Por Gustavo Ramírez
La hipercapitalización es una de las formas que adquiere la psicopolítica para propagar la “cultura” neoliberal. Una red de tramas que opera sobre las subjetividades a través de diversos canales de amplificación de ideologías colonizadoras. Un ejemplo de ello es el concepto que se impone por medio de la noción economicista sobre el Impuesto a las Ganancias que se aplica sobre el salario de las y los trabajadores.
Algunos economistas, incluso heterodoxos, sostienen que la denominación del tributo está mal inscripta en la conciencia colectiva. Para ellos, es un Impuesto a los Ingresos. En contraposición, el Movimiento Obrero en su conjunto pone de relieve y en agenda que el impuesto es absolutamente regresivo al gravar sobre los salarios que desde hace años pierden poder adquisitivo y al equipararlos con la rentabilidad del capital.
Para el campo sindical lo ocurrido en el marco del debate en diputados sobre la pretensión de incluir en el Presupuesto 2023 un disposición para que las y los trabajadores del ámbito judicial paguen ganancias, encendió la alarma. Más cuando esta iniciativa fue impulsada por legisladores del Frente de Todos en un contexto de escalada inflacionaria, que el gobierno no puede contener, donde los salarios no tienen posibilidad de ganarle a los precios.
A priori, lo que advirtió la dirigencia sindical es que la “máquina electoral” genera distorsiones en la concepción de la estrategia política. Esto se debe al hecho de que muchos entendieron que la iniciativa apuntaba a desgastar a los miembros de la Corte Suprema. Lo que no hubo, en la elaboración del diagrama político, fue una contemplación efectiva de que ello arrastraba a las y los trabajadores del sector a partir del desglose de las categorías.
Al mismo tiempo que periodistas “progres” ponían el grito en el cielo porque los diputados de extracción sindical del Frente de Todos votaron en contra de la medida, en distintos ámbitos se generó una disputa absurda entre trabajadores. Como es obvio los que menos ganan imputaron a los que ganan algo más. La instalación de esta disputa parece obviar que la discusión encubre el achatamiento de la masa salarial, en todo caso lo que habría que poner en eje es que los salarios más bajo achiquen la brecha con los salarios más altos.
Lo que dejó el entramado de falsos debates -falsos porque es obtuso equiparar el ingreso salarial con la rentabilidad empresaria y financiera que no es gravada con determinación y a partir de la noción estructurante de Justicia Social- es la desprotección política en la que cae la coalición gobernante ante la ausencia de conducción.
“No hablamos de negocios a la mesa”
Desde la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte advirtieron que este tipo de proposiciones atenta contra la distribución de la riqueza. El mismo sector, hace horas nada más, exigió que los dirigentes políticos del campo popular que están en la cúpula del gobierno asuman una conciencia patriótica. Esta advertencia está centrada en la observación general de la llanura en la que por estas horas desliza sus pasos cansinos el Frente de Todos.
Existe una coincidencia generalizada en el diagnóstico: La ausencia de conducción ratifica la inexistencia de rumbo fijo y esto puede ser letal para el interés de la clase trabajadora en su conjunto. Sin embargo, más allá de la generalización de las interpretaciones y de sus propias regularidades, para el gobierno existe un rumbo: el de la supervivencia.
No obstante, el mismo está condicionado por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y por el terco persistir del Ejecutivo en la aplicación de recetas neodesarrollistas, que hasta el momento lo único que han generado es el empobrecimiento de las y los trabajadores formales y el arrinconamiento de los sectores más humildes a vivir del asistencialismo, porque no rompen con el modelo actual de actual de concentración y distribución del capital.
Las medidas anunciadas durante los últimos días se contraen en el universo unidimensional que se circunscribe a la sacralidad desarrollista atada, por un lado, al asistencialismo coyuntural para los sectores populares y a la ilusión de consumo de la clase media por otro. En el medio, un proceso inflacionario que distorsiona toda articulación, entendida por el Frente de Todos de arriba hacia abajo y no al revés.
Al mismo tiempo, la tensión interna se presenta como una amenaza disgregadora que no permite avanzar sobre cuestiones estructurales y de fondo. La política del parche absorbe a la gestión que no logra dimensionar que lo urgente y lo necesario van de la mano y ello demanda la aplicación de políticas integrales.
En un marco donde el salario registró un retroceso de 6,9 % en el período 2016-2020, según datos del Centro de Economía Política Argentina y con un registro interanual inflacionario del 83 %, sin controles efectivos sobre la especulación económica entorno a los precios de los alimentos, la aplicación de un bono de 45.000 pesos para aquellas personas no registradas en el sistema, se asemeja más a una limosna con efectos electoralistas que a un programa diseñado para contrarrestar la injusticia social.
Lo momentáneo y coyuntural no resuelven por sí mismos el problema de fondo. Muchos menos si no se controlan los aumentos de precios. El gobierno cae en una ilusión un tanto “inocente” cuando asume como un logro que las empresas productoras artículos de consumo masivo inscriban en sus envases el precio del producto. Esto no implica que el valor del mismo descienda o se genera una oferta de acceso para los sectores más vulnerables, en todo caso el precio se mantendrá por unos meses y no mucho más.
Es decir, si un litro de leche de primera marca se establece en 240 pesos, ese producto por más que lleve inscripto su valor en el envase, seguirá siendo inaccesible para aquello sectores que no tienen posibilidad de pagar dicho importe. Del mismo modo, propiciar la compra de electrodomésticos en 30 cuotas no hace al beneficio del consumidor, dado que el precio del valor a consumir volvió a incrementarse. Estamos ante perspectivas tramposas que abrazan a la aplicación de recetas convencionales que tienen como desenlaces finales felices.
Sin embargo, en el recinto de Diputados el legislador Carlos Heller, hombre de los bancos, defendió el presupuesto, que terminó por ser aprobado, de una manera tan particular como contradictoria: “los salarios crecerán un 2%, la inflación está prevista en el 60% y se pasará de un descenso del déficit fiscal del 2,5 al 1,9%. Este no es un presupuesto de ajuste”.
Tal vez, el banquero recordó la frase del Sonny Corleone en el Padrino que ilustra este capítulo.
Desde un planeta oscuro
El Frente de Todos se repite a sí mismo por momentos como farsa, por momentos como tragedia. El recrudecimiento de la interna se naturaliza como parte de una prolongada transición que no sabe cuál es su destino final. El entramado político palaciego puede ser entretenido para los analistas de la rosca pero se torna una carga densa para quienes aún esperan que algo cambie mínimamente.
La ausencia de política salarial integral se evidenció en la defensa obvio del Presupuesto por parte del banquero radical que ejerce como diputado nacional. Tampoco, como hemos visto existe una política de precios que sirva para sostener el poder adquisitivo y mejorar la calidad de vida de los más humildes, que en Argentina son mayoría. Tal vez el déficit que haya que recortar es el que sostiene las inequidades sociales.
No es que todo esté mal. Se trata de hay pocas cosas que están bien y estas no alcanzan para romper con la matriz imperante. No hay evidencias pasadas ni presentes para sostener un falso optimismo centrado en aparentes futuros próximos. El gobierno se ha sostenido firme dentro del sistema mientras éste muestra algo más que fisuras e incrementa las brechas entre los que más tienen y los que menos perciben.
Las expectativas de los que esperan han sido condensadas en la formas de adaptación a la supervivencia como única posible respuesta política. Dentro del Frente se opera como si se viera la realidad desde el panóptico de un planeta oscuro, enfatizando en presupuestos ideológicos, lejos de la realidad concreta que se experimenta en los barrios.
Tal vez, lo que no se dimensiona, más allá de las necrópolis urbanas, es que gran parte de la base electoral del Frente de Todos no sólo perdió su capacidad de compra de productos básicos para la existencia, sino que se desmoronó su calidad de vida. En este universo no entra la puja ideológica. Lo que realmente termina de asustar es que el campo político no pueda observar que del otro lado se alza un enemigo revitalizado por el derrame de sangre propia.
“Después de un dilatado viaje, por fin hemos aterrizado en este planeta remoto, listos para llevar a cabo nuestra misión de rescate. Las señales de emergencia que hemos recibido eran de una intensidad frenética, pero aquí todo parece en estar en calma. Nuestros primeros sondeos confirman que no es inminente ninguna catástrofe natural”. Así comienza el relato de J.G Ballard, Informe desde un planeta oscuro. Se adapta sutilmente al diagnóstico y a la narración que parece hacerse en el Frente de Todos desde el 2019.
Réquiem para los presentes futuros
Días atrás la convocatoria sorprendió a los representantes del Movimiento Evita. La iniciativa fue impulsada por un dirigente de primera línea en la conducción de la CGT. La propuesta: buscar articulación con aquellas organizaciones que tengan territorialidad profunda. Durante el encuentro se habló sobre las “urgencias del momento”. El tema recurrente e irremplazable fue la inflación.
Cuando se dio a conocer el encuentro estalló la histeria. Hubo quienes se comieron la curva de los títulos de Clarín e Infobae que hablaban de fábulas conspirativas. Sobre todo porque de la reunión no salió nada demasiado concreto. Construir territorialidad no es algo que se puede hacer de la noche a la mañana. Tampoco los acuerdos de acción se plasman en una sola reunión.
Si se repasa con paciencia el discurso pomposo y frondoso del Diputado Nacional Máximo Kirchner de 17 de octubre en Plaza de Mayo, podremos encontrar atisbos de que la ruptura antecede a la construcción. Algunos dirigentes sindicales que estuvieron en ese escenario mascullaron malestar en silencio. Las diatribas del diputado hijo no cayeron bien. No era el momento, mucho menos el lugar. Sobre todo si se pretende ampliar la construcción política para el 2023. Aunque ello también está en duda.
Una alianza con Massa siempre encierra contradicciones. Tal vez sea necesaria. Sin embargo, eso que se observa como un hecho pragmático de la política coyuntural, para otros sectores internos del Frente de Todos representa un giro a la derecha del Movimiento Nacional, lo cual no es permisivo porque puede implicar la destrucción de su propia naturaleza. Más aún cuando millones de compatriotas viven en la indigencia.
Despreciar la Movimiento Obrero y a los Movimientos Populares en la construcción política y cerrar filas sobre una base principista y unitaria, es la representación del síntoma que se engulle al Frente de Todos. El viejo monstruo del sálvese quien pueda. No hay quien se atreva a desandar el camino, al parecer.
La síntesis la aporta Roberto Bolaño: “Escribir sobre la enfermedad, sobre todo si uno está enfermo, puede ser un suplicio. Escribir sobre la enfermedad si uno, además de estar gravemente enfermo, es hipocondríaco, es un acto de masoquismos o desesperación”.
Yo Robot
Los hiatos de la historia solo aparecen cuando sus fantasmas cruzan las calles grises para llevarse a algún pobre. Pero de eso no nos enteramos. Es más entretenido boludear un rato mirando Gran Hermano. Hay bombas racimo que estallan todos los días en medio de una guerra que pelean aquellos que luchan hora a hora por alcanzar un poquito de dignidad sin mendigar piedad.
Los clavos y la cruz. Dina Sánchez, Secretara Adjunta de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular postea en su cuenta de twitter: “Llena de bronca e indignación por lo que está sucediendo en todo el país. Miles y miles de personas sin ingresos mínimos para sobrevivir hacen fila en ANSES para recibir el refuerzo de 45 mil pesos. Hay más requisitos para demostrar que sos pobre para fugar dólares”.
Su texto termina “parece que es más difícil recibir ayuda del Estado para garantizar 4 comidas diarias que endeudar al país por 100 años. A los que hablan de inclusión social, estaría bueno que no revictimicen la pobreza. Nosotros seguimos luchando por un salario básico universal”.
La percepción es que el gobierno mira a los pobres desde el rabillo del ojo. Se los enuncia lejos de su propia realidad, como mero datos. Se los ubica en el no lugar del sistema. Su situación es evaluada en términos de costos, tal cual lo propone el Fondo Monetario Internacional.
Cualquier análisis queda trunco cuando se constata que en Argentina existen regiones populares donde para muchas y muchos compatriotas adquirir carne y fruta son “compras imposibles”. ¿Se entiende? El eslogan de “vamos a llenar la heladera” se cayó del modelo y algunos se quedaron sin tomar nota. Apuntes de calamidad que nos roe. Muchos y muchas electores del Frente de Todos compran cortes de carne que antes usaban para alimentar a los perros. La Argentina real no es la de la narración fiscalizadora de la verdad. La Argentina profunda duele.
Al inicio de la pandemia, en 2020, cerca de 3.100 millones de personas a nivel mundial no podían acceder a una dieta saludable. Según la ONU, 117,3 millones de esas personas se encontraban en América Latina. En la región 45,1 millones de personas, es decir un 7,4 % de la población latinoamericana, en 2020 vivían en condiciones de desnutrición. En 2021 dichas cifras ascendieron a 49,4 millones de personas.
Argentina aspira a producir alimento para 400 millones de personas. Las exportaciones de alimentos crecen. Esto implica una enorme rentabilidad para las empresas del sector mientras millones de compatriotas no acceden a una comida digna por día. Allí aparecen las organizaciones sindicales y los movimientos populares, organizando ollas populares o comedores. Las mismas organizaciones que son demonizadas desde adentro por quienes creen tener la sartén por el mango.
Desencanto. Desilusión. Tristeza y bronca, son denominadores comunes que aparecen en el testimonio de militantes populares que trabajan en el territorio. El beneficio que recibe la estabilidad macro económica allí no cuaja. Los discursos que rezan “mañana será mejor” tampoco. Es aquí y ahora. Pero no hay decisión política para llevarlo adelante. El mañana es una rémora de lo que pudo ser y no fue.
Los pobres son tratados como robots a los cuales hay que activar cuando se pone en marcha la maquinaria electoral. El algoritmo de la urna. A eso fue reducido también el peronismo. La impronta del Frente de Todos se desgrana en la pérdida de identidad política. En principio porque el propio presidente se ubicó en el espacio demoliberal. Pero además porque el kirchnerismo se asume como única referencia peronista en la lucha por la hegemonía del movimiento. En todo caso, lo que se reafirma es que si todo es peronismo nada lo es. Menos cuando persiste la inexistencia de poner por delante la conciencia patriótica.
“Los ojos del robot estaban midiendo la distancia con una minuciosa precisión estereoscópica. Su brazo se ajustó solo al peso del proyectil y se echó hacia atrás. En la oscuridad, los movimientos del robot eran invisibles, pero se oyó el ruido silbante producido por el lanzamiento, y segundos después la piedra apareció, destacándose en negro sobre la luz del sol. No había resistencia del aire para frenarla, ni viento para apartarla de su camino, y cuando cayó al suelo levantó trozos de cristal en el centro mismo de la “mancha azul”. Advirtió Isaac Asimov, en Yo Robot.
28/10/2022