*Por Guadi Calvo
El Primer Ministro indio, Narendra Modi, está dando un nuevo paso para la instauración del supremacismo hindú, lo que se conoce como Hindutva, una idea de imposición a los 1400 millones de ciudadanos indios, de los conceptos de la religión hinduista. Que, si bien es mayoritaria, está muy lejos de ser absoluta, como para semejante pretensión. Pero se apega a la idea “hindi, hindú, Indostán”, combinando el nacionalismo con la religión. A pesar de que, en la literatura en sánscrito, no se ha detectado el concepto de nacionalismo se conoce que el idioma hindi, dada su semejanza de su vocabulario, gramática y estilos, se ha originado en el sánscrito.
La imposición del idioma hindi, no solo en lo oficial de la Unión India, lo que ya es junto al inglés, sino imponerlo en la administración pública, la educación y todas las actividades formales de la nación. Una tarea ardua, ya que en India existen unos 780 idiomas como el bengalí, gujarati, marathi, sindhi, urdu, punjabi o tamil, entre una gigantesca vastedad, muchos de ellos de raíces absolutamente diferentes. Por lo que la lengua oficial de muchos estados es su propio idioma.
Aunque, bien conocemos la determinación de Modi, a la hora de hacer prevalecer lo que él considera los derechos del pueblo hindú, como lo dejó bien claro, como Primer Ministro (gobernador) del Estado de Gujarat, cuando creo un conflicto artificial, entre la comunidad islámica y la hindú, que se saldó con la muerte de más de dos mil musulmanes, a los pocos meses de haber asumido el cargo.
El ideario neo nazi de Modi, comenzó a forjarse en el grupo ultra nacionalista Rashtriya Swayamsevak Sangh o RSS, (Asociación Patriótica Nacional) al que ingresó a los ocho años de edad. De este mismo partido emergió Nathuram Godse, quien asesinó a Mahatma Gandhi en 1948.
Con esta organización, junto a su actual partido, el Bharatiya Janaya, BJP, (Partido Popular Indio) cuyo lema es: “Una nación, un todo”, llegó al cargo de Primer Ministro en 2014, y desde entonces se ha dedicado concienzudamente a romper, el equilibrio, a veces muy sólido y en otras, muy tenso, entre la mayoría hindú y el resto de los grupos sociales y religiosos, no incluidos en la Hindutva, como sijs, budistas o cristianos, entre otras muchos, pero fundamentalmente son su objetivo la comunidad musulmana, que representa más de 220 millones fieles.
Modi ha concentrado sus acciones anti islámicas, tanto a nivel político como decididamente práctico. En lo político se puede mencionar: la Ley de Enmienda de Ciudadanía (CAA) la que, con la excusa de otorgar la ciudadanía india, a miles de no musulmanes, afganos, bangladesíes, entre otras nacionalidades, que viven en India de manera irregular desde hace décadas. Aunque la razón de fondo de la CAA, es evitar que varios millones de musulmanes, nacidos en el país y que por diversas razones se encuentran indocumentados, pierdan el derecho a la nacionalidad, de manera permanente. A los que el estado indio tendrá el derecho de expulsar del país.
En 2019, abolió el artículo 370 que daba semi autonomía al estado de Jammu y Cachemira, con una población de trece millones de almas. Esta revocación le ha permitido al gobierno central dividir, en dos territorios, los que son ahora gobernados por Nueva Delhi. Lo que ha generado innumerables protestas de la comunidad musulmana, las que se han saldado con cientos de muertos y desaparecidos.
En la actualidad Cachemira cuenta con una población de siete millones trescientos mil, de los que el 94,4% son musulmanes, mientras que en Jammu, con casi cinco millones de habitantes, la mayoría, con un 62.55 por ciento son hindúes, mientras que el 33.45 se registran como musulmanes.
Para invertir el porcentaje de musulmanes en Cachemira, una de las fronteras más sensibles del mundo, donde Modi está impulsando políticas de radicación de hindúes, agravando la situación del territorio en disputa entre Nueva Delhi e Islamabad. Ya que, desde la partición en 1947, Pakistán ha aspirado a incorporar ese territorio donde viven millones de hermanos, lo que ha precipitado a esas dos naciones a guerras y han generado, desde entonces, hasta exactamente hoy, no importa cuando lea usted este artículo, infinidad de choques armados. Un dato nada menor, es que ambos países, que comparten una frontera de casi tres mil kilómetros, poseen armamento nuclear.
Tampoco es nada menor la aproximación de Modi, al engendro sionista ocupante ilegal de Palestina, que no solo visitó en julio del 2017, convirtiéndose en el primer mandatario indio en visitar el enclave neo nazi, abandonado la tradicional postura india pro-palestina. Para más tarde recibir en Nueva Delhi, al genocida Benjamín Netanyahu, con quien firmó multimillonarios acuerdos comerciales, fundamentalmente en el campo armamentístico.
Desde el punto de vista práctico, casi como un secreto homenaje al presidente Donald Trump, en ocasión de su visita a India, pocas semanas antes de entregar el mando a Biden, para aplacar las protestas que generó dicha tan egregia visita, Modi desató una represión mayúscula contra la comunidad islámica de Nueva Delhi, en la que no solo actuaron las fuerzas de seguridad, sino también y por sobre todo, los comandos paramilitares tanto de la Rashtriya Swayamsevak Sangh, como del Bharatiya Janaya Party, que arrasaron barrios enteros de musulmanes, sin que desde entonces, haya habido, una investigación de lo sucedido, se conozca la cantidad de muertos y obviamente se sigue ignorando el nombre de los responsables, aunque es más que obvio, quien es el principal implicado.
La diatriba permanente contra el islam, por parte de las autoridades indias, han provocado de manera casi diaria, se produzcan ataques y linchamientos contra ciudadanos musulmanes, bienes y propiedades, donde en muchas oportunidades resultan asesinados por la turba de fanáticos de la Hindutva.
La imposición hindi
Cuando se redactó la constitución de 1949, se decidió que India no debería tener un idioma nacional. Por lo que, en un primer momento, una lista de catorce idiomas, que más tarde llegaría a veintidós, fueron reconocidos en la constitución, aunque sí se declaró que el hindi y el inglés como los idiomas oficiales, que se usarían para la comunicación del gobierno y la administración pública nacional.
En el marco del intento de Narendra Modi, cuyos discursos los dan solo hindi, y el setenta por ciento de los documentos del gabinete, se escriben en esa lengua, pretende convertir India en sinónimo del hinduismo. Convirtiendo el hindi, en la única lengua oficial, desplazando incluso el inglés de esa categoría, que es usado como lingua franca.
El hindi, se concentran en los estados más populosos y poderosos políticamente del norte, lo que se conoce como el “cinturón hindi”. A pesar de ello, es prácticamente imposible encontrar un país con más diversidad cultural, religiosa, étnica e idiomática que India, con veintidós estados y nueve territorios, con culturas e idiomas diferentes. Por lo que la intensión de Modi de darle uniformidad al país, lo aproxima a una situación extremadamente crítica, ya que intenciones similares ya se han producido en 1937, 1950 y 2014, apenas asumido Modi, avanzadas, que se conocen como “imposición hindi o imperialismo hindi”. Para muchos lingüistas indios, la intención de Modi, “roza lo ridículo y lo peligroso”.
Por lo que muchos Estados de habla no hindi, particularmente en el sur y el este del país, se han declarado, no solo en alerta, sino que han pasado a la ofensiva, para contener una acción, que, maquillada de burocrática, tiene en su génesis no solo apetencias imperiales, sino que conlleva el desprecio de culturas y civilizaciones milenarias. Una de las primeras medidas a implementar por Modi, es establecer la enseñanza del hindi, como obligatoria en todas las escuelas del país
India, cuenta con cientos de grupos étnicos, tribales, sectas y religiones, con más de dos mil castas, que, con sus subdivisiones y versiones, que varían según la región, las convierten en inabarcables, por lo que se hace imposible conseguir cualquier tipo de uniformidad
Hasta ahora el Estado donde más se expresa la disconformidad contra la medida del gobierno central ha sido, Tamil Nadu, la antigua Madrás, en el sur de la India, donde se han producido varios suicidios públicos, como expresión de protesta. Además. De la creación de múltiples movimientos lingüísticos nacionalistas en toda India, desde Rajasthan hasta Bengala Occidental. En Bengala Occidental, donde el bengalí, el segundo idioma más hablado del país, es parte esencial de su identidad.
El gobierno ha establecido que el 44 por ciento del país habla hindi o alguno de los 53 idiomas regionales, a pesar de que estos son completamente diferentes al hindi, pero Nueva Delhi, insiste en clasificarlos como sub-lenguas hindi.
Según algunos expertos, el multilingüismo está “en el corazón de ser indio” y explica que: “la gente usa el sánscrito para sus oraciones, hindi para las películas, su lengua materna para sus familias y relaciones privadas, a vez que el inglés, se utiliza en muchas empresas y universidades. Es difícil encontrar un indio monolingüe, por lo que eso se debe celebrarse, no amenazarse”.
El lingüista ruso Max Weinrich, dijo alguna vez: “Una lengua es un dialecto con un ejército detrás” y vaya que el hindi lo tiene.
*Escritor, Periodista, Analista Internacional: especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
30/12/2022