Pensamiento Nacional

La caverna que habitas

Por Gustavo Ramírez

El mundo no repara en Milei, no al menos en la manera que él desearía que lo haga. El retroceso de Occidente implica que los postulados ideológicos del mandatario argentino no solo queden desfasados de la realidad geopolítica, sino que lo reducen al estereotipo del ridículo. Por otro lado, su relato no se condice con una realidad social que, además de serle adversa, lo comienza a rechazar.

“El Estado podía haber impedido que la recuperación local de la crisis agobiara exclusivamente a la riqueza y al pueblo argentino y que redundara en extraordinaria ganancia del capital inglés y norteamericano”. Si no tuviéramos que aclarar que la cita pertenece a Scalabrini Ortiz y que fue escrita en 1934, el lector bien podría suponer que fue enunciada por un contemporáneo y que cobra un sensible vigor a la luz de los acontecimientos.

La suscripción a la dependencia que Milei pretende presentar como una virtud del capital no hace más que ratificar lo que bien explica sin vueltas Scalabrini. La depredación de la integración nacional encuentra correlato en el andar imperial de Estados Unidos y su visión economicista y colonial  sobre la región.

Sin embargo, y a pesar de las intenciones de la administración demócrata y liberal estadounidense, la consolidación del bloque multipolar comienza a presionar con firmeza sobre las aspiraciones de Estados Unidos en la región. La apertura de los BRICS a la posible integración de Venezuela y Turquía a su estructura desequilibra la relación de fuerza del país del norte que, además, afronta una seria crisis interna en términos políticos y económicos.

Si a ello le añadimos la articulación bilateral que por estos días alcanzaron China y Chile, el panorama no es tan bueno para el eje sajón en la región. De cierta manera, quien mantiene sus latidos a un ritmo aceptable por estas latitudes es Brasil más que Argentina. Eso le da un margen de vida a la política estadounidense en el Río de la Plata. Brasil es un socio importante de Estados Unidos y, como potencia continental, no puede darse el lujo de romper de lleno las relaciones comerciales con el norte.

No obstante, la consolidación del bloque multipolar es un hecho por el cual la posición dominante de Estados Unidos en la región también experimenta un sensible retroceso. El resquebrajamiento de la moneda de dominación, léase dólar, indica la posición de debilidad que a nivel global experimenta el imperio financiero. Los efectos se evidencian en su economía casera y a nivel internacional. Los mercados ya no le son tan obedientes.

Turquía envió un claro mensaje global. Ya no es posible asentir la subordinación europea a Estados Unidos. Si los trucos ingresan al BRICS, la crisis de Alemania y Francia se agudizará y se resquebrajará el andamiaje de consensos en el viejo continente. La endeble estructura política y financiera urdida por Estados Unidos en la región comenzó a desmantelarse a partir del sostenimiento de Ucrania. La ruptura con Rusia significó una derrota para la Unión Europea que ahora no encuentra salida a la crisis, aunque está urgida por desprenderse del drama antes que se convierta en tragedia.

En este contexto internacional y continental, Milei reproduce eslóganes alienados que denotan su desesperación por conseguir algo de dólares frescos que le permitan oxigenar su “plan” económico. No obstante, al mismo tiempo refrenda la condición de semicolonial de la Argentina. A pesar de que redunda en el  cipayismo mundano y sobreactúa su falaz postura de estadista, el presidente no logró hechos efectivos en el plano internacional. A nueve meses de gobierno, las inversiones no llegan y el tiempo se acaba. Ni siquiera logró obtener, en este plazo, el beneplácito del Fondo Monetario Internacional.

Su imaginario, que lo llevó a afirmar que en unos cuantos años podremos parecernos a Alemania, se ahogó en el vómito alcoholizado del desahuciado. Claro que esto no significa que vaya a retroceder. En la cabeza alienada del libertario, el desplante se traduce en venganza cruel. Pero no como factor para desprenderse de la dependencia, sino para profundizar su plan de genuflexión, como obediente sirviente de la oligarquía financiera. La crueldad no está dirigida al capital, del cual es fanático, sino sobre el pueblo humilde y trabajador.

En la medida en que más se alinea con Estados Unidos, más se enajena y más se aliena. No obstante, la historia ha demostrado que no es un buen recurso hundir al pueblo en la desesperación. Las categorías del siglo XIX no sirven para justificar la destrucción, ni para sustentar el desequilibrio. Profundizar la ruptura comunitaria puede devenir en un desprendimiento social pasible de ser sumamente violento y que generará una tormenta que al poco tiempo se convertirá en un huracán.

No se trata de ejercer el rol de pronosticadores del apocalipsis. Se trata de situarnos. El vértigo geopolítico demanda un reordenamiento inmediato de las condiciones internas para no padecer ante la ola que se avecina. La sujeción a Estados Unidos es un lastre. Siempre lo fue. Pero ahora el peso del derrumbe puede ser aún más catastrófico. La alarma debería encenderse incluso en aquellos sectores que no dejan de enriquecerse expoliando al trabajador. Si el dólar se derrumba y la solución bélica no llega, o lo que puede ser peor para ellos, se traduce en una derrota, no habrá un nuevo mañana.

Sin embargo, todo esto parece poco para lograr resultados que saquen de la calle y de la pobreza a millones de compatriotas. Lejos  está la alternativa de gestar una propuesta que salga de la trampa actual. Los sectores progresistas parecen regocijarse en refrendar la política de los dólares y los centavos. El mejor ejemplo lo puso en las últimas horas el ex embajador argentino en España, Ricardo Alfonsín, quien pidió armar un bloque social-demócrata en el Congreso en los años venideros para limitar a Milei y no para derrotar al liberalismo.

Algo que todavía no se aprendió bien: No hay guerra de baja intensidad si el enemigo pretende la destrucción del pueblo. Lo que hay es una democracia liberal que genera los cuadros necesarios para sostener el estatuto de la dependencia. Alfonsín, como su padre, son liberales naturales que justifican la estructura de la subordinación en nombre de una falsa libertad democrática. Además de ser funcionales al sistema colonial, son administradores de la crisis y carecen de creatividad para proponer soluciones sustanciales para terminar con los problemas de raíz.

Del otro lado, la confusión en el peronismo desperonizado adquiere dimensiones alarmantes. Juegan un juego intrincado y útil para las rencillas mediáticas. La ausencia de mirada estratégica y de cuadros tácticos descompone el andamiaje de la superestructura. Sin embargo, en las bases se hace un esfuerzo denodado por superar el diagnóstico y avanzar en la construcción. No obstante, se busca destacar  el consenso cuando en realidad debería alentarse el disenso para gestar una verticalidad necesaria y no aleatoria con el objetivo de alcanzar un verdadero programa de liberación nacional.

El liberalismo radicalizado pretende reinstalar el dogmatismo de “una Nación sin realidad”. El axioma es deliberado. La negación es un fundamento de la actual guerra cognitiva. Pero la realidad se esparce como reguero de pólvora: En los subterráneos, en el tren, en los colectivos. Es ese muchacho, de no más de 30 años, que recorre los vagones del subte en la línea C, con su pierna gangrenada producto de una infección mal curada, después de un accidente, pidiendo limosna.  O son dos músicos que hacen blues para pasar la gorra y llegar a casa, un domingo, con algo caliente  en la panza.

Es obvio que Milei no se preocupó en leer a Scalabrini; el tema es que muchos de los cuadros del campo popular tampoco. De lo contrario, entenderían que “todo hombre humano es el punto final de un fragmento de historia que termina en él, pero es la misma vez una molécula inseparable del organismo económico del que forma parte. Y así entendida, la economía se confunde con la realidad”.

¿Qué es la economía? La señora que, con sus sesenta y pico a cuestas y su nieto como compañía, compra en una carnicería de Avenida Mitre, en Avellaneda, una suprema de pollo por la que pagó 2700 pesos. Esta violencia económica encuentra su fundamento en el despliegue del operativo de saqueo que se organiza más allá de acá. Por eso Scalabrini precisó que “volver a la realidad es el imperativo inexcusable”.

Va a rematar: “Para ello es preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos. Bajo espejismos tentadores y frases que acarician nuestra vanidad para adormecernos, se oculta la penosa realidad americana. Ella es a veces dolorosa, pero es el único cimiento incorruptible en que pueden fundarse pensamientos sólidos y esperanzas capaces de resistir las más enervantes tentaciones”.

Por momentos todo parece más grande que nosotros. Quizá es la distorsión a que desean afiliarnos como pasantes del sacrificio político. De ahora en más, bajo estas circunstancias, es absurdo discutir meras candidaturas. El cambio no está en el presente ni se afecta por consenso. El mandato de la causa es quebrar de una buena vez el status quo. Occidente compadece ante nosotros como un fracaso civilizatorio sostenido por el andamiaje de sofismas que perecen. Ningún sacrificio vale un puñado de dólares, menos si ello significa entregar la vida en la dependencia.

“El imperialismo económico encontró aquí capo franco. Bajo su perniciosa influencia estamos en un marasmo que puede ser letal. Todo lo que nos rodea es falso. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen”. Las palabras de Scalabrini cortan el aire con el filo de la simpleza cruda, del hombre que conoce al pueblo por ser parte de él. Duelen, porque demuestran que todo aquello que parecía superado sigue aquí, de pie, junto a nuestra calamidad.

La dictadura del mercado, sustentada por la democracia liberal, carece de entidad. El ser argentino está resignificado a nivel global por la capacidad de solidaridad de su relevancia comunitaria. “Nadie se salva solo”, asegura el Papa Francisco. Entonces, ¿podemos permanecer indiferentes al dolor de la abuela que, a nueve días de un mes, no puede comprar un pollo y solo debe conformarse con la parte del todo? ¿Podemos consensuar esta atrocidad organizada y civilizada con los cuadros del régimen en nombre de valores republicanos que no son los nuestros? ¿Podemos sujetar la libertad a la dependencia?

Una tormenta de bronca se avecina. No hay lugar donde esconderse. Milei debería saberlo.

 

 

 

 

 

9/9/2024

 

 

 

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