Por Gustavo Ramírez
La pandemia de COVID-19 puso de relieve las zonas vulnerables de un modelo social, económico y cultural, que desde hace algo más de un siglo amenaza con su propio fin. No obstante, esa impresión, producto del análisis, la razón emotiva y la lógica de la ansiedad, no siempre es la expresión viva de la realidad. El pensamiento suele construir falsas representaciones de acuerdo al contexto del cual se nutre.
El logos social suele aplicarse como estatuto de la homogeneidad ideológica. Sin embargo, en procesos de crisis, la irrupción de opciones diversas del pensamiento dan cuenta de un amplio abanico de posibilidades para entender los marcos generales y también los particulares, si es que estos pueden afirmarse en una epistemología nacional.
En el actual contexto dos pensadores internacionales cooptaron la escena de la representación y el análisis para discurrir sobre los efectos sociales y culturales de la pandemia. Ellos son Slavoj Žižek y Byung-Chul Han. Claro que hay otros, pero estos han tomado notoriedad a partir de la singularidad de sus postulados que confrontaron entre sí, aun cuando la búsqueda de sus ideas sea la misma.
Nicolás Mavrakis, ensayista, escritor y crítico literario, sostiene que “tal vez lo que comparten Han y Žižek, desde lugares distintos, es que lo único que engloba a ese mundo – uno podría decir que incluye a nuestro país o a cualquier otro país – es que se trata de una discusión sobre el capitalismo, sobre el neoliberalismo, la versión específica del capitalismo que experimentamos todos en Occidente con distintas intensidades”.
El autor de No alimenten al troll, explica, en charla con AGN Prensa Sindical, que “lo que ellos hacen ahora, usar la pandemia como excusa, en realidad es hilar un poco más fino sobre esa discusión y, por supuesto, al tomar como referencia al capitalismo en general te salteas siempre cualquier pensamiento, en particular, nacional”.
Allí reside, tal vez, la falencia de estos autores. Claro, esto si los leemos pensando que la experiencia a la que se remiten es aplicable a nuestra realidad. En tal sentido Mavrakis aclara. que “eso es una falencia en la medida donde uno ponga la mirada. Si uno piensa desde Argentina ¿qué hay de lo que dice Žižek y que hay de lo que dice Han, que sea pertinente para nuestra experiencia? Bueno, probablemente, uno encuentre poco y nada. Por ejemplo, Han habló mucho de la cibervigilancia”.
“Él dice que en China, que en Corea del Sur, en casi todos los países de Asia, se pudo hacer un mejor control de la cuarentena durante la pandemia porque tienen un enorme dispositivo de vigilancia que a uno, en China, lo puede señalar, marcar, ver por dónde se mueve, que temperatura tiene, dónde vive, en tiempo real. Eso, imaginado en Argentina, donde tenemos la SUBE, donde está la aplicación CUIDAR, que todavía no tiene una implementación total, suena como si fuera un territorio de ciencia ficción. Ahí tal vez no hay mucho donde uno diga: “bueno, sí, esto nos interpela como argentinos o personas que están en la misma situación”, argumenta nuestro entrevistado.
Al mismo tiempo las lecturas no son lineales. Uno al interpretar pone en juego dispositivos cognitivos abordajes y preconceptos culturales que definen a las propias estructuras del pensamiento. Mavrakis profundiza, compara, “Con Žižek, en cambio, sí está este vínculo respecto al capitalismo, respecto a que ya sea que estemos en Argentina, en Estados Unidos, que estemos en Francia, estamos todos bajo la lógica común del capitalismo neoliberal. Por supuesto que cada país tiene su experiencia y uno podría decir que no es la misma en un lugar que en otro, pero en principio Žižek , habla de la idea de recuperar un comunismo, él habla de cómo traer de nuevo el nombre del comunismo que, como él explica un poco mejor, no se trata del comunismo soviético o chino”.
El autor argentino ahonda y dispara que lo que Žižek describe como comunismo “no es muy distinto de lo que acá, en Argentina, podríamos describir como economía social. De hecho, es prácticamente lo mismo, le falta hablar de ingreso universal y básicamente es lo mismo”. No obstante, Mavrakis añade que “ahí si hay que pensar que existen experiencias muy distintas como por ejemplo en Estados Unidos, donde no hay ni siquiera salud pública. Claro, allí ese pensamiento suena como algo bastante transgresor y utópico. Acá eso lo tenemos, tenemos la IFE. Son medidas donde el Estado reparte, como dice Žižek, contra todo lo que uno considera que hace el mercado que es acaparar, concentrar. Acá hay medidas de distribución y es un poco lo que Žižek propone como comunismo. Una forma alternativa a la conducta típica del capital y ahí, tal vez, nuestro lugar más periférico, en el buen sentido, nos da una pauta de que eso es mucho más posible de que le parece a alguien que está leyendo desde Washington o desde París”.
El Papa Francisco, en sus mensajes, suele decir que la construcción política debe realizarse desde la periferia al centro. Es extraño que estos pensadores posmodernos, como Žižek y Han, tan preocupados por las lógicas tradicionales del pensamiento articulado desde la conciencia del capital, no aborden al político más incisivo del presente.
En ese sentido Mavrakis hace un alto y expone con seguridad: “Han al Papa no lo nombra jamás, pero Žižek si lo nombra. Žižek lo tiene como referente de un discurso político, social y económico distinto, que es absolutamente poderoso. Yo creo que es mucho más importante escuchar al Papa hablando hoy sobre Tierra, Techo y Trabajo que a Žižek hablando sobre que reconozcamos al comunismo que vive entre nosotros”.
Los momentos de crisis también son oportunidades para reflexionar sobre la realidad, la actualidad. Claro, de cierta manera uno se encuentra relativamente cómodo para hacerlo. Pero en una comunidad cada persona es importante, efectivamente, cumple un rol. El escritor dice “para mí lo más importante, ya sea un pensamiento nacional o no, es la idea de que lo que está pasando ahora, la circunstancia extraordinaria de la pandemia y la cuarentena, no cohíbe la tarea de pensar. Eso es algo sobre lo que oí y leí bastante: “¿Cómo alguien se va a poner a pensar sobre lo que está pasando?”, hay que esperar a que las cosas pasen para después pensarlas. Y no, creo que en particular Han y Žižek son dos autores que no están inventando nada, no están sacando libros de la galera, no están haciendo creaciones espontáneas de conceptos para que se los lea o para vender nada. Son autores con muchos años de trabajo sobre ciertas ideas que ahora la cuarentena y la pandemia mundial les permite volver a desarrollar en una coyuntura nueva”.
Está claro que a ambos autores les falta romper con el molde eurocéntrico para pensar las experiencias globales. Aun así, no dejan de despertar inquietudes. En pleno ascenso de las incertidumbres ambos, contrariamente a autores de otras épocas, no se dejan atrapar por la comodidad del escepticismo, a pesar que en apariencia interpretativa Han parezca mucho más nihilista que Žižek. El hecho de trasvasar la filosofía al campo político implica un enorme gesto de fe. Algo que no siempre es entendido de esa manera. Si se piensa es porque hay futuro.
“Lo que habría que subrayar es que Han, cuando dice que el capitalismo en realidad va a triunfar, cuando le dice a Zizek: No, estás equivocado, ¿qué comunismo?, dice en realidad, acá tenemos un capitalismo más voraz”, afirma Mavrakis. Lo que Han expresa, más allá de las apariencias que algunos interpretes quieran imponer, es que “el comunismo o el fin del capitalismo, no va a venir porque lo provoque un virus, que es un poco la síntesis interesada de Žižek. Han sostiene que cualquier revolución la van a hacer las personas”, profesa didácticamente.
Para el autor de El recurso humano, “estos autores están de acuerdo en que el sistema tal cual cómo funciona ahora es insostenible. Por lo menos es insostenible sin un estado cada vez más agudo de protesta y de malestar. Lo que en todos sigue faltando es un pensamiento geopolítico estratégico nacional”.
En el final de charla Mavrakis sostiene que es necesario pensar esto “desde cada país” y agrega que “ahí es donde uno tiene que dar el salto y reconocer hasta qué punto los pensadores de afuera pueden iluminar lo que pasa adentro y en qué momento tiene que ser el adentro mismo el que proponga lo que resta”.
En un país como el nuestro atravesado por el colonialismo cultural no es fácil asimilar las ideas que nos vienen desde el afuera. Sin embargo tampoco alcanza con el pensamiento nacional. La integración epistemológica puede contribuir a reforzar el campo de pensamiento que se realice desde la periferia. Para contarnos a nosotros mismos tenemos que pensarnos allí se abre todo un desafío que implica la asimilación de lo vigoroso, lo nutritivo del pensamiento global, con nuestra identidad nacional.
11/06/2020