*Por Gustavo Ramírez
El último debate presidencial sumó poco y nada de cara al próximo domingo 27 de octubre. No obstante desnudó las falencias argumentativas que ostenta el actual Presidente Mauricio Macri a la hora de responder los cuestionamientos que se le hacen a su gestión. Cada una de sus intervenciones evidenció un profundo desprecio por la política, por los trabajadores y por los pobres. Es cierto, se podrá alegar que eso no es novedoso, sin embargo ello dejó al desnudo la incapacidad de Primer Mandatario de observar en profundidad el desastre que le generó al país.
Macri se quedó en el debate del 2015 y como si no fuera presidente volvió a prometer lo que ya prometió y no cumplió. Fogonero de sus propias mentiras su discurso carece de efectividad más allá del núcleo duro de los votantes anti-peronistas. El Presidente no tiene grandes logros para mostrar y los que impone son superficiales. El conductor del Pro quiere mostrarse como un hombre afín a las estadísticas pero, no tiene en cuenta que ni los índices oficiales le son favorables.
Alejado de la realidad, inmerso en su universo distópico, Macri intentará en estos días desplegarse como si fuera el verdadero líder de la futura oposición. Esa postura tiene problemas serios que sortear, más allá del tercio de votos que la fuerza neoliberal acumula, el capital político real del actual mandatario se encuentra fuertemente erosionado y después del 27 de octubre, si la derrota contundente se ratifica, el poderío del Ingeniero quedará sin base ni techo para erigirse como principal opositor. En la disputa interna, voraz y caníbal, la figura del presidente quedará desplazada por figuras como Larreta o María Eugenia Vidal.
En el mismo debate también quedó explicitado que la izquierda anti-nacional y la derecha conservadora comparte un mismo paradigma liberal: Su aversión al Movimiento Obrero Peronista. Desde esa perspectiva los candidatos Espert, Gómez Centurión y Del Caño hicieron gala de una ignorancia significativa respecto al conocimiento del Movimiento Obrero argentino y su rol histórico. Su ataques a la dirigencia sindical, más allá de una estrategia electoral, representa un convencimiento ideológico funcional al modelo neoliberal.
Por su parte Robeto Lavagna y Alberto Fernández tomaron una agenda propia que los situó en el mismo camino una vez más. Si bien ambos referentes políticos se mostraron menos agresivos que el debate anterior golpearon con precisión sobre temas claves como el hambre, la pobreza y la economía en general. El candidato de Consenso Federal no abandonó su rol de hombre maduro de clase media con cierta sensibilidad social, una especie de personaje característico de cuentos de Jhon Cheever. Mientras tanto, el hombre fuerte del Frente de Todos se mostró duro, agudo y caminó el debate con el tiempo y la tranquilidad que otorga el triunfo.
Este montaje escénico a la menara que se presentan en Estados Unidos poco y nada aportan a la democracia. Es más un ilusión patética servil organizada por republicanos que suelen odiar a la democracia que una contribución real a la institucionalidad democrática. Estamos a días de una elección trascendente y eso es lo que importa.
Cabe entonces preguntarse cómo se parará Macri ante los argentinos el próximo 28 de octubre. Cuando las urnas hayan hablado. En agosto no reconoció las elecciones PASO, pero en menos de 24 horas castigó a los votantes opositores con una devaluación importante. Ello generó una nueva transferencia de recursos y mostró el carácter mafioso de un Presidente que considera que gobernar es conducir una empresa. Por otro lado el interrogante que impera es saber cómo se producirá la famosa transición. Tal vez no esté de más poner la mirada en Chile. Los juegos perversos del neoliberalismo pueden sorprender y hacer mucho más daño. Sobre todo si están resentidos.
*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical