La destrucción de la matriz productiva industrial tiene un impacto material determinante en la relación entre capital y trabajo, pero al mismo tiempo desordena el orden social. Estos desequilibrios devienen, entre otras cuestiones, en la fragmentación del entorno comunitario y en la colonialidad de las estructuras de pensamiento.
Los ataques de la política libertaria no están dirigidos a ninguna casta. La agresión es directamente al núcleo central de la organización social, que es el trabajo. Milei concibe a la economía como un absoluto determinante: después de ella no hay nada. Su concepción materialista se asimila sobre la base movible de la sobrenarración y en la opulencia del desarrollo conceptual, para ocultar que su ejecución política responde al viejo y remanido tutelaje oligárquico.
La anti-política sin política no existe. Por más que Milei intente disimular su desafección a las cuestiones partidarias, enjuagando sus modalidades en el manejo de marionetas a través de apariciones mediáticas circenses, lo que en realidad hace es política. Ahora bien, su representación no es más que la del síntoma de la debacle civilizatoria de un proyecto irrealizable, tanto como insoportable. Así como maneja muñecos en los programas mediáticos de sus mercenarios favoritos, la oligarquía y los representantes del poder colonial —llámense capital financiero, Fondo Monetario Internacional, Estados Unidos o Israel—, Milei es también manejado.
Milei es el estereotipo del colonizado. Es el personaje violento de la colonia, empoderado a través de la razón digital que se desprende de la fuerza emotiva canalizada por medio de la bronca y de la ira. La caída de los diques cognitivos, la desarticulación y el atraso del sistema educativo permeabilizaron y potenciaron la captación del capital simbólico que disputa sentido. Al mismo tiempo, ese mismo sistema, adosado a la estructuración de una red de reproducción simbólica, produjo un sentido propio que distorsiona la realidad, afectando a la verdad.
Las Fuerzas del Cielo no vinieron a construir el Jardín del Edén en la Pampa. Por el contrario, su arribo a la estructura de gobierno solo propicia su destrucción. A Milei no le interesa el trabajo más allá de la empleabilidad y como condición de subordinación a los agentes materiales que, para él, generan riqueza: los ricos. Esa concepción es una réplica suplicante de su desclasamiento, que al mismo tiempo justifica la lumpenización de su realización política. No hay país libre si existe preeminencia del capital sobre el trabajo. Lo que se promulga es una libertad condicionada en los márgenes de una democracia totalmente debilitada.
En el libro Horas Extras, Will Stronge y Kyle Lewis afirman que “en las últimas décadas, la proporción del ingreso nacional que se destina a sueldos y salarios ha disminuido, mientras que la proporción que se destina al capital ha aumentado”. Los autores hacen referencia al modelo anglo-estadounidense que Milei replica en Argentina. Por lo tanto, más allá de que el libertario utilice argumentos enmarañados para explicar sus medidas y justifique el achicamiento del gasto público para favorecer el mejoramiento de las condiciones materiales, lo que realmente está produciendo es una enorme transferencia de riquezas desde el trabajo al capital. Los ricos son cada vez más ricos y los trabajadores (verdaderos generadores de la riqueza nacional), más pobres.
El especialista en derecho del trabajo, Alain Supiot, advirtió que cuando Frederik Hayek hablaba de “espejismo de la justicia social”, proponía un mero “orden espontáneo del mercado”. Esto no es más que el devenir del “debilitamiento del orden jurídico”, lo que redunda en “un corolario de la gobernanza por los números”. (Supiot, Alain, (2022). El trabajo ya no es lo que era. Siglo Veintiuno).
Si parafraseamos a Perón, podemos afirmar que asistimos a un proceso de insectificación de las relaciones laborales, ya que todo se cierne en la superestructura y desde allí se reformula la noción contractual. Esto no deviene en mejores condiciones de contratación o en una amplitud de derechos convencionados. Es lisa y llanamente el regreso a la imposición de una materialidad que sujeta al trabajador al yugo de la precariedad y de la explotación. La política de Milei es una política de negreros disfrazada por la falsa caracterización de la anti-política.
La Calamidad
Es viernes, llueve. Diez de la mañana. En el andén de la estación Uruguay de la línea D de SUBTE no hay casi nadie. Del otro lado de la vía, una persona duerme tendida sobre uno de los bancos de espera. Para los pocos transeúntes, la postal es una imagen que se repite como un loop sin sentido. Es mejor ignorarla, da miedo. Miedo de que se produzca una transferencia existencial y sea uno el que duerma sin margen, sin contorno, desdibujado en la apariencia como sobreviviente del descarte.
Las elecciones no son demasiadas y están apretadas en un espacio muy reducido del pentagrama social: no tener empleo, aunque sea precario, conduce a la desestimación. Es preferible insectificarse, alienarse, a ser un fantasma. Esa es la fortaleza simbólica del edificio cognitivo que el poder oligárquico edifica para sostener su propaganda de colonialidad. ¿Civilización? Capital.
Avenida Mitre y Dardo Rocha, Avellaneda. Un perro roe una bolsa de basura. De ella extrae unos pedazos de carne cruda. Se sacia y se marcha. Unos minutos después, llega un muchacho de no más de treinta años. En su rostro se ven vestigios de tiempos felices, pero poco a poco, la calle, el tiempo y la desesperación los van borrando. Se agacha y, de la misma bolsa en la que el perro se alimentaba, selecciona pedazos de carne. ¿Hasta dónde se puede humillar la condición humana? ¿Hasta dónde es necesario considerar con respeto la inhumanidad de Milei, que se burla de los pobres en cada aparición pública?
El déficit es la razón de la causa libertaria. Es un número en una estadística que el bruto libertario orna con conceptos inentendibles para que parezca algo más complejo. El cero en la cuenta solo sirve para asegurar los pagos de capital y los intereses de deuda. No hay ninguna futurabilidad en este escenario porque el presente es roto todo el tiempo. Lo que deja Milei es su propia miserabilidad proyectada sobre un terreno pantanoso, donde la humanidad es asolada por monstruos esquizofrénicos.
La libertad económica se traduce en tres tópicos: miseria, dependencia y violencia. La desarticulación y disolución del trabajo como ordenador social y como sustento filosófico de la realización comunitaria descompone todo registro moral a tal punto, que se alecciona al sujeto desde la instrucción mediática para convencerlo de su potencial como individuo, para que naturalice desde la decisión personal su condición material. De este modo, el pobre, visto como bárbaro, no es culpable de vivir en condiciones infrahumanas. En cambio, el sistema, que solo favorece al capital, es un benefactor de la humanidad.
La fiesta de los Monstruos
Esta concepción se desvanece apenas emerge un ápice de realidad: Mar del Plata es conducida políticamente por un agente colonial como lo es Guillermo Montenegro, aspirante a funcionario libertario. En su ciudad, según datos del Centro Municipal de Análisis Estratégico del Delito, una persona fue baleada por día durante el segundo trimestre del año. Los datos muestran que la violencia en hechos delictivos creció un 40 %. En el mismo período, 55 personas fueron apuñaladas; la cifra asciende a 145 personas heridas, lo que equivale a decir un 17 % más que el registro anterior.
Mar del Plata es uno de los distritos bonaerenses con mayor desocupación y pobreza. Durante octubre, noviembre y diciembre de 2024, la tasa de desocupación llegó al 8,6 %. En ese período fue la ciudad con mayor desocupación. La ausencia de trabajo afectó a 29 mil personas. La tendencia se sostiene en los primeros meses de 2025.
En la zona portuaria, donde había fábricas de procesamiento de pescado, hay esqueletos de edificios en ruinas. La crisis económica indujo un descenso sostenible en el tránsito turístico. Durante las vacaciones de invierno, la capacidad de ocupación hotelera apenas llegó al 30 %. ¿Por quién doblan las campanas en la Feliz?
La imagen del caos tiene su correlato en esa trup provocadora de pusilánimes que integran el gabinete libertario, que, arengados por el siniestro Alejandro Fantino, se pusieron a gritar: el dólar flota.
Sobre ellos, Perón dijo: “Todos los hipócritas son doblemente traidores. Traicionan a su pueblo y engañan al poderoso. Muchos de ellos piensan lo contrario de lo que dicen: basta oírlos privadamente; en el fondo, no comparten la idea que apoyan y menos aún representan la voluntad popular ni transmiten el verdadero sentimiento de los pueblos que dicen representar”.