Por Gustavo Raírez
El ADN de la policía bonaerense está configurado con partículas de sangre de personas inocentes a las que su vocación pro reaccionaria silenció en virtud de su espíritu anti-popular. Su biografía es una historia marcada por los semblantes de la violencia y la corrupción. Hacia su interior es una fuerza corporativa, profundamente anti-democrática, donde los “civiles” son percibidos como enemigos. Contrariamente a lo ocurrido con las fuerzas armadas su depuración nunca ofició como instructivo disciplinador al orden civil, nunca se subordinó al desarrollo de las estructuras de la democracia.
La bonaerense es el brazo lúmpen de las fuerzas de seguridad y representa a aquellos “pobres que oliendo a bosta se creen dueños de las vacas”. Los acontecimientos de los últimos días no pueden circunscribirse a un mero reclamo de mejoras salariales. Estas movilizaciones deben ser leídas en clave de reproducción de la pedagogía dominante como “aprietes” políticos contra el gobierno nacional y provincial. Una vez más, la fuerza, ésta fuerza, se asumió como autónoma del contexto general y se puso al servicio de los intereses de la anti-patria. Está en su sangre y en su propia psicología.
La legitimidad del reclamo se perdió el mismo día que se rompió la cadena de mando y los agentes salieron a las calles de la Provincia armados y utilizando elementos de trabajo que le pertenecen al Estado. Lejos de considerarse parte del pueblo trabajador y de sus organizaciones populares – un agente de la sedición declaró, ante los medios, que los sindicatos son mafias y ellos gente de bien – sus postulados ideológicos dejaron traslucir su aberración a todo lo que tenga una connotación popular y de liberación nacional.
En estos días, lo que se puso en disputa fue la representación política que sostiene la derecha neoliberal rancia y fervientemente autoritaria, la bonaerense desnudó que la reacción aborrece al peronismo y que no tienen dudas de que lado ponerse en esa compulsa política entre peronismo y anti-peronismo. Quedó en claro, entonces, la que demarcación social no prevalece en el marco de la izquierda-derecha, sino que lo que está en juego es el pueblo contra anti pueblo.
La bonaerense es la expresión violenta del estado regular de la colonia. Su postura no es anacrónica, sino que es el elemento reproductor que sostiene al amo desde que Imperio se instaló entre nosotros. En tal sentido, el germen violento y vocacionalmente anti democrático, se fundamente en esa reproducción profundamente anti-pueblo y fanáticamente liberal.
Para estos policías cualquier persona que no esté representada es su esquema valorativo de sometimiento, es el enemigo. Como fuerza interna del liberalismo también se compone en la extensión territorial del colonialismo. Su auto proclamación mesiánica legitima, para sí misma, los permanentes sismos que genera desde la ilegalidad.
Pero estos días agitados fueron azuzados por los enemigos internos del país. Parásitos políticos y mediáticos fueron tirando nafta a la hoguera de vanidades hasta que el fuego tocara el cielo. Turbios agentes de la reacción como Patricia Bullrich, Lilita Carrió y Florencia Arietto, pregonaron el caos desde la sede del Comité golpista de TN. Las hienas, cuando huelen sangre, se excitan. Así lo hicieron en 1955 y en 1976.
En 1958, ya en el exilio, Juan Domingo Perón escribió: “El hecho es que se presencia aquí el insólito caso de un gobierno constitucional elegido por la inmensa mayoría del pueblo, derribado mediante un cuartelazo artero y traidor. Los que hablan de democracia deberían sentir rubor al nombrarla frente a semejante aberración. Sin embargo tan poca es la vergüenza de cierta gente y tan rgande su cinismo su mala fe, que conscientemente son portadores del encomio vergonsozo a una dictadura de ignorantes asesinos, en nombre de la justicia que escarnecen, de la libertad que humillan y de la democracia que pisotean”.
Como vemos, el discurso promotor de la oligarquía es el mismo. Basta con escuchar los testimonios de los policías amotinados contra el gobierno de Axel Kicillof para darse cuenta. Pero ojo, estos arrebatos moralistas los escuchamos a diario en boca de tipos tan miserables como Luis Brandoni o de Hernán Lombardi, por ejemplo. Ni hablar de mercenarios liberales como los periodistas Majul o Leuco, nostálgicos de las torturas y las desapariciones, si se trata de eliminar al periodismo.
Para ellos Perón también tiene un párrafo: “Se ha traicionado a un país, se ha defraudado a un pueblo, se ha escarnecido todos los principios y aún hoy hay hombres tan malos y tan mentirosos que llena hojas con el elogio a los malvados y las loas a una tiránica dictadura de hombres oscuros al servicio del sucio dinero de la traición. ¡Pobre justicia, pobre libertad y pobre democracia!”.
El gobierno tendrá que templarse en estas experiencias y advertir, con profundidad de pensamiento, que el diálogo con el enemigo no puede construirse en términos amistosos. No se negocia con quien lleva un fierro en la cintura para imponer sus demandas. A esa gente hay que hablarle con la firmeza de la convicción y el peso de la historia. El diálogo no puede impermeabilizar la impunidad.
Aun así vale destacar que tanto Alberto Fernández como Axel Kicillof se movieron con astucia. Desactivaron el oportunismo sedicioso con políticas efectivas de distribución. El Fondo de Fortalecimiento Fiscal descentraliza la concentración arbitraria que ostenta desde hace años, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, arcón seudo-moderado del neoliberalismo. Es cierto, solo tocaron una porción de la torta que no significa la descapitalización de la Ciudad, pero es un claro mensaje, que por cierto se tendrá que extender a otros planos: Los que más tienen tendrán que dejar su aporte para salir de la crisis.
Por estas horas los esbirros de la oligarquía volvieron a sus comisarías. Tendrán mejoras en sus bolsillos pero eso no habrá depurado su espíritu depredador. Está en su genética. Si en el conjunto de reformas que se pretenden implementar no se re-configura el mapa mental de estas hienas y se pone a la fuerza al servicio de la democracia popular, los problemas no habrán terminado. Su ADN anti-pueblo los impulsará a reforzar su rencor contra los sectores populares a los que pertenecen pero aborrecen. Su violencia se expresa día tras día en el territorio.
Es necesario que Alberto Fernández comprenda que el carácter paternalista del alfonsinismo residual es retardatario. “La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del Pueblo”, dice una de las veinte verdades peronistas de la cuales el Presidente reconoció estar lejos.
Es clave comprender que “el único gobierno fuerte es el gobierno del pueblo” y que “la fuerza es el derecho de las bestias”.
10/9/2020