Opinión

Sombras nada más

Si existe un fútbol moderno, adulado por esos periodistas que suelen odiar el juego simplemente por no saber de qué se trata, es porque en algún momento hubo otras formas de salir a la cancha sin necesidad de darle tanto vuelo a la táctica y al dibujo técnico. A pesar de todo, el fútbol es un juego simple que no reviste mayores secretos que el de ubicar las piezas en el lugar correcto.

Cuando Gago llegó a Boca, el 14 de octubre de 2024, contaba con una ventaja: conocía el pasado reciente y los errores que cometieron sus predecesores, tanto Diego Martínez como Jorge Almirón. Por lo tanto, es probable que en su cabeza tuviera cierta idea de cómo él pararía en la cancha a su Boca ideal. Sin embargo, la realidad parece refutar esta posibilidad. Igual que los técnicos anteriores, con 17 partidos encima, el actual DT del Xeneize no le encuentra el agujero al mate.

Entre los tres técnicos existen ciertas similitudes que van más allá del estilo de juego: ellos ponderan por encima de las necesidades del club la vigencia de sus conceptos y de su táctica. Antes que nada, quieren tener razón y eso les impide avanzar en la búsqueda de una línea de juego que esté en sintonía con la historia de Boca.

Gago no busca que el equipo de la Ribera gane. Su búsqueda está relacionada con la idea de renovación del juego, que en realidad imita a ese fútbol livianito, ligero, que se practica en las ligas europeas. Entonces emerge el experimento y así se rota partido a partido, se exige que los jugadores sean polifuncionales, que estén más preocupados por destruir el juego del contrincante que por crear el propio. El “wing” tiene que correr al lateral por toda la cancha y el 10, bueno, el 10 ya nunca volverá a jugar de creativo porque se incluye en la línea del medio para gestar un bloque que vaya y vuelva sin sentido atrás de la pelota.

No son pocas las ocasiones en las que suele ver a jugadores desorientados, respecto a su posición, dentro de la cancha. Ni hablar cuando se monta ese espectáculo espeluznante que se llama línea de cinco, donde se vende el humo del juego ofensivo, pero los tres delanteros no patean al arco rival porque tienen que correr sin sentido por todo el ancho y largo de la cancha. Ahí emerge el fútbol físico, donde se corre más de lo que se juega.

Este estilo de juego rompe, quema y cansa a los jugadores. Sobre todo cuando se apela a la estúpida razón de rotar todos los partidos el equipo. Así, parece que vemos jugadores desganados en la cancha: ¡Y sí, si soy número 10 y tengo vocación ofensiva, cómo es que me tengo que preocupar de marcar al central contrario por toda la campo durante todo el partido! ¿Cuándo juego? Si no sé cuál es mi verdadera posición y la pelota no me llega nunca, ¿cómo no me voy a fastidiar?

Imaginemos que, en un encuentro de amigos, en cancha de cinco o de ocho, quisiéramos por instante modelar el bosquejo de Gago. No se podría. Porque en esos juegos, que obviamente no son profesionales pero sí anida la identidad nacional, no hay manera de jugar a no ganar, aunque después se pierda por goleada. Cada pieza se ubica sola en la cancha y el juego fluye, aun cuando puede ser imperfecto.

El DT de Boca se empeña en fracasar por no saber corregir. Su concepción de juego está relacionada con ese correr sin sentido, donde lo necesario parece ser ocupar espacios en la cancha para aprovechar los errores del rival sin gestar juego alguno, aun cuando se tengan jugadores de buen pie. Más allá de los flojos rendimientos del último sábado contra Racing en Avellaneda, se pudo observar cómo el equipo siempre estuvo parado en línea.

De este modo el medio quedó pagando siempre – sobre todo con  la implementación de esa otra gran mentira que es el doble cinco- y jugadores como Palacios y Alan Velasco nunca se pudieron juntar.  A Racing, el partido le quedó fácil: cortar esa línea por adentro con dos volantes adelantados era suficiente para ganar el medio y manejar el partido. Gago, al observar esto, no tuvo intenciones de acomodar el partido. Los creativos se diluyeron, los que pelean la pelota no ganaron en ningún momento.

. Gago llegó a Boca con la ventaja de conocer el club. Pero no se calentó en mirar más allá de su traje caro. Ahí están los equipos de Tabares y de Bianchi. Incluso el de Basile, donde él fue una pieza clave. No saber mirar hacia la historia, tener la soberbia de portar un apellido con cierto lustre y no querer aprender ni escuchar, tiene su precio.

Al perder, de la manera que perdió contra Racing el último sábado, Gago solo se puso la espada del tiempo y del resultado sobre su cabeza. Ahora todo es contra reloj y con los resultados en la mano. En las tribunas, la paciencia se agotó porque el actual técnico no supo mirar hacia el pasado reciente para no cometer los mismos errores. Incluso, tampoco parece haber aprendido nada de su biografía. Si no corrige, sabemos cómo termina la historia.

¿Por qué Boca no ha recuperado su identidad? Porque se quiere imitar lo que no le es propio. Lo que no parece entender desde la dirigencia hasta los técnicos es que Boca no se hizo grande por mirar para afuera, sino porque hizo carne la identidad de su barrio, su idiosincrasia. Lucha, sacrificio y juego. Pero estos tipos no conocen La Boca más allá de las postales turísticas. Claro, no es lo único. Persisten en la idea de socavar al fútbol argentino, por eso miran más para Europa que para el interior.

El propio Riquelme lo dijo una vez: “El fútbol es simple”. Cuando eso se internalice, puede que Boca vuelva a renacer y a recuperar algo de la gloria que perdió. Mientras tanto, vamos tanteando el terreno a ciegas, probando sobre la marcha cómo ensamblar los caprichos de un DT. En algún momento hablaremos de los jugadores y de los referís. Ahora, es momento de pensar en Boca.Por eso tiene que ser claro el mensaje: Ningún DT, ningún presidente, ningún jugador está por encima de la Azul y Amarilla.

“Por la camiseta de Boca ganara o morir”.

 

 

 

10/5/2025

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