Por Redacción
El Papa Francisco envió un profundo mensaje a los participantes de la 108 sesión de la
Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo, que se realizó del 10 al 21 de junio 2019, Ginebra. A través de la intervención de Intervención del cardenal Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio Integral del Desarrollo Humano el Papa Francisco se dirigió a los trabajadores y trabajadoras del mundo.
A continuación reproducimos el texto completo del mensaje papal. El mismo fue publicado por la Hermandad Obrera de Acción Católica, quien además realizó la traducción del inglés:
Saludos
“Es un honor y una alegría para la Santa Sede participar en esta 108 asamblea de la Organización Internacional del Trabajo. Un especial agradecimiento al director general, el Sr Guy Ryder, que tan amablemente me ha invitado a presentar este mensaje y por haberme invitado –en varias ocasiones–, a visitar las oficinas de la OIT en Ginebra, invitación que espero pueda aceptar tan pronto como me lo permitan mis obligaciones
Con el fin de expresar mi gratitud y aprecio por los cien años de esta, aún joven, institución, me gustaría empezar destacando la importancia que tiene el trabajo para la humanidad y el planeta. A pesar de nuestros esfuerzos en la construcción de la paz, la justicia social y las normas laborales, nos enfrentamos a serios problemas de desempleo, explotación, trata de personas y trabajo esclavo, salarios injustos, entornos laborales poco saludables, agotamiento de los entornos naturales, y prácticas y medios tecnológicos cuestionables.
Trabajo y la realización personal y socio-ecológica
El trabajo no es solo algo que hacemos a cambio de otra cosa. El trabajo es primero y ante todo “una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal”. También tiene una dimensión subjetiva. Es expresión de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, el trabajador (Gen 2, 3).Así, “somos creados con vocación al trabajo”.
Además de ser esencial para la realización de la persona, el trabajo también es fundamental para el desarrollo social. Mi predecesor san Juan Pablo II lo dijo de forma preciosa, cuando explicó que “el trabajo es trabajo con otros y trabajo para otros”; y cuando como fruto, el trabajo ofrece “ocasiones para el intercambio, la relación y el encuentro”[4]. Cada día, millones de personas cooperan en el desarrollo mediante sus actividades manuales o intelectuales, en las grandes ciudades o en las zonas rurales, con tareas sofisticadas o sencillas. Todas son expresiones del amor concreto por la promoción del bien común, de un amor social.[5]
Sin embargo nuestra vocación al trabajo está también indisolublemente conectada con la forma en la que interactuamos con el medio ambiente y la naturaleza. Estamos llamados a trabajar en el “cultivo y mantenimiento” del jardín del mundo (cf. Gn 2, 15), es decir, a cultivar la tierra para que sirva a nuestras necesidades sin dejar de cuidarlo y protegerlo[6]. El trabajo es camino de crecimiento, pero sólo si es un crecimiento integral que contribuye a todo el ecosistema de la vida: a los individuos, las sociedades y el planeta.
Por lo tanto, el trabajo no puede considerarse una mercancía o un mero instrumento en la cadena de producción de bienes y servicios[7]. Más bien, puesto que es la base para el desarrollo humano, el trabajo tiene prioridad sobre cualquier otro factor de producción, incluyendo el capital[8]. De ahí el imperativo ético de “defender puestos de trabajo”[9] y de crear otros nuevos en proporción al aumento de la viabilidad económica[10], así como de asegurar la dignidad del trabajo en sí mismo[11].
Crear y defender el empleo hoy
Sin embargo, solo necesitamos echar un vistazo a los hechos para ver que el trabajo, con bastante frecuencia, y tristemente, dificulta la realización humana y no sirve para el cultivo y mantenimiento de la creación de Dios o para acentuar la dignidad de los trabajadores. Por lo tanto, ¿qué clase de trabajo tenemos que defender, crear y promover?
Es un tema complejo. En el interconectado mundo de hoy, responder a la complejidad de los temas laborales requiere un análisis exhaustivo e interdisciplinar. Acojo con satisfacción los enfoques de la OIT a este respecto, especialmente su intento actual de redefinir el trabajo a la luz de las nuevas realidades políticas y socioeconómicas, en particular aquellas que están afectando a los pobres. Gracias también por permitir que la Iglesia sea parte de esta iniciativa mediante el papel del Observador Permanente de la Santa Sede en la OIT[12].
Cuando el modelo de desarrollo económico se basa únicamente en la dimensión material de la persona, o cuando solo beneficia a algunos con la exclusión de otros, cuando daña el medio ambiente, causa a la “hermana tierra, junto con todos los abandonados de nuestro mundo, a gritar, suplicando que tomemos otro rumbo”[13].
El nuevo rumbo del desarrollo económico sostenible necesita situar a la persona y el trabajo en el centro del desarrollo, mientras se busca integrar los temas laborales con los medioambientales. Todo está interconectado, y debemos responder de manera integral[14].
La contribución del primer juego de triple “T”
Una contribución válida a esta respuesta integral es lo que algunos movimientos sociales y sindicatos han llamado la triple T: tierra, techo y trabajo[15]. No queremos un sistema de desarrollo económico que empuje a la gente a estar desempleada, sin techo o exiliada. “La tierra es esencialmente una herencia compartida, cuyos frutos están destinados para beneficiar a todos”[16] y “llegar a todos de manera justa”[17]. Este tema adquiere relevancia especial en relación a la propiedad de la tierra, tanto en las zonas rurales como urbanas, y con el proceso legar de garantizar el acceso a ella[18]. En este hecho, el criterio de justicia por excelencia es la aplicación del principio de “el destino universal de los bienes de la tierra”, donde “el derecho de todos a su uso” es “el principio fundamental de todo orden ético-social”[19].
La interdependencia entre trabajo y medio ambiente nos fuerza a repensar el tipo de tareas que queremos promover en el futuro y aquellas que necesitan ser sustituidas o resituadas, tales como las actividades de la industria de combustibles fósiles contaminantes. Es imperativo pasar del actual modelo de energía fósil a uno de energía renovable, si queremos cuidar la madre tierra, sin la que no hay trabajo posible. Pero sería injusto si esta transición de energías se llevara a expensas de los necesitados. Al promover y defender el empleo, debemos tener en cuenta la conexión entre “techo, tierra, trabajo”[20].
Contribución del segundo juego de triple “T”
Otra aportación para una respuesta integral a los problemas actuales entorno al trabajo es otro juego de “T”: tradición, tiempo y tecnología.
La palabra tradición viene del latín tradere; significa transmitir a otros, para dar, en particular a las nuevas generaciones. En el campo del trabajo, necesitamos transmitir no solo el “saber cómo” tecnológico, sino también experiencias, visiones y esperanzas. Esta dinámica intergeneracional es fundamental en este momento de la historia, cuando necesitamos combinar sabiduría con pasión por el bien de la humanidad y nuestra casa común.
En términos de tiempo, sabemos que “la aceleración continua de los cambios” y “un ritmo de vida y trabajo más intenso”, no contribuyen a un desarrollo sostenible o la mejora de la calidad de la vida de las personas[21]. Debemos dejar de concebir el tiempo de manera fragmentada, como una dimensión desechable y costosa de los negocios. En realidad, el tiempo es un regalo (de Dios) que se recibe, se aprecia y se valora, donde podemos iniciar procesos de avance humano, donde podemos estar atentos a la vida que nos rodea. Es por eso que necesitamos tiempo para trabajar, y tiempo para descansar; tiempo para el trabajo, y tiempo para contemplar la belleza del trabajo humano y la naturaleza[22]. Necesitamos tiempo para reducir la marcha y darnos cuenta de la importancia de estar presente en el momento más que correr siempre hacia el siguiente momento.
También sabemos que la tecnología, de la cual recibimos tantos beneficios y oportunidades, puede obstaculizar el desarrollo sostenible cuando se asocia con un paradigma de poder, dominación y manipulación[23]. En el contexto actual de la Cuarta Revolución Industrial, caracterizada por esta rápida y refinada tecnología digital, la robótica y la inteligencia artificial[24], el mundo necesita instituciones como la OIT. Vosotros tenéis la capacidad de desafiar una generalizada mentalidad tóxica para la cual no importa si hay degradación social o medioambiental; para la que no importa qué o quién se usa o se descarta; para la cual no importa si existe el trabajo forzoso de niños o desempleo juvenil[25].
Como defiende el tema del Día contra el trabajo infantil de la OIT de 2019 “¡Los niños no deberían trabajar en los campos, sino en los sueños!”[26]
Sobre los jóvenes, “la falta de trabajo tiene un impacto negativo en su capacidad para soñar y tener esperanza, y les priva de la posibilidad de contribuir al desarrollo de la sociedad”[27]. El empleo juvenil y la inseguridad laboral a menudo están vinculados a una mentalidad económica de explotación laboral y medioambiental, con una cultura tecnocrática que no pone al ser humano en el centro, y con la falta de voluntad política para abordar en profundidad este complejo tema[28]. No es una sorpresa, entonces, que la gente joven exija cambios y “se pregunten cómo alguien puede afirmar que está construyendo un futuro mejor sin pensar en la crisis medioambiental y los sufrimientos de los excluidos”[29]. Necesitamos escuchar a los jóvenes para contrarrestar la actitud de dominio con la actitud del cuidado: cuidado a la tierra y a las generaciones futuras. Esta es una “cuestión básica de justicia [y de justicia intergeneracional], puesto que el mundo que hemos recibido también pertenece a aquellos que nos seguirán”[30].
Una institución global como la OIT está bien equipada para promover, junto a la Iglesia, esta mentalidad del cuidado, la inclusión y el desarrollo humano real. Por eso, debemos promover y defender el empleo teniendo en cuenta la conexión entre tradición, tiempo y tecnología[31].
Conclusión
En el complejo e interconectado mundo de hoy, debemos resaltar la importancia del trabajo bueno, inclusivo y decente. Es parte de nuestra identidad humana, necesaria para nuestro desarrollo humano, y vital para el futuro del planeta. Por lo tanto, si bien elogio el trabajo que la OIT ha realizado en el último siglo, animo a todos los que sirven a la institución a continuar abordando el tema del trabajo en toda su complejidad. ¡Necesitamos personas e instituciones que defiendan la dignidad de los trabajadores, la dignidad del trabajo de todos, y el bienestar de la tierra, nuestra casa común!
¡Dios les bendiga a todos!
Desde el Vaticano, 10 de junio de 2019