*Por Walter Castro
Como afirmamos, Perón no murió en el ’74, por el contrario creemos que dió el paso a la inmortalidad confiado y tranquilo en su legado, el que generó los días más felices y cargados de gloria para el conjunto de los trabajadores. Lo que efectivamente si murió fue toda posibilidad de poner en práctica dicho legado. A la vez que el pueblo despedía a su líder se ponía en marcha un fenomenal plan de procrastinaje por parte de la clase política, lo que terminó convirtiendo a los trabajadores en los grandes acreedores de la democracia.
Los procesos destructivos de los polos estratégicos industriales, para luego exhibir casi 20 millones de pobres mes a mes a través del Indec son la prueba palpable del fracaso sistémico. Este procrastinaje y el consecuente fracaso tienen responsables. Les vemos el rostro, sabemos sus nombres y ellos exhiben su impunidad política, judicial, empresaria o mediática. Nosotros, en tanto, rumiamos fracaso.
Hace 48 años, lo que es un pestañeo en nuestra vida política, con Juan Domingo Perón en el gobierno y José B Gelbard, el Polaco, en la cartera de economía se medía un 8% de pobreza y 2,5 % de desempleo, los que a la postre serían los índices de mayor justicia social de la historia de nuestra Argentina.
El constante desarme industrial hoy nos escupe en la cara con casi un 48% de pobreza, y en este mapa aparece la indigencia, que es la palabra aglutinante para hambre, servicios básicos insatisfechos y personas que no saben dónde pasarán la noche. Ese índice es del 10 % de la población.
Por un segundo, no nos quedemos en el numero frio de la estadística, pensemos que ese porcentaje es el equivalente a ocho veces la población de Mar del Plata, esa cantidad de compatriotas día a día no comen, sufren la falta de un techo y no tienen cubiertos sus servicios básicos esenciales. Estos nuevos índices dictan que la mayor postergación la sufren los hijos de las crisis del ’90 y del 2000.
Estos chicos fueron paridos con todos los entramados familiares y sociales de contención destruidos pasando a conformar el segmento de jóvenes de 15 años a 29. Unos crecieron sin ver trabajar a sus padres y otros son llevados por sus abuelos a comer a las escuelas donde antes comieron sus padres. Todo bajo la imperturbable mirada de una clase que pelea por no reconocerse como trabajadora, porque se auto percibe clase media y una clase alta acomodada que nunca se inmuta por ningún cimbronazo económico ni político. Mientras no toquen el dólar ellos cazan en el zoológico.
Después de una de las noches más negras y de mayor terror de nuestra historia llegamos a la democracia y en los albores de la misma el doctor Alfonsín nos anunciaba que con “la democracia se vive, se come, se estudia, se educa, se trabaja”. Indudablemente no alcanzó, Alfonsín, a quien se le puede reconocer no haber heredado un país para nada fácil, dejó la presidencia con el 44 % de pobreza en el ’90.
Seguidamente asume Carlos Menem quien en campaña promete revolución productiva, pero ya en el poder secundado por Bunge y Born, a posteriori Cavallo y afirman que “el mercado regula todo y equilibra, dolarizando la economía”, procediendo a terminar el trabajo inconcluso de la dictadura. Desmantelamiento de los sectores estratégicos del Estado, destrucción de la industria nacional, Decreto 817. Todo con el asesoramiento, entre otros, de Funes de Rioja, entrega de los recursos en Washington y Madrid, relaciones carnales con Estados Unidos lo que nos lleva a un alineamiento con las políticas de criminalización hacia los sectores más vulnerables, que por entonces encarnaba Clinton.
Entregando al país sumido en un 18 % de desempleo y 36 % como índice de pobreza a una sorprendida Alianza. En las puertas del nuevo milenio y asegurando venir a levantar “las persianas de las fabricas”, entre otras cosas. Rodeado de varios actores que se repiten en todos los gobiernos y que se creen liberales asume Fernando de la Rúa, quien nos anunciaba que su política de distribución seria mediante “la teoría del derrame”, trazando el paralelismo con una copa que se llena pero de la que jamás ningún trabajador habría de probar un sorbo.
La presidencia de la Alianza duró del 10/12/99 hasta su renuncia producida el 21/12/2001 donde De la Rúa, Álvarez, Sturzenegger, Larreta, M. E. Vidal, Bullrich, Meijide, Mestre, Lopérfido, Lombardi, entre otros, pero fundamentalmente Domingo Cavallo, abandonan el gobierno dejando más de 30 muertos y el país hundido en un 55 % en el índice de pobreza y el 24 % de desempleo.
Tal es el grado de subestimación hacia el pueblo Argentino, que De la Rúa, consultado tiempo después sobre las causales de su abrupta salida esgrimió como atenuante que en su gobierno hubo escases en la extracción pesquera, nada tuvo para decir de la medida impopular tomada por el gobierno el 2/12/2001 denominada “corralito”, que impedía la extracción de efectivo de los bancos, tampoco de la quita en los haberes jubilatorios del 13 %. Ambas medidas impopulares impulsadas por su ministro de economía Domingo Cavallo.
Así llegamos a la transición de Duhalde este para calmar los mercados anuncia que “quien depositó dólares, recibirá dólares”. También en una clara señal del rumbo económico el 5/01/2002 el Senado aprueba un proyecto de ley que autoriza la devaluación del peso argentino, llegando en solo seis meses a perder el 75 % de su valor, lo que agudiza la crisis.
En mayo del 2002 el 51, 4 % de la población, más de 18 millones de personas, se encuentra bajo la
línea de pobreza, aumentando la cifra de indigencia a un 42, 5 % algo más de 7 millones de personas y como de este contexto nada bueno puede salir, es que varias organizaciones sociales marchan en una movilización masiva el día 26/06/2002 y en ese marco luego de una brutal represión son asesinados Kosteki y Santillán.
Estos hechos ya de por sí deslegitiman cualquier análisis, los mismos hablan por si solos. El 25/05/2003 Néstor Kirchner vino a proponernos un sueño, pero también recibía el país con una
hiperdevaluación del 66 % y el índice de pobreza en los 57,8 %. Esta vez con la teoría de “la pirámide invertida”, pero fundamentalmente con una fuerte política de recomposición y transferencia de ingresos logró bajar la pobreza al 35 %.
No hay nación que sobreviva a las discusiones insustanciales en medio de la tragedia de los que nada tienen. Y lo cierto es que Cristina Fernández de Kirchner, teoría de Keynes mediante, baja el índice del 37 % al 28 %, aunque en su segundo mandato volvió a subir y le entrega el país a su sucesor en un 29 %, pero en el medio todos caímos en esas discusiones banales a las que hábilmente fuimos llevados.
Los que quisieron ir. Con o sin grieta, lo real es que desde el 2003 la desigualdad exhibió un descenso constante que en el 2015 mostró sus índices más bajos, que parecen aceptables por comparación pero que humanamente no lo son.
En el período Macrista, no es analizable porque es todo una gran mentira, parten diciendo haber recibido un índice del 36 % y después de haber denostado al Indec durante años, a través del mismo, nos dicen que el ingeniero logró convertir ese 36 % en un 25 % en tan solo un año, lo que no se explica entonces porque entregó el país a su sucesor, Alberto Fernández, con un 35.5 %, nada resiste análisis de esa etapa porque han convertido a la políticos en meros actores de grietas circunstanciales, con los jueces bailando en su mano.
Pasaron todo el tiempo comprando gobernabilidad y andrajos de poder, exhibiendo sus debilidades ante el contexto internacional, mientras judicializan opositores piden perdón a un rey, mientras arman causas para agradar al establishment envían nuestro oro en reservas a Londres. Una verdadera banda.
En el 74’ vivía Perón y sin dudas era otro país, un año de mucha política, compromiso y militancia, un año donde la actividad industrial y la participación del conjunto de los trabajadores en la economía real fueron los más altos de nuestra historia, las tasas de desempleo y desigualdad fueron las más bajas y donde se acuñó el ya legendario “Fifty-Fifty”, ahí estaba la receta no había que improvisar nada.
Observamos un extraño y lamentable denominador común en todo lo que reflejamos en estas palabras, nadie pero absolutamente nadie y cuesta creerlo, quiso tomar como guía el faro que nos dejara Perón en el ’74 y esa debía ser la receta de todas las dirigencias de la democracia. Pero primordialmente de las Peronistas.
*Secretario General del SANAM.
1/7/2021