*Por Guadi Calvo
Como estaba previsto, el general egipcio, Abdel Fattah al-Sisi, se impuso en las presidenciales, realizadas entre el diez y el doce de este mes, por casi un noventa por ciento, un número algo menor, si se las compara con las victorias de 2014 y 2018, en las que se impuso por un número aproximado al noventa y siete por ciento, en esas dos oportunidades.
En esta oportunidad, los tres candidatos que pujaron contra el rais, por los votos de los 67 millones de egipcios en condiciones de votar, desde el mismo inicio de la campaña, había quedado claro, el poco nervio para forzar otro resultado, por lo que el anuncio oficial del pasado lunes de la Autoridad Electoral Nacional, (ANE).no sorprendió a nadie.
Quizás, quien más oportunidad habría tenido de disputar, de manera más pareja, era el ex diputado de izquierda, Ahmed Tantawi, del Partido Karama (Dignidad) quien, en octubre, abandonó la carrera presidencial, por las trabas y persecuciones contra él y partido. En los últimos meses, un centenar de seguidores de Tantawi, fueron encarcelados, mientras que él, junto a una veintena de sus colaboradores, deberán enfrentar un proceso judicial, acusados de distribuir documentos electorales sin autorización de las autoridades.
El presidente al-Sisi, quien asumirá el próximo primero de abril, gobernará hasta 2030, consiguió llegar a estas elecciones después de haber conseguido, en 2019, una modificación en la constitución, que no solo le permitió presentarse para a un tercer mandato, sino que también extendió el periodo presidencial de cuatro a seis años.
Por lo que de terminar este mandato al-Sisi que en la actualidad tiene 69 años, cumplirá catorce años consecutivos en el poder, y quién dice no pueda aspirar, con una nueva modificación, a un cuarto mandato. Con un origen más espurio, Hosni Mubarak, alcanzó a cumplir treinta años como jefe de estado (1981-2011).
Tras la victoria, al rais, le queda afrontar el complejo panorama económico que presenta el país, con una inflación del treinta por ciento mensual, mientras que en los últimos dos años la libra egipcia, se depreció, frente al dólar norteamericano, en alrededor de un cincuenta por ciento dólar. Gracias a los planes del FMI y la deuda externa de 165 mil millones de dólares, el cuarenta por ciento, de los 105 millones de egipcios, son pobres, generados por las altas tasas de desocupación, a lo que se le suma una grave escasez de productos básicos. (Ver: Egipto, el rais en su laberinto)
Aunque quizás, el reto más complejo que tenga que afrontar el presidente, y de manera inmediata serán, la consecuencia de la limpieza étnica, que el régimen nazi-sionista está perpetrando en Gaza, desde más de dos meses. Más allá de las muertes y la destrucción que ha generado, se espera que Netanyahu, obligue a los dos millones de palestinos, que, en una primera fase de la invasión terrorista judía, obligó a un millón cien mil gazatíes a abandonar el norte de la franja, rumbo al sur, y como ya estaba determinado, expulsarlos, a través del paso de Rafha, hacia el único lugar posible, de no ser el mar: la península del Sinaí en el norte de Egipto, y que allí se arreglen ellos y el gobierno egipcio.
Obviamente, el genocidio palestino, no ha estado ausente en la campaña presidencial, al punto que en su primer discurso tras la victoria al-Sisi dijo: “Los egipcios hicieron cola para votar, no solo para elegir a un presidente para el próximo mandato, sino para expresar su rechazo a esta guerra inhumana al mundo entero”.
Más allá de sus deseos de buena voluntad, al-Sisi, sabe que, a pesar de gobernar el país más poblado del mundo árabe, y que más allá de la crisis económica, su ejército sigue siendo el más poderoso de la región, obviando al israelí, saben que, sin el resto de las naciones árabes dispuestas a encarar una guerra de gran escala con el régimen nazi-sionista, apoyado política y militarmente por los Estados Unidos, es imposible un cambio de dirección de los planes israelíes respecto tanto a Gaza, como a Cisjordania, que consistente simplemente en el exterminio y/o la expulsión del pueblo palestino de los pocos espacios que todavía ha logrado sobrevivir.
En este contexto tan crítico para al-Sisi, en que deberá resolver, la cuestión económica y el holocausto palestino, se le sumaran, las consecuencias, de las operaciones de los Houthies yemeníes, contra diversas embarcaciones que intentan navegar por el estrecho de Bab el-Mandeb o la Puerta de las Lamentaciones, al mar Rojo rumbo a Suez o viceversa. Situación, que se encuentra al borde de general una nueva crisis mundial. Con el tránsito de unas cincuenta embarcaciones al día, que transportan esencialmente petróleo y gas a los mercados europeos, por unos tres mil millones de dólares, lo que representa una cifra cercana de alrededor del diez por ciento del comercio mundial.
Más allá de los efectos globales de una posible interrupción de esa vía, golpeará de lleno a la economía egipcia, ya que el cobro de peajes por el uso del Canal de Suez, según la entidad que lo administra, en el año fiscal, que finalizó en junio, se obtuvieron ingresos por unos nueve mil millones y medio de dólares.
La guerra interna
Más allá de los problemas económicos y diplomáticos que tendrá que resolver al-Sisi, en su próximo periodo presidencial, el rais, como ex Comandante en Jefe del Ejército y Presidente del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, tiene una cuenta pendiente que arrastra prácticamente desde su llegada a la presidencia en 2014: terminar con el terrorismo integrista de la Willat Sinaí, franquicia del Daesh.
Las constantes acciones terroristas, fue uno de los principales factores que propiciaron la crisis económica, ya que muchas de sus operaciones, apuntaron al turismo internacional, entonces la principal fuente de ingresos del país.
Intentando revertir esta situación es que el gobierno egipcio lanzó la Operación Sinaí 2018, en que al-Sisi, dispuso de todos los recursos militares del país para exterminar a esta khatiba, responsable de numerosos ataques dentro y fuera de la península, desde entonces si bien los ataques fuera de la península se detuvieron, la organización sigue muy activa al interior del Sinaí, por lo que el problema, sigue latente, con posibilidades de volver a golpear fuera de la península en cualquier momento. Para evitarlo, el ejército, se abocó principalmente en cortar las líneas de suministros de terroristas.
Desde que el Sinaí prácticamente fue copado por las fuerzas armadas egipcias, las comunicaciones han sido muy dificultosas y poca información o nada, ha roto el anillo de censura, establecido desde hace cinco años.
Se sabe que todavía, importantes dotaciones del ejército, combaten contra los bolsones de resistencia de la Willat Sinaí, que se han convertido en un fantasma muy difícil de localizar, que desaparece y surge periódicamente. Muchos de los muyahidines, son naturales de esa región, por lo que conocen las posibilidades que le brinda el terreno, para golpear y escapar, sin ser detectados.
Para contrarrestar esta desventaja, es que el ejército ha establecido una trabajosa alianza con una confederación de tribus locales, formadas por los clanes: Tarabin, Sawarka y Roumailat, que, en un principio, parecieron vender sus servicios para los dos bandos, por los que el mando militar se negó a darles armamento, aunque en los últimos años, las fuerzas federales han conseguido fidelizarlos, para que ellos terminen esos últimos focos. Fue entonces que surgieron grupos paramilitares como el Magmoat al-Nokhba (Grupo de Élite) o el Forsan al-Haitham (Los Caballeros de Haitham).
Se estima que desde el 2013, cuando los Hermanos Musulmanes, que sobrevivieron, a las matanzas del ejército en los días del golpe contra el presidente Mohamed Morsi, se refugiaron en la península, donde refundado el viejo Ansar Bait al-Maqdis (Seguidores de la Casa Sagrada), convirtiendo en la actual Willat Sinaí, (Provincia del Sinaí) murieron unas cinco mil personas y hubo cerca de quince mil heridos.
Las tribus, que colaboran con el ejército desde 2015, han sufrido las consecuencias de esa alianza por parte de la Willat, que en diferentes oportunidades atacó aldeas, programó asesinatos selectivos contra sus líderes, secuestros y ejecuciones de quienes estaban señalando como colaboracionista de los militares.
Esto obligó a la Unión de Tribus, a extremar sus esfuerzos en la lucha contra los terroristas, para lo que incluso convocaron a cientos de jóvenes pertenecientes a esos clanes, que vivían fuera del Sinaí, a volver a sus lugares para incorporarse a la fuerza, lo que estaría dando buenos resultados, consiguiendo desplazar a los muyahidines, de muchas aldeas que controlaban desde hace años. La retoma de las aldeas, también les posibilitó entender los métodos de lucha de los terroristas.
La mayoría de las poblaciones reconquistadas, contaba con un complejo sistema de trincheras unidas a túneles, con reservas de materiales básicos de subsistencia, mantas, alimentos y agua. Además de armamento, proyectiles e incluso pequeños talleres para reparar el armamento dañado. También, dadas sus condiciones naturales de bajas temperaturas, utilizaban los antiguos pozos beduinos para acopiar agua de lluvia, para mantener medicamentos y otros suministros sanitarios. Los campos aledaños a estos caseríos, aparecían regados de trampas con los clásicos Artefactos Explosivos Improvisados, (AEI) tan utilizados por este tipo de organizaciones.
Este panorama parece indicar una pronta victoria de al-Sisi, sobre el terrorismo, aunque sabemos, que nunca son totales y definitivas esas victorias.
*Escritor, Periodista, Analista Internacional: especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
22/12/2023