*Por Guadi Calvo
Finalmente, el presidente norteamericano Joe Biden, ha obtenido su primer logro en el año que lleva de mandato. En un ejercicio único de cinismo e hipocresía, extremó la situación en Ucrania, para dejar como única opción al presidente Putin, la ofensiva demoledora que ahora la prensa atlantista trata de invasión y muchos se esfuerzan en comparar con la invasión alemana a Polonia o Checoslovaquia, pero nadie con la invasión norteamericana a Yugoslavia o a Irak, a Libia a Afganistán, sin mencionar a Palestina o Líbano por parte del sionismo o a Yemen, por intermedio de sus socios sauditas, solo por nombrar las más resonantes de las últimas décadas.
La decisión rusa de las primeras horas del jueves veinticuatro, ha puesto al mundo en un estadio de tensión, si bien no desconocido tras la Segunda Guerra, habría que recordar la “Crisis de los Misiles” (Cuba) en 1962, si desde el fin de la Unión Soviética, no se producía nada parecido, ya que cuando Estados Unidos decidió iniciar la guerra en Yugoslavia, Rusia todavía se debatía en la trágica caída del bloque socialista, lo que le impidió cualquier tipo de acción.
Si bien ya pasada más de un día del inició de las acciones rusas, la información sigue siendo confusa, al tiempo que los agentes de comunicación atlantistas, ocupando todos los medios de occidentales, confundiendo, tergiversando y mintiendo abiertamente sobre los orígenes del conflicto, que solo tiene una explicación: la intención rusa de seguir existiendo.
Sin duda Moscú, al embarcarse en semejante empresa, no va a dilapidar lo conseguido, por lo que cada soldado ruso muerto, cada bien ruso dañado lo va a cobrar con creces. La guerra que tanto promovió el Departamento de Estado, que por ahora se encuentra limitada a Ucrania, ha ajustado la cuerda en las gargantas de todos los mandatarios de la Unión Europea (UE) que denostaron al presidente Putin, desde que se inició la crisis, y por estas horas deben estar buscando la manera de no pagar la brabucona. Algunos analistas económicos anuncian un inmediato aumento en gas y petróleo, el que se hará imposible para muchos europeos, los que podrían convertirse en el misil más letal de los arsenales de Vladimir Putin.
Nuevamente occidente tiró de la cuerda al punto del quiebre y ahora tiene a Rusia decidida, esta vez sí, a poner un punto en las pretensiones de la OTAN e impedir la entrada a esa organización de Ucrania, como no lo hizo con otros tantos países que conformaban la antigua Unión Soviética o de su órbita de influencia (Hungría, Polonia, Checa, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía, Croacia, Albania y Montenegro) instalando un peligroso vecindario en las fronteras rusas.
La decidida acción de Moscú, no solo tiene como objetivo de evitar el ingreso de Ucrania, a la OTAN, sino también, desmilitarizar y desnazificar ese país, donde grupos manifiestamente fascistas forman parte del gobierno, las fuerzas de seguridad y militares, y son las que han alentado y protagonizaron las acciones en el golpe de 2014 contra el presidente democráticamente elegido, Viktor Yanukovich, una operación que además de involucrar a vastos sectores de la ultraderecha ucraniana, intervinieron la CIA, otras inteligencias occidentales y el gobierno de Polonia. Estos grupos neonazis, también dinamizaron las guerras contra las Repúblicas Populares de Donbáss y Lugansk, seccionadas de Kiev, tras la instauración del golpe.
Muchos se preguntan ahora, por qué el presidente Putin en sus últimas declaraciones se refiere tanto a la invasión nazi de 1941 y todo lo que vino después. Sería bueno recordar que, a la entonces Unión Soviética, aquel episodio le costó 27 millones de almas y la destrucción de su sistema productivo, el que le llevó décadas reconstruir, al costo de más millones de muertos por hambrunas y epidemias. Por lo que para un ruso espeluznarse por la palabra fascismo sin duda debe estar ya en su ADN.
La operación rusa contra el régimen de Kiev, abarcó importantes sectores de su territorio, realizando ataques con misiles y helicópteros, poniendo a tiró de piedra la capital ucraniana tras la rápida caída de la “poderosa” base aérea-militar de Hostomel, próxima a la capital, por lo que posiblemente dicha ciudad este cayendo mientras escriben estas líneas. Rusia además ya ha destruido arsenales, aeropuertos e infligido daños letales a la armada.
Las imágenes de las agencias muestran a cientos de miles de autos abarrotando las rutas ucranianas, intentando escapar hacia la Europa blanca, la misma que en 2014, había prometido incorporar al país a la Unión Europea si finalmente rompía los lazos con Moscú, lo que pasados ocho años sigue sin verificarse.
Mientras que, al norte del país, en cercanías de la frontera con Bielorrusia, en el cruce fronterizo de Senkivka, se ha registrado el avance de blindados rusos, en búsqueda de las rutas que conducen a la capital, mientras por las fuerzas rusas cruzaron la frontera ocupando territorio, que hasta unas horas antes era controlado por el gobierno del presidente Volodímir Zelenski, sin encontrar ninguna resistencia.
El pretexto ucraniano
Mientras, Volodímir Zelenski, el por ahora presidente ucraniano, está cayendo en la cuenta que la OTAN le ha hecho el gran cuento del tío y se permitió ser azuzado como un perro para ladrar al otro lado de la cerca, ahora que su vecino se ha fastidiado y llega a castigarlo, descubre que está solo como un alma en pena, y reclama inútilmente que sus patrones lleguen a socorrerlo, lo que sin duda ya es irremediablemente tarde. Por lo que está llamando de manera desesperada a Moscú, un conmiserado alto el fuego.
La nueva situación en Ucrania, más allá del obvio éxito militar ruso, no deja de aportar a los intereses de Washington una gran dosis de esperanzas, para sacar al gris gobierno de Biden del estado de anomia que alienta las esperanzas de Trump y sus seguidores.
Las cataratas de sanciones disparadas desde todas las capitales occidentales obedientes de los Estados Unidos, parecen tener un solo fin, y no es el de buscar quebrar la economía rusa, deseo bastante improbable, sino soliviantar los ánimos de las elites moscovitas, que podrían incluso hasta plantear un golpe de estado contra Putin.
Si bien ese deseo de Biden, no se verifica en la realidad, ni tampoco que la actual situación desemboque en una Tercera Guerra Mundial, ya que si bien antes de la intervención rusa en Ucrania, era casi improbable que la OTAN se envuelva en una guerra de consecuencia apocalípticas, pero si es muy posible que el fin último del Departamento de Estado, sea dejar involucrada a Rusia, en una guerra regional, al mejor estilo, como ya lo ha anunciado Washington de Chechenia y Georgia, que si bien no sería en primera fase un desgaste militar para Moscú, de extenderse en el tiempo e incrementar las bajas de ambos lados, si lo seria desde lo político y también desde lo económico, intentando replicar la guerra antisoviética de Afganistán (1978-1992).
Una vez logrado los objetivos del Kremlin en Ucrania: Terminar con las aspiraciones atlantistas de incorporar a Kiev, desarticular la usina de las políticas anti rusas que ha desarrollado la CIA desde ese país tras el golpe de 2014 y asegurar la independencia de Donbáss y Lugansk, quizás el presidente Putin retrotraiga, en algunas semanas, más sus fuerzas a territorio ruso, eso dependerá sin duda de la información que reciba del servicio de inteligencia y también de arrancarle a Biden, alguna promesa más o menos cumplibles acerca del cese de sus agresiones contra Rusia, lo que resulta realmente improbable, ya que sus política belicistas hacia Moscú han sido vivificadoras para el inquilino de la Casa Blanca.
Por lo que quizás nos tengamos que preparan si bien no para una guerra en gran escala, que nos lleve al fin del mundo, si a una serie de pequeños estallidos que se activarán a lo largo de las fronteras ruso-ucraniana, utilizando como mano de obra mercenarios importados y militantes neonazis locales los qué hasta esta hora, se han excusado de aparecen en la primera línea de fuego a pesar de estar sonando la hora de la verdad.
*Periodista: Línea Internacional
25/2/2022