*Por Guadi Calvo
Tras el ataque explosivo, reivindicado por la organización terrorista al-Shabbab, al restaurante del hotel Pearl Beach, en la playa de Lido, uno de los más lujosos de Mogadishu, la capital de Somalia, resultaron muertas, nueve personas: seis civiles y tres militares, además de que otras veinte fueron heridas.
Después del rescate de las noventa personas que se encontraban allí, las fuerzas de seguridad no especificaron si entre los muertos, heridos o rescatados ilesos, alguno era parte del grupo atacante. Sobrevivientes, informaron que, después de una gran explosión, varios muyahidines entraron al local abriendo fuego contra los comensales y tomando posiciones en el lugar, para resistir el asedio de las fuerzas de seguridad, demoraron unas nueve horas para desalojar a los atacantes.
No conformes con la operación del viernes contra el hotel Pearl, al domingo once, los terroristas fracasaron en el intento de asesinar a un alto jefe policial en Mogadishu, detonando un artefacto explosivo improvisado o IED (por sus siglas en inglés) pegado a su auto. Otros dos de este tipo de artefactos fueron, pocas semanas atrás, por los escuadrones urbanos que operan con frecuencia en la capital.
Al-Shabaab, sigue siendo la khatiba más letal, de las que todavía son tributarias de al-Qaeda global, la organización fundada en Peshawar (Pakistán) en 1988 por Osama bin Laden y Ayman al-Zawahiri, ambos ya abatidos por los Estados Unidos.
Las operaciones, contra restaurantes, hoteles y otros sitios con presencia masiva de civiles, se han convertido en la marca registrada de la organización fundada en 2006, como emergente de la disolución de la Unión de Cortes Islámicas o Ittihād al-mahākim al-islāmiyya, gran animador de la guerra civil que se librará entonces en el país africano, y cuyas consecuencias se han perpetuado en esta guerra. El último de este tipo de ataques se había registrado el pasado diciembre, cuando fue atacado el hotel Villa Rays en cercanías del palacio presidencial, en el que murieron catorce personas.
Los ataques de la organización terrorista somalí, son cotidianos a lo largo de prácticamente todo el territorio nacional, desde las áreas rurales a los núcleos urbanos más densamente habitados. Las consecuencias de este estado de cosas han sido trágicas para el funcionamiento del país, llevando a lo que se considera como la más clara referencia del estado fallido.
Operaciones terroristas, como la que provocó más de 800 muertos, miles de heridos y unos 600 desaparecidos, en octubre 2017, por la detonación de un camión cargado de explosivos, en la intersección conocida como K5, un área de gran actividad comercial en el barrio de Zobe (Mogadishu), la que se repetiría exactamente igual, en ese mismo lugar, en octubre del año pasado, dejando esa vez, unos cien muertos y cerca de 300 heridos, han puesto a al-Shabbab, en lo más alto de las organizaciones terroristas más letales del mundo.
La acción del pasado viernes nueve, contra el Pearl Beach, ya, se han producido en unas veinte oportunidades en Mogadishu, desde que al Shabbab fue desplazado del control de la capital en 2011, que también ha llevado sus acciones a Kenia, donde ha generado, fiel a tácticas e intentando alcanzar la mayor cantidad de civiles, realizó, cuatro ataques de gran magnitud: en 2013, contra el centro comercial Westgate en Nairobi, la capital keniata, donde dejó más de setenta muertos.
En junio de 2014, una gran operación terrorista tuvo como blanco la localidad de Mpeketoni, y el gran centro turístico de Lamu, sobre el Índico, hasta donde los terroristas tras asaltar dos hoteles, un banco y una comisaría, asesinaron a cincuenta personas entre turista y locales; al año siguiente, el objetivo sería la Universidad de la ciudad de Garissa, a unos 370 kilómetros al noreste de Nairobi, donde fueron ejecutados unas 150 personas, entre alumnos y personal de la universidad; la última operación de gran magnitud fue en 2019, contra el centro hotelero y de convenciones 14 Riverside Drive, en pleno centro de Nairobi, que se saldó con una treintena de muertos y decenas de heridos.
Además, al-Shabbab, sigue cometiendo operaciones relámpago a lo largo de la frontera somalo-keniata, de manera recurrente, contra buses, obradores y unidades militares, donde los resultados, no son de gran magnitud, pero de todos modos sigue acumulando muertos.
Etiopia, también ha sido objeto de diferentes acciones de al-Shabbab, pero no han logrado tener la contundencia, que se conocen en Somalia o Kenia. A pesar de múltiples intentos, los wahabitas somalíes no han conseguido instalarse en territorio etíope. Su último intento lo realizó, en julio del año pasado, mientras en ese país se libraba la guerra civil de Tigray, cuando una fuerza de más de dos mil muyahidines, irrumpió por varios pasos de los 1600 kilómetros de la frontera en común, consiguiendo penetrar hasta unos 150 kilómetros, en el interior etíope, hasta que fueron contenidos y expulsados.
El pasado miércoles siete, las fuerzas etíopes repelieron un ataque terrorista contra la base militar de la ciudad somalí de Doolow, la región sureña de Gedo.
Final con metáfora
Tras asumir la presidencia del país en mayo del año pasado, Hassan Sheikh Mohamud, comenzó a estructurar su principal promesa de campaña: “guerra total al terrorismo”, lanzado desde agosto del 2022, un sinfín de operaciones contra las posiciones de los integristas, con la participación cada vez más importante de los Estados Unidos y el apoyo de las diferentes milicias de autodefensa de los clanes del centro del país.
El plan del presidente Mohamud, también incluye un profundo control financiero y la prohibición de cualquier tipo de expresión de apoyo o exaltación del terrorismo.
A casi diez meses del comienzo de las estrategias del gobierno, si bien ha causado numerosas bajas a al-Shabbab, los terroristas, lejos de amilanarse, responden golpe tras golpe, con tanta virulencia como lo hacen las fuerzas de Mogadishu y Washington.
Lo que está provocando, una vez más, el desplazamiento, de los habitantes de las áreas en operaciones, generalmente hacia Mogadishu o a campamentos próximos a la capital, ya desbordado desde hace años.
La última de estas grandes acciones por parte de los rigoristas se produjo a fines de mayo, con el ataque a la base militar de Bula Marer, a 130 kilómetros al suroeste de la capital, que pertenece a la Misión de Transición de la Unión Africana (ATMIS). En esa operación, los muyahidines, según las cifras oficiales, murieron 58 hombres, pertenecientes a las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda (Updf), que junto a Etiopía y otros países africanos participa en la lucha contra los terroristas. Según al-Shabbab, las bajas producidas a las fuerzas de la ATMIS, habrían sido 137 soldados, de una dotación cercana a los 250 hombres. El ataque a la base de Bula Marer, ha sido el más mortífero sufrido por los ugandeses en Somalia.
Son innumerables las acciones que desde la ofensiva iniciada por el gobierno central se vienen realizando en ciudades y zonas rurales del país, de donde nunca aparece un ganador claro, y que por momentos la magnitud de fuego de los takfiristas, parece estar en pie de igualdad, no solo con el Ejército Nacional Somalí (SNA), sino con el apoyo sobre el terreno de la Misión de Transición de la Unión Africana en Somalia (ATMIS), unos veinte mil hombres en su mayoría, de los ejércitos de Uganda, Burundi, Kenia, Yibuti y Etiopía; y el apoyo aéreo del Comando África de EE. UU. (AFRICOM), y la inteligencia de la CIA, que más allá de no reconocerlo, han permanecido en el país, desde la obligada retirada en 1993, lo que da a al-Shabbab un aura de invencibilidad. Este atascamiento, en las acciones militares en la región central de la operación lanzada en octubre, están demorando la segunda fase de dicha ofensiva que se cree sería en los estados sureños de Jubaland y South-West State.
Más allá de los golpes que se propinan al-Shabbab y las fuerzas anti insurgentes, que operan en gran escala en Somalia, cómo una metáfora brutal del conflicto, se conoció que veintidós personas, de ellos la mayoría niños, murieron el pasado viernes nueve, en cercanías de la ciudad de Qoryoley, a unos 120 kilómetros al sur de Mogadishu, tras el estallido de proyectiles para mortero, abandonados tiempo atrás, en cercanías de un parque infantil, en una guerra que parece no tener ni origen, ni destino.
*Escritor, Periodista, Analista Internacional: especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
15/6/2023