*Por Gustavo Ramírez
“Nace una flor, todos los días sale el sol”
Charly García
I
El pueblo se expresó a sí mismo este 10 de diciembre. No se necesitó ningún interlocutor, ni especiales en sociología, para explicar un fenómeno que está en al ADN popular: La Alegría.
Desde horas tempranas el sol rajaba el asfalto de una Ciudad distinta. Los gritos no manifestaban bronca o rencor alguno. Eran simples. De alivio. De felicidad: ¡Volvimos! ¡Presidente, Alberto Presidente! De golpe Mauricio Macri pasó la historia en silencio. Ni siquiera los cánticos de lo tuvieron en cuenta. Pasaba al olvido como un mal trago. Un fantasma o menos que eso.
Se terminó.
Detrás de las vallas la ansiedad, que rodeaban la Avenida de Mayo, la ansiedad se hizo incontenible una vez que Alberto Fernández culminó su discurso en el Congreso Nacional. Un hormiguero de personas se agolpó contra las estructuras de contención para ver pasar de cerca al nuevo Presidente. Después de cuatro años la gente no tenía vergüenza de ver a su Primer Mandatario.
Una primera caravana de autos despertó el entusiasmo de la muchedumbre. El sonido de las batucadas y los cantos se confundieron de manera armoniosa con el calor insoportable. La gran fiesta del pueblo había comenzado. No hubo protocolo. Las columnas populares coparon Avenida de Mayo por lo que el vehículo presidencial se abrió paso entre las filas interminables de hombres y mujeres que a su vez lo custodiaban. Un enorme gesto simbólico.
Después del mediodía nada fue igual. La felicidad era desbordante. Hubo abrazos. Lágrimas de alegría. Manos en alto con los dos dedos en V y desde entonces la Marcha Peronista no dejó de cantarse a viva voz. Todos a La Plaza.
Sería una privación estúpida desprenderse del efecto emotivo para narrar lo acontecido. Lo racional suele perder detalles determinantes de lo que la clase trabajadora y los más humildes, quisieron expresar. Los últimos cuatro años fueron una tortura prolongada para muchos pero no se logró quebrar la voluntad popular. El pueblo suele ser testarudo cuando lo intentan domesticar en la derrota.
Este 10 de Diciembre quedó claro que el pueblo trabajador nuca se rindió.
II
Sensación térmica: 40º grados. No importaba.
Hacia la tarde, una vez comenzado el festival, la Plaza se llenó de familias. Niños y niñas pequeños vestían su bandera argentina y un helado en las manos. Un dato no menor: el peronismo involucra a todos. ¡Alberto presidente! Gritaban los pibes al ritmo de sus adultos. Me pregunté entonces ¿cómo la escuela puede estar despolitizada si existe una generación de chicos que salen a manifestarse junto a los suyos? ¿No debería la escolaridad tomar en cuenta que es imprescindible afianzar el concepto trascendente de hacer justicia juntos?
A través de los celulares muchas personas volvían a escuchar el mensaje de Alberto en el Congreso. Entre la bulla general se escuchó la vos del Presidente decir: “Lo digo y lo repito: Nunca más al Estado secreto. Nunca más a la oscuridad que quiebra la confianza. Nunca a los sótanos de la democracia. Nunca más es nunca más”. El grupo de quienes escuchaban el discurso presidencial prorrumpió en aplausos y contagió al resto. Todos volvieron a cantar: Presidente, Alberto, Presidente.
El flujo de personas iba y venía. Algunos denotaban en el rostro la figura del cansancio pero se mantenían firmes como sus convicciones. Había que esperar a que Alberto y Cristina los saludaran tras largas horas de ceremonia protocolar. Mientras tanto el calor estaba más presente que Macri, que a esta altura era parte de un mal recuerdo. Lo que se respiraba en el aire era el perfume de la esperanza.
III
Mate, agua y cerveza servían para mitigar la sed. Aunque, claro, muchos aprovecharon la volteada para hacer la suya. Así las latas de birras se vendían a dos por 150 pesos o una por 100 pesos. Un delirio. No obstante la venta fue todo un éxito. Todos contentos.
Una vendedora de empanadas vendía su producto. Cuando pasamos a su lado nos dijo: Dos empanaditas a 150…y de inmediato cortó su oferta y comenzó a reírse. A lo que repusimos: “Compa te agarró mal la inflación”. Las risas fueron contagiosas.
Más adelante un grupo de chicas organizó una tarima desde donde pasaban música. Abajo, en la calle, el espíritu la cumbia se apoderó de los cuerpos acalorados en una improvisada pista de baile.
Nadie allí, en esa marcha, estaba solo. Exorcizar el bajón, producido por los últimos 4 años de tiranía neolibral, se convirtió en una obligación ética. No era un aquelarre de bulla sin sentido. Cada gesto era una manifestación expresiva del sentir popular. Era la sonrisa permanente y contenedora de Perón, Evita y Néstor. El abrazo solidario del compañero. La esperanza revolucionaria.
Valía la pena estar emocionado.
La clase trabajadora resistió, luchó y venció. Cómo no festejar.
Y nos fuimos a paso lento. Llegamos a casa y entonces sí tomamos nuestras merecidas cervezas. El calor seguía ahí. Pero el país había cambiado. La palabra cambio volvió a tener contenido social.
El pueblo salió a festejar su triunfo. Sin odio. Sin violencia. Este pueblo, del que somos parte, se celebró a sí mismo como un canto de fe. Como el hecho político de la esperanza. La Patria somos todos y ahí estuvimos.
Fue genial recordar que en La Plaza no había olor a gases lacrimógenos y sí a chori, paty y bondiola. Más aún: No hubo canas. Los pocos que se vieron fueron efectivos de la Federal y solo antes del paso de Alberto tras el acto del Congreso. El pueblo trabajador sabe cuidar a los suyos y a sí mismo.
Hicimos historia. Felices. Nos dormimos tarde porque todavía estábamos “manija”, además por el calor apremiante. El cansancio nunca ganó la partida. Este de 10 debería repetirse con más asiduidad. Pero sobre todo por lo que allí de transmitió.
El subsuelo de la patria sublevado llenó de alegría a la historia. En los días venideros se reavivarán los debates internos, hablaremos de las primeras medidas de gobierno y lo que la coyuntura demande. Mientras tanto estamos obligados a disfrutar de esta dicha. Porque el dolor se fue. La angustia, aun cuando no tengamos un mango en el bolso, está aplacada.
Y sí. Mientras escribo estas líneas se me pianta un lagrimón emotivo. Por los que quedaron en el camino, por los compañeros que luchan incansablemente. Por los 16 millones de pobres, por los trabajadores solidarios siempre.
Así que mientras esta nota finaliza en la compu Hugo del Carril empieza a cantar: “Los muchachos peronistas todos unidos triunfaremos”.
Viva la Patria, carajo.
11/12/2019
*Director periodístico de AGN Prensa Sindical