*Por Gustavo Ramírez
Si desescolarizamos la historia veremos que, por ejemplo, la raíz reaccionaria que anida en la Ciudad de Buenos Aires, tiene su anclaje en la traición de Urquiza en la batalla de Pavón. Su “retirada”, para cuidar sus campos y sus vacas, optimizó el ascenso de la oligarquía porteña que por mandato de Sarmiento no escatimó sangre de gaucho.
Tras el triunfo fácil de Mitre, que hasta el momento no había ganado una batalla, la masacre de compatriotas no se hizo esperar. Pero los liberales porteños no se mancharon las manos. Fueron extranjeros como los Flores, Sandes e Irrazabal, los que perpetraron la matanza de criollos federales.
Mitre escribirá: “Pavón no es solo una victoria militar es sobre todo el triunfo de la civilización sobre los elementos de la barbarie”. Si sus palabras no suenan en la boca de Macri o de Bolsonaro, es porque nos seguimos haciendo los tontos.
No mucho después el fundador de la Tribuna de Doctrina le contará a Sarmiento “Quiero hacer en La Rioja una guerra de policía . Declarando ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos partidarios políticos ni elevar sus depredaciones al rango de reacciones, lo que hay que hacer es muy sencillo”.
Mierda, ¿ no es esta la doctrina Bullrich, no es esto lo que impera en Bolivia, no es este el mensaje del Comando Sur? Es imprescindible comprender nuestra historia para contextualizar el presente. Insisto entonces que nuestras luchas fueron, son y serán, luchas por la Liberación Nacional y que al enemigo de la Patria no hay que darle un ápice de respiro.
Una de las batallas que se aproxima, en la gestación del nuevo gobierno, tiene que ver con la defensa de la soberanía nacional. A lo largo de gran parte de la historia, la oligarquía porteña impulsó guerras internas por el predominio de la ciudad puerto.
Una vez que logró imponerse, como facción hegemónica, vivió de espalda al Puerto e ignoró sucesivamente lo que ocurre en el mar argentino. En el Siglo XIX los liberales cedieron el puerto a Gran Bretaña, los mismo que las rutas marítimas. En la actualidad, bajo la égida de la globalización, el gobierno de Cambiemos hizo casi exactamente lo mismo.
La entrega de la soberanía porturia al capital extranjero implicó la pérdida del control sobre el comercio exterior, en tanto que la entrega de industria pesquera significó la exclusión significativa de la flota argentina de sus propias aguas. Desde la caída de ELMA se acentuó la falta de un plan estratégico para el sector. Ni siquiera bajo el gobierno popular se restableció el control de los mares con perspectiva geopolítica.
Tanto en la actualidad como en el pasado la entrega sistemática de nuestros recursos estratégicos se hizo con la complicidad de la burguesía comercial que ve en la mercantilización de la industria porturia, marítima y naval, una oportunidad de ganar mucho dinero sin mover un solo músculo. Tal es así que, por ejemplo, el tema de renovación de la flota pesquera es visto por los parásitos de siempre como una nueva posibilidad de gestar francos negocios personales.
Algunos ex funcionarios del sector, que juegan de los dos lados del mostrador argumentan, falazmente, la defensa de la industria nacional naval, mientras con esta renovación verían fortalecida su posición como emprendedores navales. Lograrían, por beneficios políticos, el monopolio naval mientras derivarían la construcción de buques a Vigo, España. La intermediación, en nombre de una industria que no quieren que se desarrolle, los hará millonarios en tanto operan fuertemente contra lo que dicen defender.
Los mismo ocurre con el Puerto de Buenos Aires, donde amigos del actual gobierno juegan para impulsar el monopolio de una empresa de Singapur, mientras pretender centralizar el Puerto, que a su vez ignora, en manos de Larreta.
Una vez más vemos como el coloniaje cultural, político y comercial, se impone frente a las necesidades de la patria y de los trabajadores del sector, que en definitiva son los más perjudicados por estas maniobras de dominación. Son ellos, junto a sus organizaciones sindicales los que resisten la entrega y luchan en defensa de la soberanía nacional.
Otro exponente de la pedagogía impuesta por el Imperio Financiero es el actual interventor del Puerto de Buenos Aires, Gonzalo Mórtola. El funcionario vivió cuatro años de espalda a lo que ocurría con el ámbito portuario pero cuando vio la veta de la mercantilización no dudó en avanzar. Así como en su momento la oligarquía porteña fue servil a Gran Bretaña, estos sujetos se arrodillan ante el “mercado” invocando voluntades fantasmas que no hacen, precisamente, al desarrollo productivo nacional.
Como el viejo mito del “terno retorno” los “liberales” argentinos vuelven a su viejo redil para desmembrar la organización de la Patria. Mentores del realismo capitalista su único interés es servir a las directrices de sus amos. Son los reales herederos de los Rivadavia, de los Sarmiento, de los Mitresy no dudan en traicionar al país como tampoco dudó Urquiza en Pavón.
“Las oligarquías vencedoras borraron el pasado del pueblo, hablaron en francés y traficaron en inglés”, sentenció Hernádez Arregui. La historia está presente en la actualidad, solo hay que saber desescoralizarla.
25/11/2019
*Director periodístico de AGN Prensa Sindical