Por Omar Zanarini
Tras la salida de la pandemia, y como efecto de ella, hemos sido testigos de una transformación de lo político que ha modificado radicalmente la manera de entender la arena política y el debate público. Este cambio, impulsado por el avance de las tecnologías digitales, ha desplazado los espacios tradicionales de discusión hacia un nuevo entorno que se caracteriza ya no por el debate racional que otrora habilitaba el libro o por la función de establecer la opinión pública de los medios tradicionales de comunicación: estamos ahora en presencia de una forma de la política, caracterizado por el ágora digital.
En este nuevo escenario, la información ya no se produce ni se consume como antes. Hoy cualquier ciudadano es a la vez productor y consumidor de informaciones, que en tanto tal, no pasan ya por el matiz del viejo gatekeeper que establecía la agenda y delineaba la línea editorial de un medio, orientado de ese modo la opinión pública en torno a un tema. Ante ellos, las redes sociales y las plataformas digitales – como Youtube, Twich, Snapchat, TikTok, etc – adquirieron una mayor relevancia en el contexto de las ASPO, convirtiéndose hoy en los principales “medios” a través de los cuales la ciudadanía se informa.
Estos, como fenómeno propio de la era del capitalismo de la vigilancia, parecen haber reemplazado los espacios públicos físicos, generando un “milieu”, es decir, un entorno artificial/virtual, donde la circulación de datos y opiniones se personalizan desde un algoritmo que nos entrega la información según el perfil de usuario que hemos generado involuntariamente mientras navegamos por las redes. Este fenómeno o quizás como síntoma, ha dado lugar a la emergencia de una nueva manera de leer la política, una suerte de “democracia digital”, que parece venir a cumplir las promesas que otrora se le asignaba a la internet.
Marcados por el consumo fragmentado de la información y la ausencia de intermediarios tradicionales, quienes venimos estudiando la comunicación en tiempos pos-pandémicos, observamos con preocupación como ese cambio de paradigma afecta la naturaleza misma de los procesos democráticos.
Sin duda que el paso del mundo analógico al universo digital ha traído consigo promesas de mayor transparencia y participación, pero también ha sido el terreno donde mejor se despliegan y se ejecutan las de fake news, la posverdad y sus efectos de polarización social. En este entorno, las narrativas se tornan emocionales y la reacción prevalece por sobre los argumentos racionales posibles y los debates profundos. Una mentira concita más impresiones y reacciones de los usuarios de redes que una desmentida.
De la información a la emoción
En ese sentido, esta nueva ágora digital ha transformado la manera en que se interpreta y construye la realidad. Las emociones, amplificadas por algoritmos y tecnologías del capitalismo de la vigilancia, han renovado su papel en la narrativa política y social. No es que antes no se las haya tenido en cuenta, de hecho, no hay nada más emocional que la emisión de un voto.
Lo que se ha modificado es su instrumentalización política a partir de lo que habilitan las redes sociales y sus tecnologías de individualización y su lógica del enjambre (con todo lo que ello implica: una psicopolítica del poder que tiende a tomar los procesos de pensamiento para modificar opiniones y conductas).
En lugar de priorizar el análisis objetivo, el ecosistema digital fomenta la creación de cámaras de eco, comunidades virtuales fragmentadas que refuerzan el resentimiento y el odio, debilitando la cohesión social.
Y en este proceso, como señalábamos más arriba, la pérdida de la función de observancia social de los medios de comunicación, que actuaban como guardianes de la moral pública, de la información y oficiaban como facilitadores del debate público, ha sido consecuencia de un desarrollo tecnológico que ya no carga, sino como mito, con las promesas de una mejora de los sistemas democráticos. Hoy, los medios tradicionales ya no dictan la agenda pública, sino que observan cómo las redes sociales reaccionan a los acontecimientos.
La noticia, entonces, se redefine: deja de ser el hecho en sí mismo y se convierte en la manera en que se interpreta o reacciona a dicho hecho en el espacio digital. Es decir, los medios dejan de tener el monopolio de establecer agenda y de a poco dejan de ser los principales mediadores de la realidad. Hoy su función parece haber mutado a ser meros observadores de redes sociales; las noticias, entonces, dejan de centrarse en lo que ocurre en el mundo empírico para enfocarse en las reacciones y las narrativas construidas en el ámbito digital.
Milei, la nueva ágora digital: La batalla cultural y el rol de las redes sociales
A casi un año del gobierno de Javier Milei, la Argentina enfrenta una transformación profunda en su estructura económica y social, y en su dinámica política. Al ataque económico contra la población que libra la plataforma libertaria, se le suma las consecuencias del desempleo creciente y la falta de dinero en el bolsillo de los argentinos y se le ha sumado un cambio radical en el debate público. Trasladado casi por completo a esta nueva ágora digital, las redes sociales han devenido en la nueva arena política y las fake news en una herramienta clave para moldear percepciones y construir realidades.
Lejos de ser meros errores o tergiversaciones, las noticias falsas funcionan como un “virus” que infecta las subjetividades colectivas, instalando narrativas diseñadas para polarizar y dividir. Este fenómeno no solo afecta la comprensión de los hechos, sino que también introduce un régimen de “verdad” basado en la fuerza de la repetición, la emocionalidad y la capacidad de instalación en las redes sociales, más que en la evidencia.
En este escenario, el campo de disputa se centra en la mente de la ciudadanía, donde las redes sociales actúan como el principal vehículo para que el gobierno de Javier Milei lleve adelante la llamada “batalla cultural” (hasta nos quieren hacer creer que tienen un “brazo armado” de tuiteros, o trolls, que solamente actuarían en la red “x”). Recordemos que este entorno digital no solo permite la difusión masiva de mensajes, sino que también genera dinámicas que refuerzan la lógica de polarización, en la que los discursos de odio y las conjeturas prevalecen sobre los argumentos racionales.
La participación de actores digitales —desde tuiteros y youtubers hasta figuras públicas sin formación especializada— ilustra cómo la lógica de las redes ha desplazado el lugar de expertos y periodistas. Aquí, el número de “likes” y “compartidos” parecen definir la relevancia de una opinión, sin importar su sustento en la realidad, es el modo en que el gobierno de Javier Milei ha elegido para leer la política, instaurando una nueva modalidad de lo político.
Emocionalidad y control
El uso de emociones como herramienta de control social se ha consolidado en este nuevo paradigma. Las tecnologías actuales permiten no solo captar preferencias individuales, sino también manipularlas a través de algoritmos diseñados para maximizar la difusión de ciertos mensajes. En este marco, las fake news no solo desinforman, sino que buscan impactar en los procesos de pensamiento y comportamiento social, alterando la percepción de la realidad.
Y el gobierno de Javier Milei ha sabido sacar provecho de ello para establecer una “verdad” otra que se ajusta a su programa de gobierno y que se monta sobre prejuicios, tergiversaciones y mentiras para gobernar. Así, establece su verdad y la convierte en “realidad en devenir”, que, a base de emociones, conduce agua hacia su molino. De ese modo ha sabido conquistar la dinámica de las redes sociales que le ha permitido tanto llegar al gobierno como ejercer un control social tal que parece tornarse absoluto.
Este modelo plantea un desafío urgente para el campo popular y para la democracia. La creciente dependencia de la política de narrativas emocionales, que impacten y fundan sentido, y la instrumentalización de las redes sociales como espacios de confrontación en donde se dirime la democracia, nos marcan la necesidad de un debate crítico sobre el papel de la tecnología y la información en la construcción de la vida pública; ya que, todo lo que circula en las redes se convierte de algún modo y como fenómeno propio del dispositivo, en realidad en devenir.
*Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Co-titular del Seminario de Comunicación, Geopolítica y Guerra Psicológica y del Seminario TIF de Comunicación Política y Fake News. Docente universitario, UBA y UNDAV.
El próximo miércoles 27 de noviembre, junto a las Dras. Larisa Kejval (directora de la carrera de Cs. De la Comunicación UBA) y Natalia Romé (docente e investigadora), presentará el libro Infodemia y los márgenes de la infectadura, de Ediciones Ciccus, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, (sede de Santiago del Estero 1029, CABA).
25/11/2024