*Por Martín Tomassini
“La distinción entre el pasado, presente y futuro es sólo una ilusión obstinadamente persistente”
Albert Einstein
Si hablamos de una ilusión persistente, la utopía del pueblo peronista es la de tener una Patria con Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social. Estas son las banderas que levantan a diario los trabajadores, los que tienen conciencia de clase, con la convicción de que es necesaria una verdadera transformación de nuestra gran Nación.
En frente, los mismos de siempre: la oligarquía, el neoliberalismo, un puñado de familias que lo único que buscan es el beneficio personal. Son estos seres que, de cuando en cuando, ponen a nuestro pueblo de rodillas, lo exprimen, lo aniquilan. Pero no podrían hacer lo que hacen sin el apoyo de una porción de la población, “los desclasados”.
Y así nuestra historia se convierte en una paradoja donde el presente, el futuro y el pasado dejan de ser una ilusión obstinada para convertirse en un cuento que ya nos han contado una y mil veces. Mejor dicho, es como una pesadilla recurrente que nos obliga a saltar de la cama, buscando una respuesta que no podremos encontrar.
Esperando el derrame nos pasa la vida y las vidas de muchas generaciones. Esa zanahoria que el capitalismo salvaje nos pone adelante, la promesa de que el “sacrificio” de hoy dará sus frutos en el futuro. Pero el derrame nunca llega, el futuro tampoco. Son muy grandes los bolsillos de los poderosos, las arcas que tendrían que derramar al final nunca se llenan.
No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que el tiempo pasa, la historia se repite y nosotros seguimos en el mismo lugar. O tal vez nos encontremos caminando en círculos. Pero existen instantes, intervalos en la vida que ordenan, que obligan a tomar una real dimensión de lo que acontece a nuestro alrededor.
Esos momentos son una “revelación”.
“Haciendo tic tac con los momentos que componen un día monótono. Desperdicias y consumes las horas de un modo desconsiderado. Dando vueltas en un pedazo de tierra en tu ciudad. Esperando por alguien o algo que te muestre el camino”
Pink Floyd
Corría el año 1994, el pueblo otra vez en lucha contra las políticas neoliberales. El 6 de julio, desde los cuatro puntos cardinales del país, convergían los manifestantes. Las protestas eran contra el ajuste económico, los despidos, la desocupación, el incremento de la pobreza. Un joven militante apoyado contra una palmera esperaba a los oradores.
Algunos le decían que había que irse del país, “esto no tiene más arreglo”. En la Plaza de Mayo desembocaba la Marcha Federal. Estallaban los bombos. Paro el 2 de agosto. “Irse del país, después de que muchos perdieron la vida por la democracia”, pensaba el joven mientras miraba el palco y escuchaba el canto “Cavallo no sabía/ La Quiaca es Argentina”.
Un estudio realizado por el Banco Mundial precisa que entre 1994 y 1998 en nuestro país, el número de pobres crecía en más de 4 millones. Al final del ‘98, había casi 12 millones de pobres (29 %) y 2,6 millones de indigentes (7 %). A fines de la década de los ‘90 el desempleo golpeaba al 14,26 por ciento de los argentinos.
El país había salido del estallido hiperinflacionario del gobierno de Alfonsín dejando un colapso en las finanzas públicas, un creciente endeudamiento y las reservas en niveles mínimos, para entrar a la década de la convertibilidad de Menem donde la sustitución de la producción local por las importaciones destruyó la industria y el empleo nacional, terminando así en la crisis del 2001.
“Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”
Mario Benedetti
Luego, parece que sale el sol. Néstor y los 5 años de crecimiento sostenido a un promedio superior al 8%. Desendeudamiento. Cristina crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Asignación Universal por Hijo, Argentina Trabaja. Tiembla el mundo por la crisis del 2008-2009 pero, a pesar de todo, Argentina continuaba creciendo.
Después se nubla, cuatro años de estancamiento. Errores propios. De nuevo en el gobierno un modelo neoliberal. Un salto temporal. Precisamente el 2 de septiembre de 2016 se movilizaban 5 columnas que partieron desde distintas regiones del país. Las causas de la protesta eran el ajuste económico, los despidos, la desocupación, la inflación y el incremento de la pobreza.
Otra Marcha Federal. La historia se repetía. La vida ponía a nuestro, no tan joven, militante otra vez en el mismo lugar, la Plaza de Mayo. Quizás un capricho del destino hizo que se apoye en la misma palmera para escuchar los discursos. Miles de personas, bombos y cantos. “hay que irse para España”, le dijo su compañera, “esto no cambia más”.
Un informe reciente de la Universidad Católica Argentina (UCA) indicó que hay más 13,2 millones de personas que sufren la pobreza (33,6%), mientras que un 6,1% se encuentran en la indigencia. El desempleo supero los dos dígitos y llegó al 10,1% en el primer trimestre de 2019, esto es 1.920.000 desocupados, sin contar la subocupación que está en el índice del 11,8%.
“Yo veo el futuro repetir el pasado. Veo un museo de grandes novedades. Y el tiempo no para, no para, no”
Bersuit Vergarabat
Esa foto de la plaza llena era casi idéntica a la de 22 años atrás. En realidad, las imágenes de las protestas son todas parecidas. En este caso se podía observar una sutil, casi imperceptible, diferencia: tomado de la mano derecha de nuestro protagonista se encontraba su hijo. Ese es el instante que marca a fuego la vida y te baja a la realidad.
Ahí sucedió la “Epifanía”.
En su cabeza empezaron a circular millones de recuerdos: tanto tiempo invertido, zapatillas gastadas, años de lucha, noches en vela, marchas, ollas, saliva, días lejos de los afectos, militancia. Tantos compañeros poniendo el cuerpo. La vida pasando. La idea de irse. La convicción de quedarse. El futuro que no llega. El legado que dejará. Veinte años no es nada.
En un paredón se lee: “Lo imposible solo tarda un poco más”. Esa frase trae alivio a nuestro casi abatido militante. Utopía, motor que mueve a los que buscan transformar el mundo. Más tranquilo con su conciencia, mira a su hijo y hace un intento por dejar de pensar, casi como si pretendiera parar el tiempo en ese instante. Pero no, el tiempo no para.
*Secretario Gremial de la Seccional Río de La Plata del Sindicato del Personal de Dragado y Balizamiento.