Por Gustavo Ramírez
“A todos nos parecía que Charlie Watts tenía poco menos que un don divino para tocar la batería”, escribió Keith Richards en su libro Vida y algo de eso supo transmitir el bateristas de una de las bandas más grandes en la historia del rock and roll. Charlie acaba de fallecer. Tenía unos buenos 80 años. Así que ahora nada será igual para los Rolling Stones. Tampoco para nosotros.
Pasó con la muerte de Bowie y ocurre ahora. Es que con la partida de alguno de estos muchachos también se desvanece parte de nuestra juventud. Si, bueno, somos un tanto fatales. Pero algo de eso hay. Sobre todo porque tomamos conciencia de nuestra propia finitud. Mierda, ya ni siquiera podemos tomar un trago de cerveza sin pensar que nos vas a hacer daño. Es el maldito ciclo de la vida.
Volvamos a lo que escribió Richards: “Charlie Watts siempre ha sido mi andamio musicalmente hablando, así que leer esa anotación sobre “rectificar” su sonido me parece algo extraordinario, pero, como Stu, había llegado al rhythm and blues, a través de la conexión de éste con el jazz. Al cabo de unos días escribió: “Charlie tiene swing, definitivamente, pero no sabe hacer rock. Es un tipo estupendo, eso sí”. Por aquel entonces no le había agarrado la mano al rock and roll. Yo quería que le pegara más fuerte, todavía sonaba demasiado jazz para mi gusto”.
Watts nunca fue la imagen frenética de los Stones, por el contrario, parecía siempre su contracara. Es que no necesitaba del show para tocar. Solo lo hacía y disfrutaba al hacerlo. Su perfil era bajo, aun arriba del escenario, pero sin embargo era determinante en el grupo. Tal vez lo supo desde el principio porque estaba predestinado a estar en la banda, aunque la principio le costó adaptarse.
Cuenta Keith, “sabíamos que era un baterista estupendo, pero para tocar con los Stones Charlie tuvo que ponerse a estudiar a Jimmy Reed y a Earl Philips (que era el baterista de Jimmy Reed) para captar de que iba, para entender esa manera de tocar espaciando, minimizando. Y es algo que ha retenido hasta el día de hoy”.
No hay nada improvisado. Cada pieza debe estar en su lugar para que el arte sea lo que debe ser. Hoy, cuando el sonido es líquido, cuando prima la cultura del ruido, algunos detalles que hacen al buen tocar parecen ser no tenidos en cuenta. Al mismo tiempo, con la partida de estos tipos el rock, que viene herido de muerte, también comienza a fenecer, aunque lo haga sin envejecer.
“De no haber sido por Charlie, yo nunca habría seguido aprendiendo y creciendo” escribió Richards en sus memorias y agregó “lo primero con Charlie es que es un hombre que lo entiende, lo siente, fue así desde el principio. Toca con mucha personalidad y con mucha sutileza. Si se fija uno en el tamaño de batería que usa, es ridículo comparado con el de la mayoría de los bateristas de ahora que están parapetados detrás de un fuerte, una torre inmensa de timbales, cajas y platos”.
Al mismo tiempo “Charlie, con la misma batería clásica, puede tocar lo que haga falta. Un equipo sin pretensiones pero luego lo escuchás y no es ya que guste, es que suena fabuloso. Y además toca con mucho sentido del humor. Me encanta observar su pie a través del Perpex, incluso si no lo oigo, puedo tocar con él con solo observarlo”.
Detrás del circo que muchos quieren ver había algo más: “Al cabo de cuarenta años, estamos más unidos de lo que podríamos llegar a expresar, tal vez más de lo que siquiera somos conscientes de estarlo. Me refiero a que hasta nos atrevemos a jodernos el uno al otro en el escenario de vez en cuando”, contó el guitarrista de los Stones.
Richards rememoró que “en aquellos tiempos yo solía tomarles el pelo a lo bestia a Stu y Charlie con el tema jazz. . Se suponía que estábamos trabajando para dominar el blues y a veces los cazaba escuchando un poco de jazz a escondidas ( ¡dejen ahora mismo esa mierda!) Yo sólo intentaba quitarles el mal hábito, estábamos intentando formar un grupo, ¡mierda! “Tienen que escuchar blues, tienen que escuchar al maldito Muddy” No les dejaba escuchar ni a Armstrong y a mi me encanta Armstrong”.
Aire fresco. El sol entra por una de las ventanas de esta improvisada redacción. Suena Heaven, sigo la cadencia de Charlie y me pierdo mirando por el espejo retrovisor de esta vida que al parecer es mía. Dejo que mi cabeza caiga de lado sobre el vidrio de la ventana. La música me lleva. Nada será lo mismo, lo sé. Pero esa música que escuchamos está viva y él, él está bien.
24/8/2021