*Por Gustavo Ramírez
La Conducción Nacional de la Confederación General del Trabajo convocó a un paro general nacional para el próximo lunes 25 de junio. Tal como lo anticipamos, la medida de fuerza nunca fue bajada por la dirigencia de la CGT a pesar de la psicosis mediática que imperó en los últimos días. El jueves pasado gran parte de la dirigencia tenía tomada la decisión. El problema, como siempre, eran los sectores conservadores a los que no se podía excluir de la medida.
El paro nacional se gestó hace ya unos cuantos meses cuando los sectores alineados con el triunviro, Juan Carlos Schmid, comenzaron un plan de lucha contra los tarifazos. Fue un trabajo hormiga con altibajos. Los procesos en la interna cegetista no son lineales, ni se referencia en las ansiedades de tal o cual sector. Por otro lado las relaciones de fuerza no siempre son homogéneas.
La síntesis de dicho proceso se plasmó en las últimas horas. Schmid dio, una vez más, el primer paso. Decidido resolvió no asistir a la reunión con el gobierno nacional. La cuestión no es compleja. No hay nada que negociar. Cambiemos tiene que torcer el rumbo de su modelo económico. Y eso, es obvio, no va a suceder. La gran mayoría de las medidas que el Ejecutivo tomó fueron en contra de la clase trabajadora y de los sectores más vulnerables de la sociedad.
Hasta último momento existieron operaciones para desarticular el encuentro del Consejo Directivo de éste martes. Una reunión de mesa chica en UPCN, antes del cónclave en CGT, ordenó la fila. Si los díscolos no resultaban orgánicos iban, irremediablemente, a quedar expuestos y a asumir el costo político del desaire a las bases. Imperó la determinación de los sectores que mejor han leído la realidad durante los últimos meses. La CGT no podía quedar aislada del cambio del humor social. Las demandas sectoriales necesitaban encontrar apoyo en la macro-estructura y esta conducción no podía sostener un nuevo descrédito social.
Sin dudas hubo derrotados. Los sectores conservadores que voltearon el paro del 18 de diciembre fueron pagados con su misma moneda. Roberto Fernández se quedó sin margen de maniobra. Sobre todo porque los gremios del transporte se alinearon de inmediato. Entones lo que quedó por discutir fue la fecha. En la idea original del paro, fin de mes no era una mala opción. Por afuera de la CGT comenzaron a barajarse días posibles. Hubo coincidencia previa, entre diversos sectores, para que el 19 o 21 de junio fueran instancias posibles. El hecho de que Pablo Moyano lanzara su moción pública con premura desde la sede de la CTA tuvo el efecto contrario al esperado. Allí pudieron respirar los que estaban contra las cuerdas. Se llegó al consenso y se resolvió.
Otro de los grandes perdedores políticos de la jornada es el gobierno. Aferrado a la idea del descrédito permanente de la dirigencia, a partir de la campaña judicial, mediática y política, creyó que podía arrastrar a la CGT a una trampa que sellara su suerte. Subestimó la fuerza de la alianzas internas y avanzó con los sectores más proclives a evitar confrontaciones. La jugada dejó al Ejecutivo sin elementos de negociación y ahora pedalea en el aire. Claro que los “dialoguistas” no se vana entregar fácil pero buscar descomponer el paro general, en éste contexto y con precedente del 18 de diciembre implicaría un suicidio político.
Hay plena coincidencia en diagnóstico. Como repetimos hasta el cansancio el Movimiento Obrero ha sido quien asumió la responsabilidad histórica que confrontar con el modelo neoliberal. Este paro es un gran triunfo de los sectores que han asumido la responsabilidad de afianzar la ofensiva contra las políticas del gobierno. Hubo quienes trabajaron esta medida y quebraron al sentido común.
*Director periodístico de AGN Prensa Sindical
Periodista: La Señal Medios / Radio Gráfica