*Por Guadi Clavo
Como si fuera un accidente natural, el mundo se ha acostumbrado a tolerar, las muertes de los desangelados que intentan llegar a Europa. Se lee, como se lee el estado del tiempo, el resultado del fútbol o algún escandálate que desaparecerá a la velocidad del rayo. Las cifras siguen trepando vertiginosas mientras miles de seres humanos, encuentran en el fondo del mar, su ansiado bienestar.
Desde el año pasado tras el estallido de la pandemia la Unión Europea (UE) ha endurecido todavía mucho más sus controles fronterizos y ha negado el acceso a más de 40 mil solicitantes de asilo, incluyendo ancianos y niños provenientes, en su mayoría, de zonas de guerra.
Así todo durante el 2020, unos 100 mil “ilegales” han conseguido acceder a sus costas, a pesar de la fuerte custodia de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas o FRONTEX, por sus siglas en ingles. Dicha oficina, que ha recibido numerosas acusaciones por operaciones ilegales (persecución, acoso, malos tratos en general) para evitar que los solicitantes de asilo arriben a las costas de la UE, ha conseguido la disminución de las llegadas. Que durante el año pasado ha sido significativa, si se compara con los 130 mil de 2019 o los casi 200 mil de 2017.
Esta disminución no se debe a que la situación de los países irradiantes haya mejorados, sino al “buen” resultados de las políticas de la U E, respecto a la presión ejercida con las naciones del sur del Mediterráneo, lo que está provocando el aumento de naufragios.
De enero a junio la cifra “oficial” de ahogados, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de Naciones Unidas (NU) es de 1146 personas. La cifra de muertos revelada por OIM, supera el doble de la registrada durante el mismo período del 2020.
Con ánimo de simple comentarista la OIM, explica que al menos 741 personas murieron en la ruta del Mediterráneo central, 149 en el Mediterráneo occidental, otras seis murieron en el Mediterráneo oriental entre Turquía y Grecia y 250 se ahogaron al intentar llegar a las Islas Canarias (España), cruzando el Atlántico desde África Occidental. Este pasado lunes doce de julio, se conoció la muerte de 16 personas que intentaban llegar a la isla española, que habían partido de Cabo Bojador (Sahara Occidental).
Si bien estos números de por sí, son lo suficientemente aterradores como para conmover a cualquiera, diferentes ONG, informan de cientos de naufragios a los que catalogan de “naufragios invisibles”, no registrados en las estadísticas oficiales, los que incrementaría de manera significativa el número de muertos en las rutas marítimas hacia Europa.
Citando el ejemplo de Sohail al-Sagheer, un músico argelino de 22 años, que junto a nueve amigos había partido, el 24 de marzo, desde una playa de la ciudad de Orán (Argelia), habrían desaparecido frente a Almería, (España). Tras la búsqueda encarada por su familia, que el 5 de abril halló sus cuerpos en cercanías de Aïn Témouchent (Argelia) a unos setenta kilómetros al suroeste del punto de partida.
Según los datos oficiales se lee que la crisis migratoria, está lejos de solucionarse. En el primer semestre de este año, casi 32 mil personas fueron interceptadas o rescatadas por las autoridades, mientras que en el mismo periodo del año pasado habían sido 23 mil. Las operaciones de rescate frente a Túnez, se incrementaron a comparación del 2020 en un 90 por ciento. 15.300 personas fueron devueltas a Libia en los primeros seis meses de 2021, tres veces más que en el mismo del año anterior.
La OIM, señala que el aumento de las muertes, está conectada, al incremento de la vigilancia e intercepciones de las embarcaciones ilegales, por las autoridades de los países del norte de África, financiadas por la Unión Europea, (U E) en procura de bloquear el arribo de los miles de víctimas de las propias políticas europeas y norteamericanas hacía los países de origen.
Se conoce que las políticas europeas de “contratar” a países extracomunitarios para evitar la llegada de refugiados, financiando incluso embarcaciones privadas para interceptar embarcaciones ilegales y hacerlas retornar a sus puertos de origen, donde los pasajeros, son detenidos, aunque también existen casos de que esos operativos terminan, tras asaltar las embarcaciones golpear, robar y despojarlos de todo a los viajeros, incluido sus ropas y salvavidas, abandonándolos en el mar.
Los migrantes sorprendidos en tierra firme, no la pasa mucho mejor. Como en el caso de Croacia, la frontera exterior más extensa de la UE, donde durante el 2020, las patrullas policiales, incrementaron la violencia contra los refugiados. El Consejo Danés para los Refugiados (RDC) ha registrado que aproximadamente unos 18 mil migrantes fueron rechazados por Croacia desde el inicio de la pandemia. Los que han sufrido castigos físicos, robados, violados e incluso se les pintaron cruces rojas en las cabezas para que sean fácilmente reconocibles llegado el caso.
En Grecia, los casi 7 mil refugiados que han sido rechazados durante el 2020, no la pasaron mucho mejor, más allá de los castigos físicos, robos y violaciones de rigor, muchos de ellos fueron obligados a abordar lanchas, que tras ser remolcadas a aguas turcas, fueron abandonas, en el mar sin víveres, ni agua, ni chalecos salvavidas, ni ningún medio para pedir socorro.
Mejor ahogado, que rescatado.
Mejor ahogado que rescatado, es el razonamiento de muchos de los que, a riesgo de todo, juegan sus vidas al abordar cualquiera de esas naves que prometen llevarlos a las costas europeas. Los refugiados, en muchas ocasiones no solo deben enfrentar las persecuciones de las patrullas marítimas, el clima, el estado del mar y la seguridad de las embarcaciones, que a precio de cruceros de lujos, son colmadas de pasaje muy por encima de cualquier registro de seguridad, sino que también quedan librados a los caprichos de los patrones de esas naves, que como se ha conocido en muchas oportunidades, las abandonan a la deriva junto a su “carga” y escapan en lanchas previamente alistadas.
Con intensión de que el problema de los desplazados, migrantes o refugiados, como se prefiera llamarlos, quede en las costas africanas, la Unión Europea ha intervenido especialmente en la Guardia Costera libia, la más dura a la hora de castigar a los “rescatados”. Financiado, entrenado y equipándolos, para evitar que los traficantes hagan su negocio, por los europeos, además, cuentan con un barco de la marina italiana anclado en el puerto de Trípoli que les proporciona asistencia técnica, a pesar de las múltiples acusaciones que pesan sobre la prefectura libia como: detenciones arbitrarias, extorsiones, desapariciones, violaciones y torturas a las que somete a los rescatados
El derecho marítimo internacional especifica que las personas rescatadas en el mar deben desembarcar en un puerto seguro y que Naciones Unidas no considera a Libia como un puerto seguro, la Unión Europea permite que la guardia libia, continúe con su “tarea”.
En abril pasado se conoció una acusación contra Italia y Libia, por ignorar un llamado de socorro en medio de una tormenta donde las olas alcanzaban los seis metros. Horas más tarde, una ONG descubrió los cuerpos de 130 personas flotando en el mar. Otras evidencias acerca de la responsabilidad de la UE en las muertes de refugiados en alta mar, es que sus armadas, han dejado de navegar por el Mediterráneo central, para evitar verse obligadas a rescatar náufragos.
Por el aumento de la violencia contra los internos, en los centros de detención de refugiados de Trípoli, Médicos Sin Fronteras (MSF) informó el pasado mes de junio, que se vieron obligados a suspender sus operaciones en dos de esos centros, Abu Salim y Mabani, los que son financiados por la UE. En el informe de Amnistía Internacional (AI) detalla: palizas, violencia sexual, extorsión y trabajos forzados. La AI, denunció que desde finales del año pasado la Dirección Libia de Lucha contra la Migración Ilegal (DCIM) “legitimó” las violaciones de derechos humanos de los internados en esos centros, lo que incremento mucho más la violencia por parte de los guardias. Por lo que, para los refugiados, lo único que tienen para conservar es su derecho a morir.
*Periodista Línea Internacional
15/7/2021