Opinión

Navega el coloniaje mientras se hunde la nación

Milei opera como sicario de la oligarquía financiera global y mata al sistema productivo industrial nacional. Al mismo tiempo, emprende una cruzada reaccionaria contra las organizaciones libres del pueblo. De este modo, se profundiza la disolución nacional en favor del coloniaje económico. Argentina, contrariamente a lo que sostiene el andamiaje discursivo libertario, retrocedió a pasos agigantados en el último año y medio.

Días atrás, el libertario dejó en claro que el objetivo de su gobierno no es crear trabajo, sino generar las condiciones materiales para la expansión del capital en detrimento de la independencia económica. El sustento argumentativo de la avanzada desintegradora se basa en bastardear el sentido conceptual de la “libertad”. En realidad, a lo que se refiere es a la libertad del capital para imponer un sistema de dominación que le permita desarrollar el imperio de su gobernanza.

Esto fue refrendado este jueves, cuando el ministro del endeudamiento histórico, Luis Caputo, anunció que se podrán realizar operaciones en moneda de dominación, léase dólar, sin rendir cuenta sobre el origen de los fondos. Esta liberación no es más que el regreso del coloniaje financiero a la Argentina, con el agravante de que la intención de fondo es convertirnos en un paraíso fiscal que sustente el enriquecimiento de la oligarquía financiera.

En paralelo, en las últimas horas, los libertarios le dieron el golpe de gracia a la Marina Mercante. Este paso es fundamental para sustentar el estatuto del coloniaje, dado que, de esta manera, el gobierno cede el manejo del Comercio Exterior a potencias extranjeras; entiéndase: facción angloestadounidense. Un país sin flota mercante propia no será, en ninguna circunstancia, libre, ya que sus recursos materiales y naturales serán extraídos y exportados sin rendir cuenta alguna por quienes se erijan como los dominadores en nuestros mares y nuestras vías navegables.

Darle la espalda a nuestros recursos marítimos-fluviales y dejar a la deriva a nuestra Industria Naval durante el decurso de los gobiernos populares fueron decisiones que sirvieron para que la política de la dependencia construyera los cimientos de la disolución nacional. No se trata de llorar sobre la leche derramada, pero la carencia de una política estratégica y la pérdida del sentido patriótico redundaron en la derrota política de los proyectos nacionales.

Dos ejemplos claros: durante la gestión de Cristina Kirchner se intentó construir en la Isla Demarchi un polo audiovisual. La década ganada no prestó atención a las advertencias que los trabajadores y las organizaciones sindicales del sector le hicieron en su momento. Por el contrario, la mandataria prefirió enojarse, hacer puchero y atacar a los referentes sectoriales antes que abordar de manera estratégica las problemáticas de fondo. Se puede inferir que la causa del proyecto nacional, fetiche de la narración kirchnerista, nunca fue la liberación nacional.

El segundo ejemplo está relacionado con la Vía Navegable Troncal Paraná-Paraguay. El gobierno de Alberto Fernández se jactó de asumir la responsabilidad del cobro del peaje en la mentada hidrovía. Sin embargo, ello no redundó en el fortalecimiento de la Marina Mercante. Las barcazas, los empujes y buques de bandera de conveniencia  monopolizaron la navegación fluvial y marítima. Cuando los sindicatos del sector advirtieron sobre este cuadro de situación, sus reclamos fueron ninguneados y cajoneados.

Hoy, nuestra flota mercante está al borde de la extinción y, con ella, todo sueño de libertad real. En medio de una guerra comercial y geopolítica, el gobierno libertario decidió tirar por la borda toda impronta  de soberanía nacional con la estúpida idea de que, a mayor liberación, más serán los dividendos que entren al país. No obstante, la historia y los hechos demuestran que, en la práctica, nada de eso ocurre ni ocurrirá. Argentina es un país en remate que regala sus recursos, entonces es muy difícil ver a los chinos o a los estadounidenses, por ejemplo, invertir en algo que pueden obtener sin costo alguno.

Las bravuconadas de Milei omiten que en Argentina impera la hipótesis de conflicto a partir de la ocupación británica en Malvinas. El gobierno inglés construye en nuestro territorio un puerto de aguas profundas con el objetivo de dominar la navegación comercial y pesquera en la región, amén de los intereses militares puestos en la Antártida. La liberación de las banderas de navegación le permitirá al invasor atravesar nuestras aguas sin rendir cuenta alguna sobre sus operaciones y actividades, lo que implica renunciar tanto a Malvinas como a la Antártida y a la Patagonia. Nuestros recursos quedarán a la merced de la piratería, como ocurrió antaño.

Una gran parte de la población no tiene idea de la extensión de nuestro país en términos marítimos. Desconoce la riqueza de nuestras aguas y la relación cultural que los pobladores de las orillas tienen con ellas. Hace tiempo que la matriz cognitiva desubicó a la población en su propio territorio. Las discusiones secundarias ganaron lugar como prioridades plurales y se dejó de lado la federalización de las implicancias socio-culturales singulares. El universalismo europeo avasalló al pensamiento nacional. En una palabra, se abandonó el pensamiento argentino.

El andamiaje político liberal encuentra asidero en la Constitución menemista del ’94 y los derivados decretos que de ella se desprenden. Es durante el proceso de expansión neoliberal que el sector portuario, marítimo y naval fue herido de muerte. No fue casual: el dominio de los mares, de los ríos, de los puertos, con barcos propios, eran indicativos de una Argentina no solo próspera sino también productiva y soberana. Su destrucción vino acompañada del desmantelamiento de la Argentina industrial. Entonces, igual que ahora, el trabajo dejó de ser el centro sobre el cual se articulaba el entramado social, miles de puestos se perdieron y no se volvieron a recuperar.

No es casual que, al embestir contra la Marina Mercante, Milei cercene derechos básicos que asisten constitucionalmente a los trabajadores. Igual que lo hizo Margaret Thatcher en Inglaterra, el libertario y su franquicia ideológica, Federico “Adolfo” Sturzenegger, intentan debilitar a los sindicatos. El Movimiento Obrero argentino siempre fue una piedra en el zapato para los intereses financieros y de explotación. Debilitar sus estructuras es fundamental para garantizar la ganancia de la empresa política reaccionaria. Si se rompe este último dique de integración y contención social y cultural, el coloniaje tiene campo abierto para extender la conquista.

No estamos en el país de la libertad. La ofensiva reaccionaria solo puede imponerse por medio de una guerra total contra el pueblo trabajador. Por eso, los miércoles vemos cómo las bestias libertarias atacan a los jubilados y los trabajadores que deciden acompañarlos en su protesta. En nombre de un falso orden, el gobierno de Milei busca normalizar la violencia política para disciplinar a los sectores que no se someten. Es el complemento de la violencia económica. Como si esto no fuera poco, ahora se le suman las agresiones a los trabajadores de prensa que intentar mostrar el accionar represivo de las fuerzas que responden a Patricia Bullrich. La ministra de la Alianza que bajó un 13 % los ingresos de los jubilados.

Lo que no entiende el gobierno del capital financiero es que no tiene un cheque en blanco. Los indicios del creciente malestar social pueden encontrarse en Tierra del Fuego. La organización vence al tiempo: el pueblo trabajador se organizó en torno a sus sindicatos y lanzó una medida de autodefensa ante el ataque del gobierno porteño-céntrico. Es curioso: para Milei y sus funcionarios, la mentira es una mercancía que se puede vender por Mercado Pago y la realidad es un hecho subversivo que debe ser erradicado de la conciencia popular.

¿Por qué decimos esto? Básicamente, este es un gobierno que ganó las elecciones presidenciales con un discurso que hablaba de lo mal que le iba a la Argentina con los “vagos” y los “planeros”. Lo primero que hizo al asumir fue destruir el mercado interno y, con ello, caerle a la fuerza laboral: lo que piden los trabajadores fueguinos es trabajo, vaya paradoja.

Milei gobierna un país que no conoce. Su mundo no traspasa el universo de su canil y no va más allá de la General Paz. Así como le tiene fobia al trabajo, rechaza lo que tenga que ver con la Argentina profunda. El tipo se crea sus fantasías ideológicas en el universo virtual. No conoce el sistema productivo, no sabe cuál es la extensión marítima del país. Es un bruto con suerte, pero, al mismo tiempo, eso es sumamente peligroso porque está manejando al país.

Por eso festejó desmedidamente que su lacayo, Manuel Adorni, obtuviera el mayor porcentaje de votos el último domingo en las elecciones legislativas porteñas. Si se tiene en cuenta el alto índice de ausentismo, que replicó lo ocurrido en distintas provincias días antes, y que la elección, en términos reales, fue pareja, los libertarios no tienen nada que festejar más que haberle ganado la disputa sectorial a Mauricio Macri. En realidad, ese era el objetivo.

En este proceso salió fortalecido, al contrario del relato oficializado por la propaganda liberal, el peronismo porteño. Su integración en la lista de Leandro Santoro sirvió para canalizar los votos populares en un territorio que es adverso y que demanda mayor presencia política en los barrios. Si bien aún falta mucho por hacer, estas elecciones sirvieron para demostrar que los libertarios no están legitimados más allá de la legalidad democrática. Hay una crisis de representación y se preanuncia, a partir de ello, que entramos a la esfera de una crisis social inducida por las políticas que atentan contra el conjunto de los actores sociales.

Llama la atención que, en este escenario, el PJ Nacional que conduce la expresidenta, Cristina Kirchner,  no acompañe a las fuerzas populares. Para algunos, la estructura partidaria quedó asumida como una escribanía burocrática de La Cámpora. Lo concreto es que el Partido no parece asumir que estamos en guerra. Que Milei, en esta etapa, viene por el peronismo. Bueno, tal vez el PJ ya no se sienta peronista y crea que el justicialismo es una expresión política minoritaria que está subordinada a la maquinaria electoral. Extraña manera de ser funcional a la política de la dependencia.

La pregunta es saber si este es un momento que ordena el repliegue táctico o si, por el contrario, la situación amerita asumir el contragolpe. Al no haber conducción estratégica, el Movimiento parece navegar a la deriva. Los cuadros sueltos, inorgánicos, deambulan sin rumbo. No obstante, el emergente sindical del transporte, una vez más,  asoma como potencial vertebrador de las partes sueltas. La próxima semana será clave, en ese sentido, para saber dónde estamos situados.

22/5/2025

 

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