza que expresa la ciudad puerto ante la imposibilidad de sostenerse a sí misma como núcleo contenedor de un conjunto social que la supo ver en su esplendor. Un ejemplo de cómo opera la psicopolítica.

Todo está ahí. Al alcance de la mano. La historia también. En un universo donde la política se esconde detrás de la maquinaria de las redes sociales y la virtualidad se empecina en buscar el asesinato de la verdad, lo real concreto termina por adquirir su dimensión específica y determina la relación de fuerza entre lo social y lo político.

La ropa tendida en la casa del Pepe Mujica, como la naturaleza de las cosas. La humanidad que no se pierde aun con el inexorable paso del tiempo y su orden natural. Para las y los uruguayos, el Pepe representa la metafísica política del país posible. El vivir bien es la consecuencia de las políticas que ejecutó ese hombre natural, humano. No son muhcos los que cuentan con el prvilegio de instalarse en el corazón del pueblo trabajador. Por eso, como bien dijo el Secretario General de la Seccional Río de la Plata, Martín Tomassini, “los homenajes se hacen en vida”.

 

 

 

 

 

 

30/5/2024

Subir