*Por Guadi Calvo
Mientras en Haití, las bandas armadas, sin otra ideología ni perspectiva que el saqueo y la rapiña, se disputan calle a calle los cotos de caza con la perversidad de quienes lo han perdido todo, o la de quienes nunca tuvieron nada y la crisis sumergió al noventa por ciento de la población debajo de los umbrales de pobreza, ¿alguien va a hacer algo? Sin ejército, ya que fue desmantelado en 1992 tras el golpe contra el presidente Jean-Bertrand Aristide en 1991, y con una policía anémica, corrupta y desbordada, pululan por todo el país unas doscientas bandas armadas. Solo en la capital, Puerto Príncipe, con casi tres millones de habitantes, operan veintitrés de las más poderosas.
El lunes dieciocho, fueron atacadas y saqueadas viviendas y comercios de los dos barrios más elegantes de la capital, Laboule y Thomassin, que se habían mantenido en relativa calma desde que comenzaron los disturbios el veinte nueve de febrero pasado. Muchos de los vecinos se vieron obligados a huir, mientras otros llamaban a las radios locales pidiendo por la policía. Cerca de allí, en la comuna de Pétion-Ville, aparecieron en plena calle una docena de cadáveres. La violencia también ha obligado a cerrar muchos hospitales, mientras que los pocos que funcionan lo hacen a medias, ya que los grupos criminales retienen el combustible y los suministros médicos esenciales para seguir trabajando.
El fenómeno de los grupos irregulares armados para el servicio de jefes políticos, que en su tiempo libre se dedicaban al robo y el saqueo, viene de lejos. El entonces presidente, François “Papa Doc.” Duvalier, en los inicios de su dictadura en la segunda mitad de los años cincuenta, creó los célebres y temibles Tonton Macoutes (en creole el hombre de la bolsa), cuyo número varió entre los quince y los trescientos mil. Ellos regaron de muertes el país, teniendo infiltrados en todos los estratos sociales, desde los sectores más populares hasta la aristocracia y los círculos diplomáticos.
Tras su muerte en 1971, su hijo y heredero político, Jean-Claude, los siguió utilizando hasta que fue derrocado en 1986. Con el fin de la dinastía, la tenebrosa organización fue disuelta o, mejor dicho, reciclada, ya que muchos de sus integrantes se incorporaron o formaron otras bandas más pequeñas, pero siempre muy activas, para ponerse a las órdenes de la nueva dirigencia, que como sucede siempre tras una larga dictadura, quedan prácticamente los mismos funcionarios que se reconvierten en otros cargos.
Para 1992, si bien el ejército, carcomido por la corrupción, para evitar la competencia, había controlado la multiplicación de estas organizaciones. Con su disolución, la mayoría de sus miembros se incorporaron a alguna de las organizaciones ya existentes o fundaron otras que iban surgiendo, cada vez con mayor autonomía, aunque siempre a las órdenes de algún cacique político, a quienes servían tanto como guardia personal como para dirimir, por otros medios, discusiones políticas.
Por lo que el fenómeno que se vive en la actualidad no es para nada nuevo, aunque sí asombra es la cantidad de grupos y su poder de fuego. La mayoría de estas organizaciones ya operan por su propia cuenta, independientes de cualquier mando externo, financiándose del amplio abanico criminal que manejan: contrabando, droga, trata, secuestros, hasta la riña de gallos.
En el marco de la inestabilidad política, que se ha incrementado en estos últimos meses, pero en verdad el país vive de manera casi ininterrumpida desde principios de siglo, la mayoría de las bandas criminales se han unido bajo el nombre creole de Viv Ansanm (vivir juntos), liderado por un antiguo miembro de la policía y ahora internacionalmente conocido Jimmy Chérizier, alias “Barbacoa”. Algunos dicen que el sobrenombre le viene por la antigua profesión de su madre, una vendedora callejera de pollo frito, otros por la costumbre de Jimmy de incinerar a sus víctimas. Para muchos un Che Guevara, para otros un Duvalier.
El ahora famoso Barbacoa fue exonerado en 2018 de la policía nacional, donde revistaba en la Unité départementale de maintien d’ordre, un escuadrón antidisturbios sospechado de asesinar a cientos de manifestantes. Con esta unidad policial, Barbacoa habría participado en la masacre de la Saline, un barrio pobre de la capital, en la que murieron setenta personas, varias mujeres fueron violadas y unas cuatrocientas casas fueron incendiadas.
Chérizier, alzándose por el maremágnum que vive su país, terminó convertido en el hombre fuerte del país, y hoy lidera la más poderosa de las bandas que se integraron en la Viv Ansanm, conocida como Familia y Aliados del G9, fundado en 2020. Este grupo estaría vinculado al Partido Tèt Kale (Parti Haïtien Tèt Kale, Cabeza Calva, en creole) o PHTK, al que pertenecía el presidente Jovenel Moïse (asesinado en 2021) y el recién renunciado Primer Ministro, Ariel Henry.
La alianza criminal que por estos días acosa Puerto Príncipe fue la que forzó la renuncia del lunes dieciocho del Primer Ministro, Ariel Henry, quien había sucedido al presidente Jovenel Moïse tras su asesinato en 2021. Henry había anunciado su renuncia para el siete de febrero, pero en vista de la inestabilidad pretendió continuar hasta que, a principios de marzo, todo se precipitó con constantes hechos de violencia, convirtiendo las calles de Puerto Príncipe en un gran campo de batalla donde parecen luchar todos contra todos y donde los cadáveres quedan donde caen, ya que no hay tiempo ni quien para levantarlos.
Lo que sucede en muchos barrios de la capital se repite en otras ciudades y muchos pueblos y caminos del país: neumáticos ardiendo, despojos que los saqueadores no han podido cargar y cuerpos carbonizados son las imágenes de una guerra a la que todavía no se le ha puesto nombre. Bajo las órdenes de Barbacoa fueron asaltadas las dos prisiones del país, liberando a cerca de cuatro mil detenidos, la gran mayoría miembros de estas bandas, que ya deben haberse incorporado a sus respectivos grupos.
Frente al abandono absoluto del Estado, sin posibilidades de trabajar o estudiar, miles de jóvenes deben optar por abandonar el país o incorporarse a alguna de estas bandas, que por lo menos les dan entidad, pertenencia y un arma con la que labrarse un futuro, o algo así. El mismo mecanismo que se da en muchos países africanos, donde los jóvenes encuentran como única salida unirse a alguna de las khatibas vinculadas al Daesh y al-Qaeda, aunque en esos casos reciben sueldos, que pueden ser de alguna manera una solución para sus familias. En el caso de Haití, por ahora solo se les otorga permiso de pillaje.
Las bandas han establecido bloqueos en el Aeropuerto Internacional Toussaint Louverture, en el principal puerto del país, además de atacar comisarías, tribunales e incluso tomar el Estadio Nacional de Fútbol Sylvio Cator, donde parece funcionar su cuartel general. La violencia extrema ha obligado a unos trescientos mil haitianos a abandonar sus casas e instalarse en campamentos improvisados, los que también suelen ser atacados. El domingo pasado, por la sola sospecha de que una de estas pandillas se acercaba, produjo la desbandada de quince mil personas, que debieron buscar un nuevo refugio.
En este momento, no hay forma de salir o entrar a Haití, el paso fronterizo de Dajabón con la República Dominicana, desde que el gobierno del presidente Luis Abinader acabó la razia de “indocumentados” y su expulsión, la frontera se ha cerrado a cal y canto, con importantes dotaciones de fuerza de seguridad para impedir nuevos cruces por el legendario río Masacre, frontera natural de los dos países que ocupan la isla.
Ya en el mes pasado, el presidente Abinader había exigido al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que la comunidad internacional intensificara la ayuda a Haití y desplegara allí una fuerza multinacional, advirtiendo que frente a la tragedia que se aproximaba, su gobierno protegerá solo a sus ciudadanos y descartó la posibilidad de aceptar campos de refugiados en suelo dominicano. Mientras que tampoco hay barcos ni vuelos. Por lo que, en las próximas horas, de estallar más enfrentamientos, la población podrá quedar en el fuego cruzado de la policía y las bandas armadas.
La compañía eléctrica de Haití denunció que el lunes cuatro subestaciones de la capital fueron atacadas quedando fuera de servicio. Por lo que grandes zonas de Puerto Príncipe quedaron sin suministro eléctrico, incluido uno de los barrios más pobres de la capital, Cité Soleil, la comuna de Croix-des-Bouquets y un hospital. Según la empresa, los delincuentes robaron documentación de la compañía, cables, herramientas, baterías entre otros materiales.
Más allá de un Estado fallido… Haití
Ya habrá tiempo para analizar las razones, las responsabilidades y todos los etcéteras de por qué la tan mentada “primera nación independiente de América Latina” se convirtió en lo que es, si es algo. Después de que su pueblo derrotara sucesivamente a los ejércitos de Francia, Reino Unidos y España para convertirse en la inspiración del resto de las entonces colonias americanas para seguir su ejemplo.
Ahora, la urgencia son los más de once millones de haitianos que tienen derecho a recibir algo más que un balazo en la cabeza o que cualquier epidemia aniquile a miles, ya que el sistema de salud desde el terremoto de 2010, que mató entre ciento cincuenta y trescientos mil haitianos, sigue devastado, por lo que cualquier epidemia, un remesón del COVID-19, se convertiría en una masacre, porque solo el uno por ciento de la población ha recibido esa vacuna.
Más allá de los ditirambos amanerados de las definiciones académicas acerca de qué es un Estado fallido, Haití ha sobrepasado el límite de esa definición, por lo que urgente es detener la matanza. Por muchos años, se la ha encasillado al país caribeño junto a Somalia y Afganistán en el renglón de las naciones que no pueden brindar a su población lo que mínimamente un Estado debe dar a los suyos: seguridad, salud y educación.
De hecho, tampoco están muy lejos ni Libia ni Yemen, después de sus largas guerras civiles y hacia dónde se dirige a la velocidad de rayo Sudán también en guerra, y en poco tiempo sobre ese horizonte aparecerá Birmania si no controla los innumerables focos insurgentes del interior del país que están golpeando seriamente la capacidad del estado.
Aunque lo llamativo de la realidad haitiana es que llegó a esto sin guerras, empujada por el estado de anomia y corrupción crónica que instaló su clase dirigente, ya que una crisis de esta magnitud no se construye de un día para otro, sino que se debe invertir muchos años en un país que, a pesar de no contar ni con oro, petróleo, ni uranio, litio, ni piedras o maderas preciosas, sí cuenta con una clase dirigente corrupta enquistada en el poder, que no solo permitió sino que se asoció a los poderes extranjeros para asumir deudas, como las que dictaminaron unilateralmente Francia o los Estados Unidos, para someterlos a planes de pagos que iban mucho más allá de sus posibilidades, por lo que postergaron para siempre su desarrollo. Esto es lo que ha permitido que, con los años, tenebrosos personajes como los Duvaliers (padre e hijo), que a fuerza de represión salvaje y la explotación de las tradiciones metafísicas africanas, anestesiaron la voluntad del pueblo, logrando permanecer en el poder absoluto por treinta años.
La crisis de seguridad que asola a Haití en 2023 hizo que unos doscientos mil ciudadanos escaparan de un intento de secuestro, mientras que mil quinientos no lo lograron, por lo que han debido pagar importantes rescates. A lo largo del año pasado se produjeron más de tres mil muertes en contextos de violencia en medio de saqueos y más de cinco mil violaciones por parte de pandilleros.
El Primer Ministro, Henry, había acordado con Kenia la llegada de mil agentes, lo que finalmente se fue dilatando, y esa ayuda no llegó nunca. Naciones Unidas, en octubre pasado, autorizó la creación y el despliegue durante un año de una misión de Apoyo Multinacional a la Seguridad (MSS) para reforzar la policía haitiana, restaurar la seguridad y proteger la infraestructura crítica, con efectivos de Las Bahamas, Bangladesh, Barbados, Benín y Chad. Lo que hasta ahora tampoco se logró implementar, aunque sí los Tonton Macoutes están de vuelta.
*Escritor, Periodista, Analista Internacional: especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
19/3/2024