*Por Guadi Calvo
A lo largo de prácticamente todo el día sábado, un concierto de música celestial, sonó para el presidente norteamericano, Joe Biden y el resto de sus subalternos europeos, con los que conforman la OTAN. Excitados como adolescentes, algunos se apuraron a ilusionarse con el golpe que terminaría con el presidente ruso, Vladimir Putin. Otros avizoraron una guerra civil, que, por fin, no solo terminaría con Putin, sino que concluiría, finalmente, con una históricamente incómoda Rusia, fragmentada, disuelta, aniquilada.
Pero, mientras algunos, comenzaban a repartirse la ropa del finado, una vez más Putin los desilusionó. La crisis desatada por el jefe del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, qué no pretendía derrocar a Putin, sino a su Ministro de Defensa, el general Serguéi Shoigu, fue aniquilada apenas asomó la cabeza del huevo en que se gestó.
La apuesta de Prigozhin, a que su proclama sería acompañada, vaya a saber por quienes más, además del Departamento de Estado norteamericano, en el atardecer de Moscú, el motín ya había empezado a ser historia y para el domingo a la mañana, se habían levantado todas las restricciones impuestas a la circulación por las rutas de la región sureña de Lipetsk, epicentros de los acontecimientos. En concreto, la noticia acabó antes de que se seque la tinta en la que fue impresa.
Las tropas mercenarias habían alcanzado a tomar algunos edificios en la ciudad de Rostov-on-Don, a uno mil kilómetros al sur de la capital rusa y cabecera del distrito militar del sur, además de un importante centro logístico, para la operación militar especial que se ejecuta en Ucrania.
Prigozhin, entendió la advertencia del presidente, que no dudó en anunciar que el gobierno ruso no iba a tolerar la insurrección armada. Por lo que el empresario, prefirió apelar a aquello de: “soldado que huye sirve para otra batalla”, y escudándose en que quería evitar derramar sangre rusa, ordenaba a sus tropas que regresaran a sus bases. Claro, después de que sus convoyes de camiones y vehículos de combate del Grupo Wagner, aprovechando la sorpresa, intentaban llegar a Moscú, pero ya considerables contingentes de las fuerzas leales al presidente, estaban dispuestos para interrumpirles la excursión.
Al final del día sábado, el líder ruso, brindó un discurso televisado en el que definió como “amenaza mortal para nuestro estado”, la acción del fundador del Grupo Wagner.
El origen del conflicto, en parte era, según Prigozhin, vengar la muerte de muchos de sus hombres en Ucrania, a manos de tropas rusas, decidido por el alto mando del ejército en Moscú. Sus acusaciones públicas señalaban que los generales a cargo de la contra ofensiva en Ucrania, estaban negando a sus mercenarios, municiones y otros suministros, al punto de entregarlos a la muerte. Existen algunas imágenes, donde serían del Grupo Wagner, las docenas de cadáveres que muestran, producto de la dura batalla en la ciudad Artyomovsk/Bakhmut, en el oriente ucraniano.
Otras circunstancias, también podrían haber actuado como disparadores de la crisis: una sería la nueva disposición del Ministerio de Defensa, para que todas las compañías militares privadas, firmaran contratos con esa cartera, a lo que Prigozhin se negó de plano. Poniéndose por primera vez en contra de una disposición emanada directamente del presidente. Otras cuestiones, apuntaría, a ciertas señales del mismo presidente, que se podrían interpretar, como que, ya consolidada la seguridad de Rusia en el campo de batalla, podría estar dispuesto a resolver la guerra, por vía diplomática.
Es verdad que también existían marcadas diferencias entre los generales rusos y el mando de los Wagner, acerca del modo de llevar la guerra. El año pasado, Prigozhin, había hecho críticas públicas al ministro Shoigu por su decisión del retiro de efectivos en un momento crucial en la batalla de Kherson y otras localidades del oblast (región) de Kharkiv en el noreste de Ucrania. También es cierto que históricamente, la existencia de una empresa de mercenarios, al estilo de la norteamericana Blackwater, nunca había sido bien vista por los militares rusos.
Algunos analistas, señalan que la acción de Prigozhin, habría contado en su inicio con algunos generales, de quienes esperaba su deserción o por lo menos que no intervinieran en el momento de la represión. Lo que fuera, evidentemente fracasó, pero sin necesidad de estas versiones, el Servicio Federal de Seguridad (FSB) la inteligencia rusa, ya está trabajando en profundo para encontrar esos socios de Prigozhin.
Otro de los grandes animadores del conflicto, el presidente checheno, Ramzan Kadyrov, calificó al motín del Grupo Wagner como una “traición atroz”, y agregó que debe ser reprimido para “proteger la unidad de la nación en medio del conflicto en Ucrania”. Por otra parte, Kadyrov, dispuso que la Guardia Nacional chechena, se dirigiera hacia la región donde estalló la insurrección, la que “debe ser reprimida con medidas severas, estamos listos para ellas”. Agregó en un comentario por Telegram.
La guerra sigue
Si bien Prigozhin, había declarado que no quería que el esfuerzo bélico sufriera en Ucrania, mientras se estaba terminando con la cacareada contraofensiva de la OTAN y sus socios ucranianos, a principio de junio, la que hasta ahora solo le ha dado disgusto al payaso de Kiev, y más gastos a sus mandantes.
Los mandos rusos en tierra ucraniana, han distraído horas fundamentales en atender los sucesos del sábado, cuando debían atender a que las operaciones de la OTAN, que intentan recuperar el corredor terrestre que conecta los territorios liberados del este de Donbáss con Crimea y las partes del sur de las provincias de Kherson y Zaporizhzhia.
Por otra parte, algunas versiones sin confirmar indicarían que miembros de la Wagner, destacado en las repúblicas de Luhansk y Donetsk, independizadas de Kiev, en 2014, abandonaron en los últimos días sus posiciones, para retornar a Rusia, dando lugar a que tropas ucranianas, hayan ingresado a zonas periféricas de la ciudad de Bakhmut, donde se libra desde agosto del año pasado, una de las batallas más extenuantes de lo que va de la guerra.
Más allá del momento de distracción, que provocó en el alto mando ruso, la jugada de Prigozhin, lo concreto es que la contraofensiva de la OTAN, está fracasando por las acciones del ejército ruso, que ha minado grandes sectores por donde se deben mover el enemigo, además de instalar trincheras antitanques, infranqueables y la utilización de su superioridad aérea y de artillería. El fracaso de la contraofensiva de junio es tal que, para muchos, la guerra, avanza a un punto muerto, en una línea estática de casi mil kilómetros, lo que ya de hecho es de frontera de facto, y asegura las pretensiones del Kremlin, mientras desgasta las ya exiguas fuerzas de Kiev y la paciencia y el ánimo de la OTAN.
Para algunos analistas occidentales, la fracasada rebelión, podría generar, más allá de haber sido abortada rápidamente, fricciones en las cúpulas del poder en Rusia, generando meses de inestabilidad política, además se vuelve a insistir sobre la actitud de Putin para seguir liderando el momento tan complejo que vive Rusia. Lo que, hasta ahora, sigue demostrando que capacidad de respuesta no le estaría faltando.
El presidente Putin, ha decretado la ley marcial y con esa herramienta constitucional, seguramente demuestre a los traidores y enemigos cuán calificado está, para seguir dirigiendo los destinos del país.
Mientras que Yevgeny Prigozhin discretamente se instala en la vecina Bielorrusia, donde muy posiblemente se le acaben sus veleidades políticas y militares. Su empresa tiene compromisos en varios países de África cómo: Mali, Ghana, Burkina Faso, Libia, Mozambique y República Centroafricana, además de Siria, lo que será un buen banco de pruebas, para comprobar cuán grave le ha resultado la intentona del sábado, que al final, contrariamente a lo contado por John Reed, el sábado ha sido un día que finalmente no ha estremecido al mundo.
*Escritor, Periodista, Analista Internacional: especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
26/6/2023