Qatar 2022

Messi: La felicidad del verdadero jugador del pueblo

Por Redacción

Lionel Messi es hoy sinónimo de fútbol mundial pero sobre todo de argentinidad. Durante este mundial ratificó que no es casualidad, ni producto del mercado como se ha dicho y escrito en distintas oportunidades, su número uno a nivel internacional. El jugador argentino evidenció su liderazgo dentro de un equipo donde la figura fue el trabajo colectivo.

A lo largo de su carrera, el crack argentino, tuvo que cargar con el peso de la comparación con Maradona. Su formación en el Barcelona, sus logros deportivos alcanzados en el equipo español, lo  alejaron por momentos del sentir nacional. Pero claro, el gran público ignoraba las vivencias y los deseos del número uno.

La falta de resultados favorables, sumada la derrota contra Alemania en la final de Brasil 2014, alimentaron el falso mito del Messi que no sentía la camiseta argentina. Esta impronta, aprovechada por periodistas inescrupulosos y serviles a intereses contrarios al sentir nacional, se quebró con  la Copa América obtenida en 2021.

Fue el DT Lionel Scaloni el que pudo encontrar la medida justa para Messi. Es cierto, se encontró con un Messi maduro y consiente de su valor dentro del equipo. En es engranaje fue un jugador decisivo, obviamente, pero no determinante por sí mismo. El seleccionador argentino supo sacarle responsabilidad en la creación de juego al rodearlo de jugadores que no necesariamente dependían de su juego.

Messi encontró su lugar en el equipo, no sólo dentro del campo de juego, sino también en el vestuario. Muchos de sus compañeros crecieron idolatrándolo y hoy comparten vestuario con él. Las condiciones para asumir el liderazgo estaban dadas. A ellos se sumó el trabajo humilde del cuerpo técnico integrado por exjugadores forjados en líneas semejantes.

Qatar 2022 fue su mundial. Logró superar el record que ostentaba Gabriel Batistuta con más goles en la Copa del Mundo, quebró el de Lothar Matthaus con mayor presencia en los mundiales. Pero sobre todo, aun con el sufrimiento que representó cada partido de la Selección, Messi disfrutó de vestir la camiseta albiceleste.

Hizo goles, gambeteó, se tiró al piso. Lideró al grupo. Bancó al DT. Creyó en el proyecto y se convenció de que el campeonato mundial no era una utopía sino un objetivo posible. Messi, sobre todo creyó en Messi y tal vez sea por eso, que además el logró transmitir, el pueblo lo acompañó. Muchos de lo supieron criticarlo con buena leche se retractaron y entendieron el erro de su postura.

Messi se convirtió en un líder histórico de un equipo que supo hacer historia. Se mostró cercano a su identidad no sólo futbolera sino de pertenencia. Es cierto, en este equipo no estuvo sólo, porque simbólicamente lo acompañaron los íconos del Dibu Martínez, del Papu Gómez, de Di María, de De Paul, de los jóvenes Enzo Fernández y Julián Álvarez, del propio Scaloni, con Samuel y Aimar, de Otamendi, de Cuti Romero, de Paredes, de Acuña, de Molina. En definitiva, siempre estuvo acompañado de sus compañeros.

Messi dejó de ser ese jugador extraordinario, inalcanzable para muchos, pintado con los ornamentos falaces de la fama dibujada por los escribas del derrotismo. Y Messi nos conmovió al extremo de todos y cada uno de los argentinos queríamos verlo levantar la Copa del Mundo. Muchos hoy entienden, finalmente, que Messi no estaba a la sombra de Maradona sino que es su heredero, tanto es así, que durante la serie de penales le pidió ayuda para alcanzar la copa y el Dios mundano, vulgar y humano, le tendió la mano.

 

 

 

 

19/12/2022

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