Eva Perón
Si tuviera que decir, en una síntesis, cuál es el problema que llama más poderosamente mi atención y despierta en mi las más hondas angustias y paralelamente también la más decidida voluntad de contribuir a su solución, diría que es el problema de niñez. Y eso por muchas razone. El problema del niño -del niño enfermo y sin recursos, el niño desvalido, del niño abandonado, del niño, en fin, que desconoce el calor del hogar, por infinidad de causas que son en su gran su mayoría sociales – es un problema nacional y seguramente el más urgente de esta hora. El país que olvida a la niñez y que no busca solucionar sus necesidades, lo que hace es renunciar al provenir. Y nosotros no sólo no renunciamos al futuro, sino que no renunciaremos jamás a él y estamos luchando para mejorarlo y valorarlo para los que vendrán después. Porque luchar por el bienestar, la salud física y moral, la educación y la vida del niño, es, en síntesis, luchar por la grandeza ulterior de la Patria yel bienestar futuro de la Nación.
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Yo quiero decir hoy, y lo he de repetir en todas las oportunidades que resulten propicias, cuál es nuestro deber hacia los niños desvalidos y cómo entiendo ese deber. Y lo he de decir con hechos más que con las palabras, como nos lo enseñó con su ejemplo el General Perón. Y me impulsa a hacerlo no sólo una razón sentimental, aunque entiendo – como argentina y como mujer del pueblo y que conserva todo su amor por él – que entre todos los necesitados, entre todos los desvalidos, entre todos los que en este país esperan aun la ayuda y el cariño que la vida les negó, el niño es el más digno de recibirlo. Porque es el más sensible y el menos responsable de es situación. En mis viajes por el país, recorriendo las zonas que he podido visitar cuando mis ocupaciones me lo permitieron he podido observar la situación de los niños cuando los padres, por incapacidad económica, por enfermedad o simplemente por ausencia, no podían resolver personalmente el problema de sus hijos.
Comprobé entonces con horror que hay provincias argentinas donde la mortalidad infantil llega a las cifras de 300 por mil. Verifiqué que había centenas de miles de niños nuestros que casi no conocían ni la carne ni el pan, aunque habían nacido en un país exportador por excelencia de esos elementos básicos alimentarios. Vi a millares y millares de criaturas sin educación, sin higiene, sin calor familiar, viviendo en sórdidos rancheríos, siendo pasto de todas las enfermedades y consumiendo en una desesperación callada todo lo que en otros, más felices, son sueños de la niñez.
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El porvenir de esos niños era tan incierto como el provenir de los parias. Y me dije a mí misma que, aunque parecía mentira, eso pasaba aquí, entre nosotros, en un país lleno de riquezas, en un país de hombres que se llenaban la boca con las palabras más sonoras , barajando los conceptos de justicia, solidaridad, patriotismo, fraternidad y ayuda. Pero allí estaban los necesitados, olvidados y escarnecidos, esperando inútilmente que los señores de la política quisieran preocuparse por los que tenían que fundamentalmente por los que tenían que fundamentar el porvenir de la Nación. Allí estaban ñps niños que no figuraban en la preocupación de nadie porque no podían votar ni podían prestar sus nombres inocentes para las sucesivas farsas electorales con que se pretendía demorar el despertar de nuestro pueblo. Allí agonizaban, subalimentados, enfermos, los hijos de los mismos que creaban la riqueza y que no tenían ante ellos otro futuro que le hospital, la miseria y la desesperación o el delito.
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He dicho antes y lo repito una vez más, que el problema de la niñez es un problema nacional, y que los pueblos – o los gobiernos- que renuncian a resolverlo renuncia al mismo tiempo al porvenir. Nosotros, a través de la Ayuda Social, hemos iniciado un camino de solución que nos parece justo, seguro y eficaz. Hemos iniciado el proceso con la venida de algunos centenares de niños, a fin de prepararlos para una juventud capaz de asimilar la sensibilidad infantil. Desde los conceptos morales de hogar, patria, familia, solidaridad social y espíritu de justicia, hasta los principios generales de la educación y la especialización en el trabajo. Desde la higiene más rudimentaria hasta los más elevados conceptos de fraternidad, Desde el amor a la tierra que los vio nacer y quiere dejar de ser madrasta de sus hijos, hasta el sentido de su propio deber hacia sus semejantes y hermanos.
Este primer ensayo, que ofrece ya resultados positivos más amplios que lo que era lícito esperar, nos anima y nos impulsa a multiplicar la acción común en beneficio de la infancia de nuestra patria, que hasta ayer no tuvo quien viera en ella, en sus necesidades más urgentes, un motivo de acción social tesonera y esencialísima. Para antes de fin del corriente año, esos centenares de niños que reciben ahora nuestra solidaridad se habrán multiplicado, y esperamos haber recibido un contingente de varios miles de pequeños Descamisados del interior del país, para su correspondiente salubridad, educación y especialización para la lucha por la vida. Pero aún estos miles no formarán más que las vanguardias de los se propone Ayuda Social. Por este camino que vamos siguiendo o por otros que sabremos abrir con la ayuda del pueblo trabajador que nos anima en la lucha, todos los niños necesitados de la Patria, todos los pequeños desvalidos del país, han de sentir los efectos de nuestra solidaridad.
Ello no es una limosna, sino la ayuda fraternal de los hermanos mayores y más felices para con sus hermanos menores y sin hogar, y por eso mismo más dignos de recibirla y más merecedores que nadie nadie de nuestra ternura, de nuestros esfuerzos y de nuestro corazón.
Extracto del libro La Razón de Mi Vida.
7/5/2021