*Por Carlos Raimundi
El resultado electoral de la Argentina y la aceptación mayoritaria de varios de los enunciados del espacio triunfante responden, como todo fenómeno social, a múltiples causas.
Además de las causas domésticas, una de las razones tiene que ver con un modelo de época, una forma de vida, una tendencia internacional que desemboca inexorablemente en la fragmentación social y de allí al individualismo, que se intensifica fundamentalmente a través de las redes y plataformas. No diría de alcance mundial, porque es propia de “occidente”, Europa y América.
Esto de ninguna manera implica ser autocomplaciente respecto de nuestra propia responsabilidad en la derrota. Simplemente tomo aquí UNA de las razones, que en este caso trasciende el marco estrictamente nacional y se repite en muchos otros países y regiones.
La revolución tecnológica que ya lleva varias décadas fue disolviendo los grandes conglomerados sociales como “la clase trabajadora”, “el movimiento obrero”. La automatización, la terciarización y el trabajo en casa fueron segmentando aquellos grandes sujetos sociales (y políticos) organizados, que interactuaban con el Estado.
Donde había una gran rama de la industria que se vestía, alimentaba, abastecía, trasportaba y comercializaba a través de sus propios establecimientos, y por lo tanto forjaba una identidad y un modo comunitario de relación con la realidad, hay hoy un grupo privado independiente por cada una de aquellas funciones que antes cumplía una sola organización.
Aquella manera solidaria y comunitaria de ver el mundo se fue disgregando, subdividiendo. Hoy resulta más difícil que en aquel 17 de Octubre de 1945 o en el Cordobazo, movilizar a todo el movimiento obrero organizado. Se ha perdido parte de aquella cohesión social.
Al estar más separados, la explotación ha ido en aumento –de allí el aumento de la informalidad y la pobreza- pero sus defensas contra la explotación son más débiles, y su capacidad de organización y movilización también.
A esto se suma la irrupción de las redes ¿sociales?, desde dos planos convergentes. Uno es la concentración de poder de los grandes servidores de la tecnología digital. El otro es la incitación al impacto, la conmoción, la intolerancia, el antagonismo, la urgencia. De allí al malestar, de allí al odio, la polarización, la inestabilidad social y política crónicas. Y el híper-individualismo como telón de fondo.
Y todo bajo la apariencia de la “democratización de la comunicación”, esa sensación de que somos libres de expresar lo que queramos. Cuando, en realidad, cada información de nuestra vida privada que publicamos en las redes (la paradoja de que lo que es público se privatiza y lo que es privado se hace público), cada “me gusta” que indicamos, es un dato valiosísimo que utilizan y manipulan los grandes servidores para generar los algoritmos que necesitan para engrosar sus propios intereses.
Los dueños de las grandes plataformas son muy pocos, son multimillonarios y están organizados. Y conocen mejor que nosotros mismxs nuestros deseos, nuestros gustos y nuestras preferencias. De ese modo, cada una de sus respuestas y sus estímulos están individualizadas según los datos que cada unx de nosotros les entrega. Así, si captan mi inclinación al alimento saludable me enviarán un estímulo en ese sentido, y lo mismo si detectaran mi amor por las mascotas o mi afinidad con cualquier tipo de consumo.
En definitiva, creemos ser libres y somos utilizados desde el vértice monopólico del sistema como una mercancía. Ellos, cada vez más poderosos en el vértice. Nosotros, cada vez más aislados individualmente y más indefensos.
La estructura de los jueguitos violentos y de muerte, o películas como Los Juegos del Hambre o El juego del Calamar, van en el mismo sentido. Pensemos hacia dónde se orienta el voto cuando este mecanismo se traslada a la política.
Reitero que no quiero en absoluto ignorar las responsabilidades propias en el resultado electoral. Aquí sólo me referí a un marco más general. En todo caso, uno más de nuestros errores fue renunciar a analizarlo y actuar en consecuencia.
Sin embargo, lxs seres humanos no podemos vivir por fuera de la comunidad que nos contiene. Y la Argentina tiene muchas herramientas para reconstituir un proyecto nacional y popular fuerte y esperanzador, y que dé cuenta de estos nuevos elementos. Sobre esto nos iremos expresando en próximas comunicaciones.
*Exembajador argentino ante la OEA.
22/1/2024