*Por Gustavo Ramírez
“Somos los nietos de los obreros que no pudisteis matar”
La Polla Records
“La gente tiene que aguantar. Todos tenemos que tirar del mismo carro”, dijo y no se le movió un pelo. Ante el 32 % de pobreza los dichos de Macri resultan una broma macabra. ¿Marketing? ¿Esquizofrenia? ¿Inteligencia social? Realismo capitalista.
14 millones de personas son pobres en Argentina. 2,7 millones viven en la indigencia. “Perseverar en esta línea, porque no hay magia; es la primera vez en décadas que Argentina entró a una crisis y está saliendo de poco con las mismas reglas, sin haber hecho corralito, emitido bonos, cepos, nada de todo lo malo que hicimos en el pasado y que terminó arruinándolos”, insistió el Presidente en su línea cínica humorística.
“No hay alternativa” solía repetir con solemne desparpajo Margaret Thatcher. Macri, como en un sórdido paso de comedia reproduce “no hay otro camino”. El Presidente electo por escaso margen cree ciegamente en que su legitimidad social tiene base en la restauración neoliberal, pero no da cuenta que el virus social que infectó al pueblo argentino, con una crisis inducida, se llama Cambiemos.
En ciertos círculos políticos el rumor se esparce con las impurezas de un incendio que se devora a la mala hierba en medio de un prado seco: “No llega”. Con un dólar a 44,50, con una inflación indomable, con despidos, con aumentos desproporcionados de alimentos básicos, la que no lega es la gente. Las estadísticas del INDEC no son confiables por lo que analistas privados hablan de un índice de pobreza superior al 35 % y de un espiral inflacionario que toca los tres dígitos.
El mejor equipo de los últimos 50 años, con el empleado financiero del Grupo Clarín a la cabeza de hacienda, detonaron una bomba de tiempo. En el territorio impera la incertidumbre y la tristeza, pero poco a poco dichas descripciones emocionales mutan en bronca. La calle es una olla a presión y en su esquizofrenia ideológica el Gobierno tiene una sola reacción: Montar operativos represivos ante cada manifestación popular. En nombre del orden y la República, Patrica Bullrich, matriarca de los servicios de inteligencia, babea militarismo violento para imponer su condición de clase. Sus fuerzas de seguridad responden a su naturaleza y se pertrechan para la guerra social. Armados hasta la médula cuando uno los ve piensa que van a recuperar las Malvinas, pero la cobardía no les permite tanto arrojo.
El neoliberalismo promueve un diseño de muerte que no necesariamente tiene que ver con acciones del pasado. La crisis económica tiende sus sombras sobre la almohada de millones de endeudados. Es llamativo como durante los últimos meses las noticias de suicidios llegan como reguero de pólvora. Claro, los medios concentrados no dan cuenta de ello, están ocupados, entretenidos con su propia guerra fría y los medios populares se soban el ombligo con su propia agenda que es la agenda de los grandes medios. Así que los suicidados de la sociedad son invisibles a los ojos de la Matrix ideológica.
Son las organizaciones populares las que, fuera del Star System político, contienen con carne y sangre lo que ocurre en el territorio. Son los sindicatos los que, en mayor o en menor medida, promueven la resistencia cotidiana. El vampirismo social no se disputa cadáveres, busca cascarones relucientes y encuentra nuevos nichos para cultivar los experimentos económicos que viene inseminando desde hace tiempo. Pero el pueblo produce sus propias vacunas, los anticuerpos que expanden los lazos de solidaridad comunitaria. Por estas hora la juventud sindical de la FeMPINRA realiza una colecta para celebrar la Pascua en un hogar de niños. El amor y la igualdad.
Los jugadores se posicionan sobre el tablero del juego social, pero no resulta demasiado comprensible la cuestión temporal en el flanco estéril de la especulación. Es política. Desde diversos sectores del Movimiento Obrero comprenden que un gobierno de características populares no puede prescindir de la clase trabajadora en cualquier armado. Roberto Lavagna lo experimentó en carne propia el pasado jueves cuando se reunió en la CATT con representantes de los gremios del transporte. Ante sus presunciones liberales los sindicalistas le mostraron los dientes y quedó mal parado. En las altas esferas de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte quedaron muy molestos con sus posicionamientos. Ni lejos, ni cerca, molestos.
En una entrevista realizada por AGN Prensa Sindical, Pablo Moyano afirmó que “los candidatos de la oposición también tienen que poner la caripela, unirse y pelear en una gran Paso y elegir candidato, porque mucho marketing, mucho canales de televisión pero nadie pone lo que tiene que poner para, de una vez por todas, hacerse cargo del peronismo y salir a la calle para que en octubre el pueblo vuelva a ser feliz a través de un gobierno peronista”.
El ruido de hambre en la panza no espera. ¿Cómo se le explica a un padre, a una madre, qué hay que llegar a octubre, mientras sus hijos no tienen acceso a alimentos básicos, cuando van a la escuela con lo que tienen puesto, cuando tienen que abandonar la infancia para salir a mendigar? ¿Quién le explica a un pibe, a una piba qué la niñez es la etapa más feliz de la vida cuándo se quedaron sin expectativas de un plumazo. Cuándo un grupo salvaje de tipos bien les robó el presente y de un cachetazo le sacaron la sonrisa de la cara?
¿Qué es la crisis? “para mí es dejar de jugar”, el testimonio corresponde a un chico de 10 y está registrado en un informe de UNICEF, “Los efectos de la situación económica en la niñez y adolescencia en Argentina”.
“Un 42% de los niños, niñas y adolescentes viven bajo la línea de pobreza (5,5 millones de chicos y chicas) y un 8,6% vive en hogares que no alcanzan a cubrir la canasta básica de alimentos. Por su parte, el 48% de los niños, niñas y adolescentes sufren al menos una privación en sus derechos básicos y fundamentales”.
“La gente tiene que aguantar”, ¿de verdad? ¿hasta cuándo?
“Al mediodía comemos lo que consigue mi marido, y a la noche si no encontró, hago alguna sopita, una tira de pan, algo comemos”, dice una ama de casa en el mismo informe.
“Todos tenemos que tirar del mismo carro”, dice y promueve la injusticia social a partir de la transferencia de riquezas a sus socios, a él mismo. A su pequeña quinta junto al Club de Bilderberg.
¿Se puede terminar una nota con lágrimas en los ojos? De bronca, de impotencia. En pleno centro de la Ciudad, Florida y Maipú, un hombre de unos cincuenta años pide una ayuda para comprar un pancho, tengo hambre señor, dice al borde del llanto. La mayoría de la gente lo ignora. ¿Tiene que aguantar?
*Director periodístico de AGN Prensa Sindical
Fotografías: UNICEF Argentina y CTEP.