Por Lucas Schaerer
La peregrinación hacia la obra social de la Federación de Círculos Católicos de Obreros, la primear institución que encarna desde hace 130 años la doctrina social de la iglesia
Una mujer en la caótica avenida Pueyrredón saca 500 pesos para dejarlos debajo de la imagen de la Virgen de Luján. Es una costumbre del pueblo humilde dejarle un billete a ella. Es un gesto de amor, de acompañamiento. Pero ese billete color verde la Virgen no lo quería para los peregrinos. Así como lo puso la señora voló. Para irse debajo de la silla de ruedas de un hombre sin piernas.
Esa anécdota caló en la memoria de la peregrinación porteña. Fue el signo de la presencia del Espíritu Santo que siempre sopla y empuja. Unos minutos antes nos habíamos citado en la estación de tren. En el hall, mientras muchos pasan, rezamos delante de la Virgen gaucha y su fiel cuidador, el Negro Manuel. La suplica lleva la voz de una mujer, Rosalía, que se viene cada jueves, desde hace un mes, de la localidad de Malvinas Argentinas. Las andas de madera de palet reciclada se las pone en el hombro un muchacho flaco, altísimo y con rastas, no se las hizo, su pelo es así.
Es Flexa, nacido en Brasil, en la enorme ciudad de San Pablo, quien desde los nueve años sumó otra patria. Detrás suyo va otro alto, Esteban, que viene de Moreno, a veces en las peregrinaciones lo llaman Padre y le piden la bendición. Tiene pinta de patriarca, de Moisés. “Todos los bautizados somos…”, aporte “La Grote” como le decimos con cariño a Mónica Lerose, la encargada de relaciones institucionales de la Federación de Círculos Católicos de Obreros.
Miguel lo conozco hace por lo menos diez años. Nunca me dijo que es budista. Hasta que en la salida de la pere lo invité a que se animará a cargar a la Virgencita de Luján. Para incluirlo, porque era la primera vez que venía. “Soy budista”. Me largó y descolocó. Jamás supe que era un hombre con espiritualidad. Lo conocía otra aventuras, por integrar Proyecto Sur de Pino Solanas.
Otro signo de Dios en la “pere” fue José. Un trabajador de seguridad privada que venía destrozado porque le habían comunicado que estaba despedido. En esa misma ajetreada avenida se sumó. José todo vapuleado por dentro nos cruzó y se puso en camino, se sumó. La amargura la frenó a los pies de la Virgen y desayunando frutillas y bananas que íbamos desayunando mientras peregrinamos.
Un hombre de traje y maletín en mano se suma. No sabíamos de él. Es el presidente emérito del “arca de Grote”. “Este Arca de Noé nos encuentra de distintos lugares y lo preside la Virgen”, definió Óscar Compagnucci. “Esto es historia y presente que hoy preside la virgen. Porque el Padre Grote era un sacerdote que metió a los obreros en una institución de la iglesia, y a los laicos (ni religiosos ni consagrados) acá con la responsabilidad de mostrar la fe en el mundo que nos toca.
Entonces le saca la excusa a los laicos que dicen ‘los curas no me dejan’. Así enfrentamos las dificultades en bien de los más necesitados y los trabajadores, desde 1892. Y miren que Grote fue rajado de la iglesia, 20 años después, en el apogeo de esta institución, se alejó, fue obediente, y la otra gran virtud que tuvo fue que en 1893 consagró la institución a la Virgen y organizó la primera peregrinación de trabajadores a Luján”, así predicó el laico Compagnucci frente a la imagen de la Virgen peregrina y el Negrito Manuel a la que fotografiaron y besaron varios trabajadores de la obra social que se acercaron por su bendición, entre ellos el director general de OSAMOC, Francisco Vallet.
Compartiendo charla el reikista Patricio, mercedino y peregrino, con José, el desocupado, y Miguel, el budista. Otros recorrían las instalaciones de la obra social y sus nuevos equipamientos. Todos volvieron a sus actividades tras la bendición y la Virgen con Manuel devuelta a peregrinar hacia la sede del “arca de Grote”. Allí descansan y bendicen.
4/10/2023