En el Palacio San Martín, donde recibió a los jefes de Estado de Brasil, Uruguay y Paraguay, Milei ratificó su agenda de desregulación, apertura unilateral y recorte del Estado. “Emprenderemos el camino de la libertad, acompañados o solos”, afirmó, en un mensaje que no solo apuntó a romper con el esquema de acuerdos conjuntos, sino que también puso en duda el compromiso de Argentina con la integración regional.
En línea con esa definición, exigió flexibilizar las normas del bloque para permitir que cada país negocie tratados bilaterales por fuera del esquema común, una propuesta que contradice el mecanismo central del Mercosur, según el cual los acuerdos deben acordarse en conjunto entre los Estados miembro.
La respuesta más clara llegó de parte del presidente brasileño. Luiz Inácio Lula da Silva sostuvo: “El Mercosur nos fortalece y nos protege”, una frase que marcó el contrapunto político y económico con la visión ultraliberal del mandatario argentino. El vínculo entre ambos jefes de Estado ya arrastraba una fuerte tensión, que se volvió evidente con un saludo breve y frío al inicio de la Cumbre. En contraste, Milei mostró una actitud más cercana hacia el presidente paraguayo Santiago Peña, lo que sugiere una búsqueda de respaldo en gobiernos más alineados con su orientación ideológica.
El gobierno argentino se dispone a ceder la presidencia pro tempore del bloque a Brasil al cierre del encuentro. Sin embargo, la participación de Milei dejó un fuerte interrogante sobre el futuro de la Argentina dentro del Mercosur y sobre la viabilidad de mantener una agenda común entre los cuatro países.
El bloque regional nació en 1991 con el objetivo de fortalecer la integración económica y política del Cono Sur, permitiendo a los países miembro negociar desde una posición colectiva frente a potencias como la Unión Europea o Estados Unidos. A pesar de las dificultades históricas, el esquema ha contribuido a evitar que las desigualdades internas de cada país se traduzcan en desventajas estructurales.
La visión de Milei va en la dirección opuesta. Su propuesta de abrir acuerdos bilaterales con Estados Unidos o con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) sin coordinación regional amenaza con fragmentar el bloque. Una política de este tipo podría beneficiar a sectores concentrados de la economía argentina, pero dejar expuestas a las industrias locales y al trabajo regional frente a los intereses de los países más desarrollados.