La verdadera batalla cultural

  *Por Francisco Pestanha 

El contexto filosófico que precedió al advenimiento del primer peronismo estuvo enmarcado en una inédita convulsión cultural, intelectual, política y social que posibilitó el florecimiento de una original concepción que tanto el ex mandatario argentino como su equipo, fueron acuñando durante la fase conocida como paleo o protoperonismo. En dicho sentido un particular y específico devenir histórico y cultural facilitó la irrupción de una interesantísima mirada sobre las relaciones humanas en las cuales jugaba un rol decisivo la tensión dinámica entre la cooperación y la competencia entre los individuos y la noción de armonía.

Juan Domingo Perón en un contexto de post – guerra sostuvo en tal sentido que el mundo nos ha ofrecido dos posibilidades extremas: “el Capitalismo y el Comunismo (ambas se materializaban en forma de ideologías) (…) Interpreto que ambas carecen de los valores sustanciales que permitan concebirlas como únicas alternativas histórico políticas”. Su postura antimaterialista y antiiluminista – en un contexto de fuerte impugnación al positivismo – lo llevo a profesar y a promover un patente humanismo sustentado entre – otras fuentes – en la doctrina social de la iglesia.

En plena consonancia el maestro Fermín Chávez afirmó en su oportunidad que Iluminismo – adoptado acríticamente por nuestras elites – constituía la “ideología a-histórica de la dependencia y madre de la falsa dicotomía entre civilización y barbarie”, al colocar lo racional abstracto sobre lo real, negando virtualidad a particularidades e historicidades.

En ese orden de ideas la «comunidad organizada» fue concebida en un clima epocal caracterizado por antagonismos de sistemas opuestos y de clases, emergiendo como una propuesta “original” de armonización entre los intereses individuales y colectivos en el marco de una organización estadual que asegurara la dignidad de todos y de una democracia real, donde el único verdaderamente soberano y protagonista es el pueblo. Pero además, dicha «comunidad organizada», surgirá como “respuesta y propuesta” a otra antítesis de la época ya que evidenció una exacta comprensión del conflicto latente que se establecía por entonces, entre los adelantos científico-tecnológicos por un lado, y la preservación y exaltación de los valores de la dignidad del hombre, por el otro.

Como hemos señalado el transhumanismo en su versión extrema constituye la “nueva ideología de la dependencia” ya que promueve la des- esencialización humana orientada hacia un “progreso indefinido” promoviendo la transformación radical de la persona humana. El transhumanismo como derivación del iluminismo, comparte la fe ciega en la razón, la ciencia, el progreso como herramientas para “mejorar una condición humana universalizada y homogeneizada”. Le cabe entonces al movimiento nacional participar en este batallar desde un “humanismo esencialista” que neutralice la cosificación a la que nos conduce un devenir tecnológico que, por el momento, no admite limitación ética alguna.

 

 

*Ensayista, escritor. Docente en la Universidad Nacional de Lanús. Autor del libero: Aportes para un Pensamiento Nacional Latinoamericano

 

 

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