*Por Guadi Calvo
A un año de comenzada la guerra civil sudanesa, más cerca que de su resolución, se encuentra una hambruna que podría no tener precedentes, afectando a cerca de treinta millones de personas ubicadas entre Sudán, Sudán del Sur y Chad, acorraladas por la falta de recursos y el conflicto que se extiende y exacerba cada día.
Desde noviembre pasado, la ciudad de el-Fasher, la capital de Darfur del Norte, se encuentra bloqueada en el norte y noroeste por el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), lo que está provocando una grave crisis humanitaria en el interior de la ciudad debido a la escasez de alimentos y suministros médicos, que provoca el aumento en los precios de los pocos productos que todavía quedan disponibles en los comercios de la capital provincial.
A esta realidad se le suma que, en los últimos meses, han llegado a el-Fasher miles de desplazados provenientes de toda la región, pero fundamentalmente de la ciudad del Nyala, capital de Darfur del Sur, distante unos 180 kilómetros, que los paramilitares tomaron en noviembre del año pasado. Lo que eleva el número total de la población por sobre las seiscientas mil civiles.
El-Fasher es la última capital de las cinco provincias que conforman la región de Darfur, que todavía se encuentra bajo el control de las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS), apoyadas en este caso por el grupo de autodefensa conocido como Fuerza de Protección Conjunta de Darfur, compuesta por milicianos de las distintas organizaciones irregulares que han surgido a lo largo de este último año de guerra para resistir los avances de la FAR. Además, los paramilitares de origen árabe están realizando una limpieza étnica contra las poblaciones negras, repitiendo el genocidio de 2003 a 2008 en todo Darfur. Mientras tanto, los habitantes de las localidades cercanas, prácticamente sin protección alguna, han huido sin rumbo fijo antes de que se produzca el asalto final, sumándose a los diez millones de desplazados internos que generó el conflicto.
Fuentes locales el sábado cuatro coincidieron en denunciar que la situación humanitaria se agravó de manera ya crítica en la última semana. En particular, por el estado de los hospitales, lo que ya ha provocado el cierre de, por lo menos, dos de los principales: el Sayed El Shuhada y el Abu Shouk Hilla, por carecer de energía e insumos.
Debido al asedio de los paramilitares, solo el dos por ciento de las necesidades médicas y alimentarias de la ciudad de el-Fasher han podido ser abastecidas por los convoyes que han llegado, tras atravesar no solo el bloqueo de las FAR, sino también de superar los continuos asaltos y saqueos que estos transportes sufren en todas las rutas del país, ya no solo a manos de las propias FAR y los diferentes grupos de irregulares, que como en Darfur, también han surgido en prácticamente todas las regiones del país, sino también bandas criminales y pobladores en general, que en la desesperación, no les ha quedado más que apelar al robo.
Los trayectos de entre 1500 y dos mil kilómetros que esos convoyes deben hacer desde Port Sudan, en el mar Rojo, que es ahora el centro de concentración de toda la ayuda internacional, en un viaje que puede demorar hasta cuarenta días por las constantes detenciones en procura de permisos de paso por las diferentes jurisdicciones, que al capricho de la guerra cambian de mano de manera constante.
Recién a finales de abril, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) expresó “su profunda preocupación por los enfrentamientos en curso y la catástrofe humanitaria relacionada con el-Fasher”, reclamando a ambas partes que detuvieran inmediatamente los ataques a la ciudad. En esa misma dirección apunta el pedido de líderes de la tribu Zaghawa, la etnia más perseguida por las FAR, al presidente chadiano, el general Mohamed Idris Déby, para que actúe de mediador entre las dos fuerzas que disputan el-Fasher, y se evite el asalto final de las FAR, lo que significaría una masacre que duplicaría el número total de los muertos desde que comenzó la guerra en abril del año pasado y que ya se aproximan a los doscientos mil (Ver: Etiopia: Sudán, una guerra sin horizonte).
Mientras tanto, el ejército conducido por el general Abdul Fattah al-Burhan y los paramilitares del seudo general Mohamed Hemetti Dagalo continúan profundizando el conflicto. Con recursos que parecen infinitos, la situación en los campos de refugiados se agrava al punto de que ya existen denuncias, por ejemplo, en el de al-Lait, en el norte de Darfur, donde han comenzado a comer tierra. Para ello, amasan una bola para después tragarla con agua. El campamento de al-Lait es solo uno de los trece que existen en el norte de Darfur, donde se estima estarían viviendo la misma situación.
En Darfur Occidental, la crisis alimentaria ha obligado a los campesinos cuyos plantíos fueron robados y destruidos por las FAR a alimentarse con las semillas que tenían acopiadas para la futura siembra. En Kordofán, una región ubicada prácticamente en el centro del país, sus pobladores se han visto obligados a vender todos sus bienes para comprar alimentos y medicinas. Mientras tanto, en algunos barrios de Jartum, la capital del país, muchas personas que se encuentran sitiadas en sus viviendas se están alimentando con hojas de árboles, que hierven para hacerlas más comestibles.
A esta situación prácticamente han sido reducidos prácticamente la totalidad de los cincuenta millones de sudaneses, aunque se estima que hay unos veinte millones que ya se encuentran en “estado de hambruna”. Se estima que la guerra redujo la producción de cereales básicos como trigo, sorgo y mijo casi en un ochenta por ciento en comparación con el promedio de los cinco años anteriores. Diferentes organizaciones internacionales han coincidido en que la crisis alimentaria ya es incontenible y que están dadas las condiciones para que en Sudán estalle una hambruna que desde hace décadas no se vive.
Según la clasificación de la Red de Sistemas de Alerta Temprana contra la Hambruna (FEWS NET), el término “hambruna” se aplica cuando el área tiene niveles extremos de desnutrición aguda y mortalidad. La mayoría de estos datos no se han podido actualizar debido a los constantes cortes de electricidad, telefonía e internet que se sufren en diferentes áreas del país, y más aún cuando en algunas desde hace meses esos servicios nunca han retornado. Desde el oeste de Sudán, miles de ciudadanos de Darfur escaparon a Libia y Chad, donde todos los campamentos para refugiados han sido desbordados y la ayuda es en todos los casos insuficiente.
Guerra al refugiado
Mientras, a lo largo de todo el país, se repiten situaciones como la de el-Fasher, en las que los combates se multiplican y el número de bajas aumenta cada día, tanto por la violencia como por el hambre y las enfermedades. La situación de los que han tenido la “suerte” de escapar del país no es mucho mejor. Ya hemos analizado el cuadro de persecución que viven los cientos de miles de sudaneses que han logrado llegar a Egipto. (Ver: Sudaneses en Egipto, sin lugar para existir.)
El cuadro de situación para quienes han cruzado a Etiopía no es mucho mejor. Se conoció que el pasado primero de mayo, más de mil de los ocho mil residentes del campo de Kumer, administrados por las Naciones Unidas en la región etíope de Amhara en el norte del país, a unos setenta kilómetros de la frontera con Sudán y donde en este momento se están produciendo fuertes enfrentamientos entre las milicias locales y las fuerzas federales de Adís Abeba, que ya han dejado más de trescientos muertos, han debido escapar después de haber sufrido ataques y robos por parte de las milicias locales. La agencia para refugiados de N.U. (ACNUR) confirmó la noticia, que ni Adís Abeba, la administración regional de Amhara, la policía federal y la agencia nacional para los refugiados comentaron.
De los cerca de dos millones de sudaneses que escaparon del país desde que estalló la guerra civil, unos treinta y cinco mil se refugiaron en Etiopía. Allí, como en el campamento de Kumer, enfrentan situaciones de extrema inseguridad que, en el transcurso de los meses, ha ido en aumento. Los refugiados han denunciado secuestros por los que se reclaman rescates casi imposibles de pagar, además de asesinatos, robos y múltiples violaciones.
Por lo visto, la guerra que comenzó en abril del año pasado entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y el ejército regular, y la organización paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), ha elegido a la población civil como el blanco favorito para probar sus destrezas bélicas, a la que, si no matan por violencia, la aniquilan por hambre.
*Escritor, Periodista, Analista Internacional: especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
7/5/2024