La insistencia de algunos sectores del peronismo de presentar a Donald Trump como un rupturista que aplicará al interior de Estados Unidos políticas afines a los principios justicialistas peca de inocente y encubre la justificación del abandono de la Tercera Posición. En un mundo con poderes económicos, políticos y bélicos en pugna, el apoyo a una vertiente del proyecto civilizatorio liberal descompone toda posibilidad de liberación nacional.
Argentina no opera como un socio bilateral con Estados Unidos. Las relaciones comerciales y políticas son asimétricas. Que Trump intente recomponer su propio mercado interno y pretenda asumir el rol del desarticulador del globalismo financiero no necesariamente representa un factor de mayor equilibrio para nuestro país. El republicano es un defensor del atlantismo y su actual proyecto parece reivindicar el viejo anhelo imperial sajón de la potencia unipolar.
El peronismo no puede quedar atrapado en la falsa disyuntiva de la unipolaridad versus la multipolaridad. Sin independencia económica y sin soberanía política, es decir, sin causa de liberación nacional, el carácter de subordinación en cualquiera de los dos frentes persistirá. Persiste, en diversos sectores internos, la prerrogativa de ponderar el nacionalismo del mandatario estadounidense, pero el mismo va en contra de los intereses de nuestra patria y condiciona nuestra liberación.
Trump no es un mero empresario con conciencia nacional, representa a un sector de la oligarquía yanqui e internacional. Su necesidad electoral lo llevó a tender puentes con la emergente oligarquía tecnológica representada por Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Sam Altman, Tim Cook y Rupert Murdoch, entre otros. A partir de esta nuestra estructura económica se sustenta una nueva arquitectura política y de poder que indefectiblemente no tiene los mismos intereses nacionalistas que el actual presidente de Estados Unidos.
Que Musk integre el gabinete del nuevo gobierno no es casual ni se trata de una visión táctica de Trump. El nuevo poder de Estados Unidos, con vocación globalista, no pretende estar en las sombras de la política manejando el entramado de relaciones y acciones detrás del decorado. Por el contrario, desea estar presente en el gobierno para controlar y ejecutar el designio de su propia política.
El fundador de Amazon, Jeff Bezos, ostenta una riqueza cercana a los 239.400 millones de dólares. Elon Musk, también CEO de Tesla y dueño de X, asume un capital de 433.900 millones de dólares. Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, tiene una fortuna que ronda los 1.100 millones de dólares y el expresidente de Fox News, Rupert Murdoch, también relacionado al ámbito tecnológico, tiene en su haber un capital de 22.200 millones de dólares.
Tanto dinero condicionaría a cualquier gobierno en cualquier parte del planeta. Pero es Estados Unidos y allí, tanto tenés tanto valés. Si bien solo una parte de los oligarcas tecnológicos apoyó a Trump en un principio, ahora todos juntos buscan su lugar en el universo de las nuevas oportunidades.
Ahí está, en parte, la razón de la guerra comercial que Trump va a emprender contra China. Ya no se trata de una producción industrial en masa, el capital tecnológico no lo necesita. La diversificación del negocio y del poder está relacionada a la acumulación de datos y a la disputa de poder por la apropiación de recursos naturales y conocimiento. No es banal la idea de Silicon Valley en un país dentro de otro país. Ahora, de manera más tajante, se asume con un Estado dentro de un país.
Para los liberales en este entramado, un país atrasado como Argentina no puede cumplir otro rol más que el de vasallo. Esto, al mismo tiempo, propende históricamente a sostener el poder de la oligarquía local, siempre afecta a responder como súbdita de la política sajona. Por eso, Milei oficia de asqueroso chupa medias de Trump. Amén que implora por un puñado de dólares para sostener el andamiaje financiero, que le posibilita armar una propaganda anti-nacional bajo el signo de otras falsas representaciones.
El peronismo peronista no puede ni debe caer en esta trampa. Claro, hoy una gran parte de la dirigencia de superestructura decidió abandonar la filosofía de liberación nacional para sostenerse dentro de la ingeniería electoral que promociona la democracia liberal y pretende vigorizar el contra social de esa estructura. Por eso es que también, algunos dirigentes y dirigentas afirman que la Tercera Posición solo estuvo vigente mientras el mundo se dividía en dos frentes. Pero la Tercera Posición es política y estratégicamente pensada como el corpus de la liberación.
El pecado original reside en asumir esa postura como absoluta y determinante. En el fondo porque desprecian el pensamiento de Perón y también un poco por pereza intelectual. El problema es que parece no entenderse que sin liberación nacional no hay realización posible por más que el mundo sea multipolar o unipolar. No es tan solo un problema de alineamiento. Algo que, curiosamente, tampoco comprende Milei, aunque sus intereses responden precisamente a la estructura de la semi-colonia. Claro, estas posiciones sirven para justificar las claudicaciones presente y futuras.
Y ahí vuelve Perón, el conductor estratégico de las unidades tácticas: “Entiendo que hay dos clases de libertades: la Libertad de las Naciones, basada en la libre determinación de los pueblos, en la soberanía política y en la independencia económica, y la Libertad del Hombre, consistente en el respeto de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes”.
¿Qué tan profundo es el olvido del peronismo sin Perón de esta filosofía ontológica de la liberación? Otra vez recurriremos al General: “Algunos pretenden que los hombres pueden ser libres en una colonia de dominio político o económico”.
Está claro que se necesitan establecer alianzas geopolíticas que permitan la realización nacional lejos del sometimiento pasado y presente. No obstante, muchos olvidan que Estados Unidos fue y es, un enemigo declarado del peronismo, basta con detenerse a escudriñar quienes estuvieron detrás de los golpes del ’55 y del ’76, para refirmar esta concepción. Bajo esa mirada, cualquier defensa a Donald Trump carece de valor estratégico para la causa nacional.
En este contexto de parquedad asistida, es necesario retomar el análisis de las condiciones que nos subyugan en el imperio de la semi-colonia. Trump no resolverá los problemas de Argentina, por el contrario, puede que llegue a profundizarlos. Aún así, el peronismo tiene la obligación de romper las cadenas de la gerencia de cargos electorales y recuperar su ética doctrinaria. Eso implica volver a conformarse como un Movimiento Nacional.
“Para hacer maquiavelismo, lo primero que hay que poseer es un Maquiavelo. De lo sublime a lo ridículo hay un solo paso. Lo sublime no es darlo”, Juan Domingo Perón. En definitiva, poner el caballo delante del carro es pegarse un tiro en el pie.
21/1/2025