*Por Gustavo Ramírez
El “campo” amenaza. No quiere perder la supremacía de negocios financieros que le permitió seguir en ascenso al mismo tiempo que millones de argentinos pasaban hambre. Durante estos cuatro años la transferencia de riquezas benefició de manera exponencial a los del “campo”. Pero ahora, ahora vuelven a intentar imponer esa perspectiva ideológica cimentada en un falso federalismo y en una estúpida moral chauvinista, cuando en realidad son los verdaderos anti-patria.
Los oligarcas de la tierra aprietan, imponen condiciones al futuro gobierno como si fueran los dueños de la Argentina. En realidad, son las fuerzas que han retrasado el desarrollo industrial nacional para sostener sus ganancias a costa del hambre del pueblo. Mientras concentran millones de dólares en pocas manos promueven el aumento de precios de sus productos al tiempo que monopolizan la acumulación de alimentos. Familias patricias que amasaron su fortuna con la entrega de la Patria.
En la actualidad han proliferado, a nivel internacional, los fondos de inversión agrícola. En una nota publicada para Le Monde Diplomatic, la especialista Jennifer Clapp sostiene que “uno de los más grandes es el DB Agriculture Fun, de la Deutsche Bank. Administra activos de más de 740 millones de dólares e invierte, entre otros en maíz, soja, trigo, café y azúcar. Black Rock, una de la empresas inversionistas más grandes del mundo, estableció en 2007 un fondo con un valor de más de 230 millones de dólares. Contiene valores de empresas que participan en diferentes lugares de la cadena de producción y comercio agrícolas, por ejemplo, Monsanto, Syngenta, Tyson Fooks, Deere y ADM”.
Empresas como Cargill, Bunge y ADM, han confeccionado sus propias sociedades de inversión. Varias de estas empresas operan en Argentina. Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo “las inversiones en el mercado de materias primas agrícolas contribuyen a que los precios de los alimentos aumenten y fluctúen de manera marcada”.
La apuesta financiera, sin regulación marcada del Estado, deja libre a las fuerzas del mercado para impulsar una competencia desleal y damnificar a los pequeños productores. El libre albedrío de los capitales financieros ostenta el control de los precios y quienes pagan las consecuencias de estas artimañas políticas son las clases populares. Es inconcebible que en el país de las vacas los niños y niñas no tengan acceso a la carne porque el producto en góndolas vale 300 pesos el kilo o más. Un corte popular como la milanesa supera los 340 pesos en las carnicerías porteñas. Mientras tanto, los dueños de la carne colocan productos en el exterior encareciendo el valor interno.
Macri propició este escenario en Argentina. Regresó al fracasado y retardatario modelo agro-exportador. En esa instancia promovió el concepto post-industrial y posibilitó que los grande terratenientes sean los marcadores de precios. La constante especulación y el monopolio de la producción de alimentos daño sensiblemente al grueso de la población, hoy empobrecida. A diferencia de otras crisis el precio de los alimentos alcanzó cifras desproporcionadas. Esas ganancias se concentraron en las manos de los parásitos que hoy amenazan al pueblo si este no cumple con su mandato.
El problema no es económico, es político y si se quiere se arrastra desde el Siglo XIX , es válido en este sentido, leer a Jorge Abelardo Ramos: “las oligarquías agrocomerciales de los puertos se imponían en América Latina sobre las aspiraciones uniformadoras de Bolívar, San Martín, Artigas, Alamán, Morazán…Fue la ocasión que los hábiles diplomáticos ingleses y norteamericanos, los Poinsett o los Ponsonby, aprovecharon para aliarse a la burguesía comercial y a los hacendados criollos, “la hacienda y la tienda” “.
Ahora estos exponentes de la anti-patria se declaran en estado de alerta. No quieren tener regulaciones que los prive de ganar más de lo que ganan. Aun creen ser los dueños del país y se creen con derecho, después de hambrear al pueblo, en nombre de la especulación financiera y de la mercantilización de la producción alimentaria, de decirnos lo que hay que hacer. Son los mismo hombres y mujeres que desde la Sociedad Rural victorearon a Rojas y Aramburo, a Videla y a Martínez de Hoz.
Amasaron su fortuna sobre la sangre de nuestro pueblo y están dispuestos a seguir haciéndolo con tal de defender su riqueza, producto del sistemático saqueo que perpetraron junto a las fuerzas imperiales. Actúan de la misma manera en el resto de América Latina. Basta con observar lo que ocurre en Bolivia. Tensan el hilo fantasma para profundizar la balcanización política y económica de la región. También lo hacen internamente en Argentina.
Alberto Fernández tiene enormes desafíos por delante para evitar que estos caníbales del mercado, militantes del imperio financiero, no avancen en función de sus intereses contra los sectores populares. Será responsabilidad de las Organizaciones Libres del Pueblo reconstruir la identidad cultural social, en el marco de la comunidad organizada, como virtud política para romper con el monopolio de la producción de alimentos, entre otras cuestiones.
Al respecto existen trascendentes experiencias que son necesaria tomar en cuenta, como la de la Unión de los Trabajadores de la Tierra, entre otras: “La organización promueve la creación de verdulerías propias y agroecológicas, la venta de bolsones, ferias, y “verdurazos”, todo lo cual ffue gestando, para miles de familias, la posibilidad de correrse del mercado convencional y generar una suerte de rebelión en las leyes del mercado, más cerca de los consumidores, con una producción planificada basada en la agroecología, con justicia y con transformación económica cultural”.
Ante las amenazas de los ruralistas, siervos del imperio financiero, otra economía es posible. tal vez para ello sea necesario construir una democracia del pueblo donde el Movimiento de Trabajadores sea tenido en cuanta más allá de la columna vertebral del Movimiento Nacional. Será cuestión, entonces, de abandonar la escucha de los gurúes de la economía y volver a oír a los “poetas sociales”, como los llama Francisco: “Tierra, Techo y Trabajo”, son las premisas para que no nos gane el hambre que produce la oligarquía.
03/12/2019
*Director periodístico de AGN Prensa Sindical