Opinión

Los cerdos y el tiempo

La discusión política en Argentina prescinde de atender los reclamos sociales que emergen de la comunidad. La escucha no es un elemento que componga la articulación de definiciones efectivas para dar respuestas a demandas harto demoradas. Al mismo tiempo, se pierde la noción espacio-temporal y se configura un mapa emocional que restringe al ámbito sectorial toda disputa socio-cultural.

Lo nacional, lo propio, tanto como el nosotros, se diluye en la conformación de un escenario nihilista donde la ausencia de contenido político se añade a la degradación económica y cultural. Tanto para el progresismo liberal como para el ahora liberalismo libertario, la idea de civilización adquiere un significado en tanto ejemplifica a la propia razón. No se discute para cambiar nada sino para ver quién ganó esa discusión.

Al mismo tiempo, se sintetiza toda disputa política al universo de las personalidades. El individualismo es la nota parlante que distingue cada uno de los discursos de estos sectores que adhieren a la política anti-nacional en tanto simplifican la noción de pueblo en la categoría “barbarie”. No existe proyecto que supere esa instancia regresiva.

En noviembre de 1959, John William Cooke escribió: “Un clima de rebeldías individuales puede durar indefinidamente sin afectar al régimen que las provoca. Solamente cuando la rebeldía está coordinada y encauzada en un movimiento de liberación adquiere eficacia necesaria para luchar con éxito”.

La parcelación de la lucha no hace más que alimentar la voracidad del enemigo, en tanto y en cuanto la manifestación de segmentos sociales adherentes al régimen no modifica las estructuras de dependencia. Está claro que en Argentina las condiciones objetivas para trazar el armado de un plan de lucha colectivo están condicionadas y subordinadas a las situaciones impuestas por la dictadura de la semi-colonia.

La ausencia de conducción estratégica permite que los espacios se diversifiquen y que persista la inestabilidad del proceso de unidad. Hegemonizar la “lucha” sin tener en claro cuál es el objetivo de la misma y sin saber contra quién se pelea redunda en errores tácticos. En principio, porque se parte de un diagnóstico malversado que asume falsas representaciones en los sobregiros ideológicos. Después, porque en la fragmentación y el ruido, se desconoce a los aliados y se legitima al enemigo.

Por estas horas, el progresismo liberal, cándido e infantil, se afincó en una lucha que no parece tener eco en la distinción de lo nacional. Asume lo que la propaganda reaccionaria le impone y la replica a su manera. Lo que no se ve es cómo, a partir de la apropiación de agendas secundarias, se reproduce el contenido de la colonización pedagógica: Fascismo contra la ¿Izquierda?; ¿fascismo contra el antifascismo? ¿Cuál es el rol del Pueblo en este hipotético escenario? Qué eco tiene esto en Argentina dónde la disputa es histórica: Oligarquía contra pueblo trabajador.

Basta con pararse en la estación Constitución, por ejemplo, y observar: La gente, muchas veces personas mayores, esquivan como pueden los molinetes. No tienen para pagar el pasaje de tren. Si se consulta, la respuesta será la misma: No se llega a fin de mes. La plata no alcanza. El empleo ya no cubre las necesidades básicas.

La realidad: Una panadería de La Boca necesita un empleado para la cuadra, el horario es de 4:00 horas a 13:00 horas. En negro, lo que el dueño del comercio ofrece a su potencial empleado, que tiene 19 años, es 600 mil pesos. Es significativo que la demanda de subsidios por desempleo se haya incrementado un 60% en 2024. La suma de estas partes conforma una tormenta perfecta que el terreno político se esmera en ignorar.

Antes del cierre del año, la expresidenta de la Nación, Cristina Fernández, asumió como principal referente del PJ Nacional. El día de su asunción, además de pasar un largo tiempo hablando de cuestiones de la superestructura económica, anunció que recién en marzo de este año se empezaría a discutir un plan electoral. Es decir, las listas.

En las últimas horas, apareció por las redes sociales para confrontar con Milei. Sus fans la victorean. Lo concreto: No existe ninguna propuesta efectiva que se presente como alternativa a la dependencia que impone Milei. El entusiasmo kirchnerista se resume en dos o tres posteos inteligentes pero que no van más allá del circo romano.

En esas mismas redes sociales, la expresión del no lugar de la política, los militantes del progresismo liberal le exigen a la CGT más acción. Atacan a la organización de los trabajadores más que al verdadero enemigo. En realidad, parecen no identificarlo. Al mismo tiempo, tergiversan al peronismo. Tampoco logran ubicarlo.

Lo inorgánico gana lugar a través de la confusión ideológica. Pero quien piense que esto es casual es igual de cándido que esa militancia enamorada de su propio canto. No hay parámetros reales de dónde agarrarse para efectivizar la distinción. Al mismo tiempo, tampoco hay noción ética de lo que representa la conciencia nacional. Entonces los sectorial asume la representación de la totalidad hasta que se choca con una pared edificada con rezagos de la realidad.

“El peronismo no es populismo, es revolución”, afirmó Cooke. Es lo que desde 1976 en adelante se intentó borrar de esa conciencia. La acción política fue eficiente. El historiador revisionista nacional José María Rosa explicó: “La historia es la verdadera conciencia de la patria, se ha dicho. Y es una verdad indudable que nosotros no sabremos qué es nuestra patria mientras se mantenga la tergiversación del pasado argentino”.

La disolución nacional no se produce bajo los efectos de una sola medida, de un discurso en Davos o de un relato mediatizado por un periodismo sin ética. Responde a una operación mucho más fina que se extiende en el tiempo. El ataque sistemático a las organizaciones libres del pueblo, desde adentro y desde afuera del campo popular, la negación de la Comunidad Organizada y la reivindicación del paradigma material-economicista son parte de esa operación sistémica que reclama exterminar a la barbarie, léase peronismo peronista.

En el acto de clausura del Primer Congreso Nacional de Filosofía, de abril de 1949, Perón aseguró que “el individualismo está predispuesto a subversión, al egoísmo, al retorno de estados inferiores de la evolución de la especie”. El peronismo siempre fue contra la corriente impuesta por esa falsa idea de civilización porque buscó en todo momento la realización nacional.

No hay que olvidarse que muchos de los que ahora se golpean el pecho en defensa de los derechos “individuales”, en términos de perspectiva histórica, coinciden con los libertarios al acusar a Perón de fascista. Al mismo tiempo, niegan toda proyección nacional porque eso no está en la base constitutiva de su agenda. No discuten la soberanía nacional en Malvinas, en nuestras vías navegables, en nuestra matriz económica. No discuten más allá de sus necesidades.

El deterioro es tan grande que no se llega a observar que se incrementa la violencia social y que existen trabajadores que defienden “hacer justicia por mano propia” ante la “ola de inseguridad”. Los pibes de los barrios populares mueren en atracos cada vez más violentos, como víctimas o como victimarios, porque perdieron el sentido del valor de la vida. La droga gana donde la política no actúa y pierde. Todos contra todos por un puñado de infelicidad. Y será peor mañana si no se actúa hoy. No parece haber  interés en cuidar a los trabajadores ni a sus familiar.

La retroalimentación del narcisismo ideológico desde distintos sectores socio-políticos que se muerden la cola entre sí no favorece a la expansión de las fuerzas populares. Por el contrario, las encapsula en una dinámica de discusiones secundarias y hasta pueriles. Pretenden trasladar experiencias foráneas a una Argentina que no le pidió prestada su historia a nadie y coinciden en un objetivo primario: Eliminar de la vida política al peronismo y con ello a la conciencia nacional.

Estos sectores no hacen más que correr detrás de la agenda que impone el enemigo. Aportan su persistente grano de arena a la degradación política mientras erigen conducciones inorgánicas que terminan por ser funcionales al régimen. Al mismo tiempo, se identifican con la civilización materialista del realismo anglosajón.

En tanto, la dirigencia que se “autopercibe” peronista debe recordar y asumir lo que Perón expresó en 1952: “Levantamos la bandera de nuestra en defensa del hombre… el hombre auténtico total… materia y espíritu… inteligencia y corazón, individual pero social, material pero trascendente, limitado pero infinito. Así es el hombre para la Doctrina Justicialista del Peronismo, y con esa concepción enfrentamos a un mundo que se derrumba, precisamente por haber destruido al hombre, y nos proponemos levantarlo sobre sus ruinas hasta devolverle las alturas de su excelsa dignidad humana”.

En tiempos de ruptura, la unidad se conquista a través de la diferencia, sí. Pero para ello, es necesario confrontar también a la hipocresía.

 

 

 

 

 

 

31/1/2025

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