Diario de la FeMPINRA

El aislamiento social como contracultura

*Por Walter Castro

Toda nuestra historia, y nuestra cultura así lo indica,  está totalmente colmada de situaciones a las, que muy por
el contrario en vez de aislarnos, debimos cerrarnos como sociedad y combatir los distintos desafíos con los que
nos abofeteaba la realidad.  Este virus nos trajo como novedad y ecuación a resolver el del aislamiento social.

Muchos recitan a modo de enunciado: “El virus no discrimina”,  pero si lo hacen las sociedades y para
comprenderlo y verlo más claramente no miremos a Londres, Roma o Nueva York, sino a Buenos Aires,
Conurbano Bonaerense, Santa Fe o Córdoba, aquí “Distanciamiento Social” significa algo muy diferente de lo
que significa para Europeos o Estadounidenses.

Se trata menos del espacio físico entre las personas que del espacio social entre ricos y pobres, lo que significa que solo los privilegiados podrán mantener cualquier tipo de aislamiento social. Hoy más que nunca se ve, y llegamos a poder afirmarlo categóricamente, que las sociedades tanto Nacional como  Global están estructuradas con una desigualdad troncal que aseguran y acrecientan muchos más riesgos,  no solo por el Coronavirus.

Así podemos ver que en ARGENTINA hay más de 4.000 villas o barrios populares, que en su conjunto,  ocupan
una superficie más grande que Buenos Aires, donde habitan más de 3.000.000 de personas agrupadas en
800.000 familias,  como siempre para entender la magnitud de la estadística son útiles las comparativas y ahí
vemos que el número es superior a la cantidad de habitantes que se registra en la mayoría de cada una de las
provincias del país, solo equiparable a Córdoba o Santa Fe.

Villa Inflamable: 10.000 habitantes; Isla Maciel: 15.000; La 31:  54.000; La 21: 45.000; La Cava: 200.000.  En   tales Barrios ¿qué puede significar el “Aislamiento Social”? Las familias extendidas normalmente viven en casas de una o dos habitaciones. Las casas pueden estar limpias y bien mantenidas, pero muchas no tienen baños apropiados, electricidad o agua corriente. Las letrinas y los puntos de agua corriente son compartidos por miles, la precarización habitacional y las enfermedades varias acecharon esas barriadas mucho antes del Coronavirus.

Como contraste y común denominador vemos que normalmente estos barrios se encuentran junto a áreas
fabulosamente ricas, pero la cantidad de personas que, se estima que viven allí,  están aplastadas en la mayor
precariedad habitacional, al punto de que La Cava se gestó en lo que alguna vez fue un vertedero de basura.
Otro ingrediente que conllevan estos barrios es su constitución, muchos son migrantes de otras partes del país
y esta migración trae aparejada que al estar mezclada con externos a menudo son maltratados por la misma
razón “No son uno de nosotros”. Por lo tanto se les niegan derechos y dignidades básicas, todo esto debería
hacernos pensar más a fondo sobre lo que entendemos por “Comunidad”.

Pero la idea de una comunidad no es tan sencilla ni tan directa como podríamos imaginar. Cuando, según los
informes, Donald Trump ofrece miles de millones de dólares a una empresa alemana para crear una vacuna
que se utilizará exclusivamente para los estadounidenses, cuando Alemania bloquea la exportación de equipos
médicos a Italia, cuando Gran Bretaña a diferencia de Portugal, se niega a extender a los solicitantes de asilo
el derecho de acceso a los beneficios y atención medica durante la crisis del Coronavirus, eso si todos y cada
uno,  lo hacen en nombre de la protección de una “Comunidad” o nación en particular.

La retórica de la comunidad y la Nación puede convertirse en un medio no solo para descartar a los que se
considera que no pertenecen, sino también para oscurecer las divisiones internas, todo maquillado bajo un
fervoroso nacionalismo, pero cuidado porque este es un nacionalismo que excluye aún más.  En esta ecuación
entran los pobres  en Argentina y en muchos lugares similares a los descriptos.  No será simplemente el
Coronavirus sino también la voluntad de los ricos, tanto en países pobres como en las naciones más ricas de
ignorar las grandes desigualdades que nos matarán inexorablemente.

En el mundo en las últimas semanas  ha habido un reconocimiento bienvenido y tardío de la importancia de
los trabajadores con salarios bajos. Sin embargo,  en periodos por demás prolongados de nuestra historia  sus necesidades se sacrifican constantemente a las demandas de austeridad bajo diversas consignas,  hoy nos toca el “Estamos juntos en esto”.

Tenemos que tener cuidado con lo que sucede después de la pandemia, también de la retórica de la comunidad
y la nación desplegada para proteger los intereses de los grupos privilegiados. Debemos tener en cuenta que habrá un mundo en el que muchos insisten será más nacionalista y menos global. Podemos ver estas alertas por la forma en que los trabajadores tienen que trabajar desproporcionadamente para que una vez superada esta crisis sean flexibilizados, precarizados, explotados y hasta es muy probable que sean despedidos.

Humildemente desde este lugar no creo que de ninguna manera “TODOS” los sectores salgan “mejores” de
esta crisis, muy por el contrario, mientras el trabajador lo único que quiere es no contagiarse, ni llevar la
enfermedad a los suyos, el sector empresarial recorre incansablemente pasillos,  a través de sus también
incansables gestores, en busca de cuanta ayuda pueda darle el “ESTADO”.

Sí, vos, yo, nosotros, todos,  estamos obligados a sostener los andamiajes de maquinarias que nos esquilman, blanquean y fugan pero de invertir o capear a la  altura de las circunstancias un sopapo de estos, ni hablar.  Le piden ayuda a un Estado que desprecian y que hasta el 10 de diciembre pasado era mala palabra.  Hoy nos curan médicos que pagamos entre todos mientras ellos la fugan, nos traen a la patria pilotos a los, hasta no hace mucho se descalificaban, en aviones que pagamos una inmensa  mayoría que jamás podremos usar uno, mientras las aerolíneas privadas los dejaron tirados a su suerte; en los puertos Argentinos, en los que trabajan miles de compatriotas que se exponen y se arriesgan, la actividad no cesa para que  todos recibamos mercaderías esenciales.

Todos absolutamente todos debemos ser parte de ese gran Estado Nacional presente por el que todos los que creemos en una patria libre, justa y soberana,  la podamos ver  realizada sino nunca podremos subvertir el orden constituido como lo cantaba un devaluado Cordera en el “Tiempo no para..” “algunos días si,
otros no, estoy sobreviviendo sin un rasguño por la caridad de quien me detesta…”

 

 

*Secretario General del SANAM Mar del Plata.

 

20/04/2020

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