Por Gustavo Ramírez
En el cuento Escape, de J. G Ballard, los personajes Harry y Helen quedan atrapados en un bucle del tiempo. El relato se vuelve circular como intenso, donde las personalidades de los protagonistas se sumergen en un espiral de entramado tan simple como perverso. ¿Hay salida posible o simplemente la situación es aceptada con solvente naturalidad por los protagonistas? Esta trama, con su propio interrogante puede ser una precisa pintura sobre la deuda argentina. Claro, que la realidad siempre es mucho más cínica que la ficción.
Caído el encuentro que el Presidente Alberto Fernández iba a mantener el martes 26, en Estados Unidos, con su par Joe Biden, la agenda tuvo que reprogramarse necesariamente. La urgencia oficial demandó componer un nuevo esquema y el rol protagónico lo adquirió la Ministra de Ecomía, Silvina Batakis. ¿Por qué la urgencia? En medio de un temporal de operaciones político-financieras y de una crisis internacional que se agudiza, el gobierno necesita adquirir un poco más de aire ante lo que serán las presiones del Fondo Monetario Internacional en el reajuste del acuerdo alcanzado con el “ex” Martín Guzmán.
Los dueños del capital concentrado no pierden la oportunidad de gestar operaciones que desbordan la capacidad ejecutiva del oficialismo. Sin programa firme, con cimbronazos internos y sin amplio margen de maniobra, los límites para Fernández se angostan. A ello hay que sumarle su decisión de confirmar el rumbo económico, que para ser honestos, en materia de macro economía no es tan malo, aunque no deja de se lo menos malo. Sin embargo, el mayor problema para el mandatario está adentro, en casa. Inflación y remarcación permanente, esmerilan la situación interna, aunque el gobierno sea optimista en función de lo que el crecimiento puede derramar sobre los sectores más vulnerables.
Batakis se reunirá este lunes con la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, en Washington. Será el primer contacto que ambas funcionarias mantendrán tras la asunción de la Ministra, el pasado 6 de julio sostuvieron un encuentro de manera “virtual”. Si bien la agenda temática no ha sido difundida, se infiere que la misma girará en torno a la renegociación del acuerdo. La idea primaria era establecer un previo acuerdo entre Biden y Fernández para que el primero interceda ante el organismo financiero que su país comanda a los efectos de allanar el camino en la negociación.
Otra vez el COVID-19 interfirió en la agenda presidencial. Por lo que el gobierno vuelve a enroscarse en un bucle temporal. Es que la deuda externa indefectiblemente arrastra a estas circunstancias. Batakis viajó a Estados Unidos sin promover anuncios que permitan confrontar con los sectores económicos que presionan sobre el dólar ilegal para ampliar la brecha cambiaria y de esta manera forzar una devaluación del peso. En tren de especulaciones, distintos analista económicos coinciden en señalar este fin de semana que esa será un nueva exigencia del FMI.
La semana pasada, en una nueva demostración de torpeza comunicacional -en realidad política- voceros oficiales anunciaron que esta semana el gobierno haría anuncios en materia económica. Esto refleja que al gobierno le cuesta asumir la responsabilidad de renegociar con el Fondo, luego de condicionar su política económica a dicho acuerdo y de defenderlo a capa y espada, aún al costo de sostener a Guzmán a como de lugar.
A propósito, fuentes consultadas por este medio, aseguraron que el “desorden” dejado por el ex ministro es mayúsculo, sobre todo en materia fiscal. No obstante, cabe preguntarse si esto no es más que una mera excusa para justificar la decisión estratégica del gobierno no de no avanzar, una vez más, contra quienes operan en su contra causando un daño profundo a la estructura económica.
Sin anuncios efectivos y a la espera del resultado de la reunión con el Fondo Monetario Internacional se refuerza la idea motriz de que el gobierno muestra debilidad y que esta será aprovechada, aún como manotazo de ahogado por una oposición que no teme mostrar los hilos de sus intenciones para fortalecer su posición anti-patria. Por otro lado, hacia adentro, las miradas sobre la renegociación del acuerdo con el organismo financiero internacional recaen sobre la inconsistencia del plan económico sujeto a dicho acuerdo.
El peso de la deuda es determinante para la política económica nacional, adherido a otras variables que también horadan las posibilidades de soberanía económica, si es que estas existen en las ideas esbozadas dentro del oficialismo. Alberto, Massa y Cristina están en permanente contacto, el contenido de las reuniones no trasciende por lo que todo lo que se desarrolle en términos analíticos serán meras especulaciones. No hay claros indicios de cuál es la salida de esta situación por lo que la incertidumbre vuelve a ser protagonista de la escena política.
Para el oficialismo no resulta fácil explicar como se complementa el crecimiento económico, el desarrollo, con el pago de la deuda sobre todo sino estableció con el FMI que se adapte el pago de los intereses a la capacidad de pago del país, tal como lo hiciera efectivo Néstor Kirchner. En ese marco, en las últimas horas, el representante buitre, titular del Banco Interamericano de Desarrollo, Claver Corone, enfrío el desembolso de 500 millones de dólares ya aprobados al considerar insolvente a la Argentina.
“No vamos a poner en riesgo el patrimonio del banco prestándole a un país insolvente”, dijo cándidamente el hombre que gestionó el “crédito” de 45 mil millones de dólares para el gobierno de Mauricio Macri. Con la misma soltura, el ex funcionario del Fondo Monetario Internacional, reconoció con anterioridad que el “préstamo” sirvió, en su momento, para financiar la campaña electoral del expresidente.
La deuda con el FMI representa el 63 % de las obligaciones que el Estado nacional mantiene con organismos internacionales. Sin dudas el impacto de ello será determinante para el desarrollo de una plan económico que pretenda la nacionalización de la economía argentina. En este contexto existen voceros del neoliberalismo global que radicalizan sus posturas y promueven, sin ponerse colorados, la dolarización de la economía. Ello implicaría el empobrecimiento de la mayor parte de la población nacional dada la transferencia de riqueza que esta propuesta esconde. Ni hablar del proceso de endeudamiento que esto constituye.
En este permanente pregón de regresar a estructuras que ya han causado estragos en la economía argentina, los opinadores serviles del establishment económico afirman que una de las maneras de contener a la inflación y acumular reservas en moneda extranjera para el pago de los intereses de la deuda, es reducir el gasto público. Estos publicistas de la anti-patria fueron funcionarios de gobierno que sumieron al país en profundas crisis económicas y sociales.
Entonces vale precisar que en pleno 2001, el gasto se redujo en 3,8 mil millones de dólares, sin contar los pagos de intereses, al mismo tiempo los ingresos públicos perdieron 5 mil millones de pesos, lo cual equivale a una caída del 9 %. En ese mismo período, los intereses de la deuda crecieron un 6,2 %. Ya en 2019 los intereses de la deuda pública, por ejemplo, se incrementaron un 41 % y tocaron el 17,7 % del gasto, lo que duplicó el presupuesto para educación y salud. (1)
El pretendido ajuste, por medio del “equilibrio fiscal” tiene consecuencias para la estructura económica de proporciones siderales. Inevitablemente la aplicación de estos programas constituyen el deterioro a lata velocidad del ya golpeado mercado interno, promociona la recesión y la devaluación. El desempleo, la caída de la producción PYME y mayor endeudamiento. El propio organismo afirma que por cada peso de recorte de gasto la actividad económica se reduce entre 1,5 y 2 pesos.
En este contexto, la situación es mucho más grave porque lo que se ponen en juego nuestros recursos naturales en función de las negociaciones espurias que promocionan los “acreedores”. En términos de deuda pública total el propio FMI advierte (de ahí el cinismo del organismo) que “cuanto mayor sea el nivel de deuda pública, más probable es que la política fiscal y la deuda pública sean insostenibles”.
Asimismo, como sostiene la economista Noemí Brenta, la deuda pone en juego la soberanía monetaria a partir de la jerarquización de la moneda. Se olvida, también, en este contexto que la emisión es una de las “principales atribuciones del Estado”. La reproducción de la ideas neoliberales alimentan mitos económicos que la realidad suele desmentir con lentas exposiciones.
Si el nuevo orden mundial diversificara las transacciones comerciales en otras monedas el dólar y el poder de las corporaciones económicas de Estados Unidos se harían pedazos. Pero no todos están dispuestos a liquidar a la gallina de los huevos de oro. El Tesoro de Estados Unidos indicó, en un informe de 2018 que la deuda externa de ese país era hasta el momento de 19 billones de dólares, de esos valores solo 1,3 billones son en moneda extranjera. Lo que le permite al país emisor de la moneda mundial no realizar ajustes “ni salir a buscar dólares prestados para pagar sus intereses”. (2)
En un momento decisivo del cuento de Ballard, Harry cuenta: “Salí del bucle como un hombre catapultado por una puerta giratoria”. Si uno agudiza la imaginación puede comprender tranquilamente que así puede percibirse al gobierno. La cuestión radica, en este margen de confusión, no salir del laberinto de repetición constante con un salto al vacío. Estar en el bucle da cierta ventaja si se aprende de cada momento histórico. Si la decisión es repetir la historia el escape solo ocurrirá en un relato.
1-2: Noemí Brenta- Historia de la deuda externa argentina /Capital Intelectual 2022
25/7/2022