Por Redacción
El presidente Donald Trump marcó su regreso a la Casa Blanca con declaraciones controvertidas sobre América Latina. En su primer día en el cargo, afirmó que “las naciones latinoamericanas necesitan más a Estados Unidos que Estados Unidos a ellas”.
Consultado sobre las relaciones futuras con Brasil y la región, Trump expresó: “Deberían ser geniales. Ellos nos necesitan. Mucho más de lo que nosotros les necesitamos a ellos. Nosotros no les necesitamos. Ellos nos necesitan. Todos nos necesitan”.
El mandatario insistió en ratificar su histórica postura sobre el canal de Panamá, calificó de “error” la decisión de Jimmy Carter de transferir su control a la nación centroamericana. Este enfoque refleja una visión política alineada con intereses conservadores, como se evidencia en la designación de Marco Rubio como secretario de Estado, un nombramiento aprobado unánimemente por el Senado.
Rubio, de origen cubano, es conocido por su oposición a la normalización de relaciones con Cuba y sus aliados, entre ellos el Gobierno venezolano de Nicolás Maduro. Entre las primeras decisiones de Trump estuvo la reincorporación de la Isla a la lista de países patrocinadores del terrorismo, revirtiendo una medida de Joe Biden.
Por otro lado, la decisión generó una dura respuesta del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, quien calificó la acción como “fraudulenta”. Para el mandatario cubano, el objetivo de esta medida es “seguir fortaleciendo la cruel guerra económica contra Cuba con fines de dominación”.
El regreso de Trump planteó un realineamiento político en la región. Su cercanía con mandatarios reaccionarios, como Javier Milei, sugiere un posible fortalecimiento de vínculos bilaterales. Esta relación podría favorecer a Argentina en negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, además de atraer inversiones y ampliar la cooperación en seguridad. La proyección hecha por el gobierno libertario aún no tiene su correlato en las práctica.
Al mismo tiempo, la afinidad entre ambos podría consolidar la influencia de Trump en Latinoamérica, alineándolo con figuras como Nayib Bukele en El Salvador. Este nuevo periodo en la Casa Blanca promete reconfigurar la dinámica entre Estados Unidos y América Latina, con un enfoque claramente conservador y centrado en los intereses estratégicos norteamericanos, mientras el gobierno argentino confirma su subordinación y dependencia.