*Por José Luis Ponsico
Hugo Villaverde tenía 70 años. Vivía silenciosamente, alejado del clamor popular, de la estridencia, de los medios de comunicación. El estilo propio de alguien desinteresado de fama y ostentación. Como jugador, defensor notable, de grandes recursos. Los que lo vieron en los ’70 y ’80, en Colón, luego en el “Rojo”, dieron brillo a su juego. “Tenía algo de Roberto Perfumo y Daniel Passarella”, dicen. Casi nada.
En Colón apareció casi al mismo tiempo que Enzo Trossero, zurdo, corpulento, con características distintas. Gran complemento entre ambos. Tres años, 1973-76, juntos en el “sabalero”, cuando los contrató Independiente en el ’76, estuvieron casi 10 años. Un interregno cuando Trossero pasó al Nantes, de Francia, entre el Mundial ’78 aquí y España ’82. Trossero, campeón en Francia.
Del “Rincón de los Recuerdos”, el fútbol brinda curiosidades: Villaverde, corto de vista. Ya consagrado, convocado por César Menotti a una gira del seleccionado nacional por Europa, el invierno del 79, se lesionó gravemente. El periodismo evocó una infancia pobre, sin buena alimentación antes de ser promesa en las Inferiores de Colón de Santa Fe. A Villaverde no le gustó y nunca habló con la prensa.
En el corto pasado como entrenador, apenas ganó ser ayudante de campo de su compañero histórico y amigo, Enzo Trossero, cuando el “6” ganó ser DT de Independiente, en el Clausura ’99. El propio Trossero hablaba por Villaverde. “Hugo era un defensor impasable. En mi caso, como me iba arriba, a veces daba ventajas”, decía el rubio Enzo, gran temperamento, adentro y afuera de la cancha.
Independiente, en los comienzos de los ’50, tuvo otro defensor de lujo, el zurdo Luis Cardoso, marplatense. Siendo central, con dominio de la pierna izquierda. Pocos antecedentes. A mediados de la década, el santiagueño Rubén Marino Navarro, popular “Hacha Brava”, se erigió en un baluarte. Desde su fuerza y, a veces, rudeza. De 1,82 metros de estatura, gran condición atlética. Capitán del “Rojo” y de la selección.
Navarro, estandarte, formó una defensa donde solo Jorge Maldonado representaba la línea estética que luego capitalizó Villaverde. Esto es, la técnica, la destreza, el anticipo, quitar por inteligencia y sin violencia. No así el resto en los ’60, si el recuerdo remite al “Negro” David Acevedo, a “Pipo” Roberto Ferreiro y al uruguayo Tomás Rolan. Una ley no explícita: “Si pasa el hombre, no pasa la pelota. Y viceversa”.
En el ’64, el puntero izquierdo de Rosario Central, Alejo Medina, con un “planchazo”, fracturó a Navarro. Independiente adquirió a la Garza Juan Carlos Guzmán, ex Chacarita Jrs., de gran año en el ’62. El Flaco Guzmán alcanzó el nivel de Hacha Brava cuando el Rojo ganó dos Copas Libertadores, 64/65. Antes, en el 63, con Navarro, el “Rojo” fue campeón de la AFA en bandera verde con River. Otros tiempos.
Villaverde, mucho más cerca de Luis Cardoso y Jorge Maldonado que los otros citados, dejó su lugar a otro “duro”, Pedro Damián Monzón, en un orden de estilos que siempre, al cabo, dio resultado. Monzón llegó a formar parte del seleccionado de Carlos Bilardo que llegó a la final del Mundial ’90, disputado en Italia.
El final de Villaverde se conoció con un rasgo de humor del propio central, siempre alejado del periodismo y de las declaraciones explosivas: “El Búfalo (Juan Gilberto) Funes debutó contra Independiente en Avellaneda, en la primavera del ’86. Yo había tenido varias lesiones, muchas veces me ponía de mal humor porque se hablaba más de mis lesiones que de mi juego como defensor”, aclaró.
Preguntado por el partido que, al cabo, ganó Independiente, al River de Héctor “Bambino” Veira, que estaba disputando la “Copa Libertadores” y guardó algunos títulos, comentó Villaverde, contra su costumbre, algo que quedó en la memoria de los hinchas. de uno y otro club. “El 9 de River me chocó varias veces. Creo que me adelantó el retiro. Me duele todo. Es chocar con una torre de alumbrado”, concluyó.
Silencioso, gran defensor, muy querido, idolatrado por su amigo y compañero Trossero, Villaverde no carecía del sentido del humor. En rigor, Hugo tenía razón: el “Búfalo” Funes pronto alcanzaría el difícil lugar de ídolo al cabo de 45 días, cumpliendo la profecía. Lo había retirado del fútbol; Funes levantaba la Copa Libertadores, mientras Villaverde anunciaba la final.
El defensor del juego atildado estará siempre en el corazón de los hinchas de Independiente y, asimismo, de los amantes del juego-arte.
*Columnista de La Señal Medios, Mundo Amateur (Víctor Lupo), Agencia Nacional y Popular, De Memoria y AGN-Prensa.
19/11/2024