*Por Juan Manuel Martínez Chas
Desde su puesta en marcha el Centro de Estudios Laborales ha ubicado como un tema central de su actuación de acuerdo a los diversos gremios que lo componen la necesidad de que se adopten políticas por parte del Estado en favor de los sectores de la economía informal, de la economía social y solidaria, que hemos pasado a definir desde la construcción sociolaboral “economía popular”.
En ese marco hemos rescatado la experiencia de la Unión Obrera Ladrillera de la República Argentina (UOLRA) y el consiguiente empleo que se ha logrado a través del desarrollo de los emprendimientos familiares. Es por ello que este sindicato ha reformado su estatuto tomando en cuenta esta realidad, para habilitar la afiliación a la Unión de la ”familia ladrillera”, de los titulares de estos hornos artesanales del mundo laboral representativo tanto a los trabajadores en empresas formales y de la economía Popular.
Esa economía popular está presente en todos lados, por lo que el caso de la UOLRA es parte de un universo mucho más amplio. Podemos ubicar un momento clave de su crecimiento en la crisis del 2001-2, cuando la pobreza y el desempleo se dispararon rápidamente por la crisis de la convertibilidad de la década anterior.
Los trabajadores argentinos tenían una larga experiencia de creación de cooperativas de trabajo, con base en tradiciones mundiales iniciadas en el siglo XIX que buscaban alternativas al trabajo en relación de dependencia. Empresas propias, como respuesta a otros momentos de crisis. Desde fines de los años cincuenta, las políticas de ajuste de la economía llevaron a una nueva ola de empresas de trabajadores, como recurso para mantener las fuentes de trabajo de empresas estatales privatizadas. La crisis del 2001 agregó un impulso generalizado al fenómeno de las “empresas recuperadas”, ante quiebras.
En una perspectiva mundial, el trabajo en lo que denominamos economía popular está presente en muy distintos grados. Pensemos que en los países de mayor desarrollo (EEUU, Japón, los europeos) la proporción de trabajadores en relación de dependencia suele ser alrededor del 90% de la ocupación total. El margen para trabajo que no depende de un salario es mínimo.
En el resto de los países, esto cambia totalmente, y ese empleo, informal, social de subsistencia adquiere una importancia central, tal cual fue cotejado en la actual crisis Mundial a instancia del COVID- 19.- Por lo tanto, la economía popular es un fenómeno mundial, que en la tradición de la OIT queda vinculado con lo que se denomina “informalidad laboral”.
Es el caso de propuesta de “Renta Básica Universal” o el “Ingreso Garantizado”, que si bien fue planteada hace doscientos años, tiene un desarrollo de varias décadas, desde los estudiosos y algunos gobiernos. Una definición sobre la que existe consenso general es que es una “asignación monetaria universal permanente e incondicional”, es decir, se aplica a la totalidad de la población de un país, sin límite de tiempo, y sin contraprestación alguna.
Esta propuesta va en dirección a liberar a la enorme mayoría de la población (excepto el pequeño grupo rico rentista) a tener que vivir buscando un trabajo que le permita una existencia digna, junto a su familia. Si el comportamiento empresario habitual busca el menor costo laboral posible, los cambios tecnológicos y organizacionales aumentarán su poder de negociación, hacia un mayor componente de precariedad y, en general, una mayor tendencia al desempleo.
La única forma de reequilibrar la situación, dice esta propuesta, es que la gran mayoría de la población tenga un ingreso permanente, que le permita encarar con mayor facilidad la búsqueda de un empleo remunerado o directamente la producción de manera autónoma.
Pensemos en las enseñanzas del Papa Francisco desde el Vaticano, que con la Laudato SI y otros textos reveladores desarrolla una concepción sobre la “centralidad del trabajo”. Revisemos rápidamente esos pensamientos, con citas textuales:
“Más allá de los intereses limitados de las empresas y de una cuestionable racionalidad económica, el objetivo prioritario es el acceso al trabajo por parte de todos, y una vida digna a través del trabajo. El trabajo no puede entonces considerarse como una mercancía ni un mero instrumento en la cadena productiva de bienes y servicios”.
“La centralidad del trabajo en la vida humana excede con creces su dimensión económica. El trabajo hace posible el desarrollo de todas las potencialidades y también de la cooperación. Es el medio que hace posible la vida de cada familia y la convivencia en comunidad. La persona florece en el trabajo. Persona y trabajo son dos palabras que pueden y deben juntarse. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal”.
En este marco, la preocupación de Francisco señala que “la mercantilización del trabajo lleva a la deshumanización sustitutiva en forma de automatización y robotización, a las posturas del “fin del trabajo” y al determinismo tecnológico y el nuevo paradigma neoliberal: “no hay alternativa”.
Al fenómeno general de la explotación y la opresión, el Vaticano agrega una nueva dimensión: los “descartados” (“desechos”, “sobrantes”). La diferencia está en que con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en la periferia (“abajo”), o sin poder, sino que se está “fuera”, en condición de sujetos “sin horizontes, sin salida”. Esta cultura del descarte considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo.
Francisco ubica entonces la importancia de la economía popular como estrategia de sobrevivencia de los excluidos, y nos convoca a las organizaciones sindicales a establecer una alianza clara con los movimientos sociales que los representan.
El salario universal o mínimo en Argentina, no será RENTA SINO SALARIO, aquí la terminología es muy importante. Hablamos desde la cultura del trabajo garantizado y de los poetas sociales que han creado sus propios puestos de trabajo.
En el marco del sistema capitalista evidentemente no todo el empleo es productivo y en esa concepción que hay que cambiar se desdeña los trabajados de naturaleza comunitaria y creados de las propias construcciones sociales, economía cuidado, reciclado, los emprendimientos familiares, Textiles y producción de alimentos (Agricultura Familiar).
Se trata de poner en valor estos trabajos, y asignarles una remuneración con protección social en gran escala que sirva fundamentalmente para obviamente incluir en el seno del trabajo decente y lo que el Papa denomina trabajo digno, a este conjunto que ha demostrado ser millones de trabajadores, muestra de ello lo constituye el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE- decreto 310/20) que rebasó con creces las propias estadísticas del Estado.
Debemos encontrar el punto donde el trabajo garantizado y el salario mínimo universal en un proyecto global y nacional contra la precarización sean la base de reconstrucción nacional. De esa manera esa medida implicara el eje central para combatir la pobreza y la informalidad y poder dejar de lado las desigualdades estructurales y de género que son preexistentes y se han manifestado con contundencia en esta reciente pandemia.
La re significación del trabajo, es sin duda la re significación del bien común y la vida, colocar en concreto el trípode Tierra, Techo y Trabajo, que el Papa Francisco ha resumido como la virtualidad más presente de la doctrina social de la iglesia. Este eje a través del Salario Mínimo y el Nuevo Trabajo en su amplia concepción, aquel que sostiene la vida, será la base para la reconstrucción de
nuestras sociedades.
*Abogado Laboralista. Docente. Doctor en Derecho del Trabajo (UNTREF). Master en Empleo, Relaciones Laborales y Dialogo Social (UCLM) Asesor Legal de Sindicatos
18/7/2022