*Por Walter Castro
En 1983 Argentina – tras una larga, trágica y oscura noche, con una guerra en el Atlántico Sur contra el principal socio de la OTAN, con una Junta Militar derrotada a un muy alto costo, con miles y miles de militantes, trabajadores, estudiantes y dirigentes perseguidos, secuestrados, encarcelados, torturados y asesinados – recupera la tan ansiada DEMOCRACIA, con una verdadera pesada herencia.
Esa Junta, que se resiste a dejar el poder, logra colocar alfiles en enclaves importantes que hacen a la vida política del país. En ese contexto, cuando repasamos los nombre de antes y los comparamos con los de la actualidad encontramos rápidamente un elemento clave de como operan los agentes externos y ajenos a los intereses de la Patria.
Una vez en el gobierno, Ricardo Alfonsín, a quien hay que reconocerle los méritos de su compromiso democrático, nombra al frente de la Secretaria de Comercio al dirigente político, diplomático, fundador de la Coordinadora Nacional y del movimiento estudiantil, Franja Morada, Ricardo Campero.
En septiembre de 1984 mientras el gobierno mantenía negociaciones con el “mundo” a través de la OTAN para lograr la condena al acciona imperialista de Margaret Thatcher, en nuestro país se llevaba a cabo la 8ª Reunión de la Comisión Mixta de Intercambio entre Campero y su par soviético Alexei Manzhulo.
Las claves del encuentro se concentran en dos temas trascendentes. El primero de ellos tiene que ver con el reclamo de la entonces URSS de colocar mayores productos soviéticos en el mercado interno nacional para reducir el déficit comercial con Argentina. El segundo tema, que parecía de menor importancia, fue a la postre el puntapié inicial para llevar a la actividad pesquera y a la industria naval, a la actual situación.
Por entonces, la queja radicaba alrededor a la recurrente y cada vez mayor actividad de pesqueros soviéticos navegando por la Zona Económica Exclusiva Argentina (Z.E.E), lo que motivó un pedido de informes de parte del diputado Justicialista, Luis Casale meses después, más precisamente en marzo de 1985.
Para julio de 1986 nuestro país firma, con la Unión Soviética, un convenio pesquero que concedía a las naves soviéticas acceso a la Zona Económica Exclusiva del Mar Argentino y la posibilidad de que dichas embarcaciones recalaran une puertos argentinos. Un acuerdo similar al alcanzado con Bulgaria, por ejemplo.
Estos convenios provocaron graves consecuencias político estratégicas, como económicas para Argentina. Pero también despertó la reacción del Reino Unido que de inmediato hacia público su declaración de zona exclusiva de 200 millas al rededor de Malvinas. Por su parte, el Secretario de Estado norteamericano, George Schultz, emitía fuertes declaraciones criticando los convenios y advirtiedo que “todo país debe ser cuidadoso en sus relaciones con la URSS porque el objetivo principal de los rusos es político y su sistema de gobierno se contradice con el sistema de valores que representa la democracia argentina”.
Esas palabras constituyeron un llamado de atención para el gobierno alfonsinista. Por supuesto que, en ese momento, nadie le recordó a Schultz que su país tampoco representaba los valores que los argentinos supimos constituir. Menos se le recordaron que Estados Unidos intervino juntos a todas las Dictaduras del continente como parte interesada y como financiador de las mismas.
La cuestión tuvo fuerte repercusión interna desatando una intensa polémica entre el canciller Dante Caputo, Oscar Camilión ex canciller y el ex embajadora de Estados Unidos Anarldo Musich. El 13 de octubre intervino la CGT declarando un paro por catorce horas contra la firma de los convenios. Por su parte, Alfonsín y Gorbachov responden emitiendo un comunicado conjunto desde la Unión Soviética donde se condena la actitud del Reino Unido. La Corana, el 26 de octubre, ratifica su posición en Malvinas mandando una fuerza militar que duplicaba la ya existente en el archipiélago. El poder bélico de los sajones en la región se transforma, en ese enclave, en la mayor potencia bélica de la OTAN en el Cono Sur.
El mentado comunicado conjunto se se desvanece entre la condena conjunta por temas de la agenda global y regional, la mutua condena a toda intervención en Centroamérica, elogios a Contadora, el retiro de tropas israelíes de territorios ocupados, critica al Apartheid sudafricano, creación de un estado Palestino. En ningún momento se toca el tema de los convenios pesqueros, ni se hace referencia explícita a la soberanía Argentina sobre el territorio ocupado de Malvinas, la nada misma.
Toda esta cadena de errores puestas en papel fue la puerta abierta que encontró el gobierno de Carlos Menem, ya en la década de los ’90, para aprobar la libre importación de más de 170 buques, algunos obsoletos provenientes de la Unión Europea y entregar de manera obscena la plataforma con todos sus recursos, desregular la actividad portuaria y la estratégica industria naval, postergando a más de cuatro generaciones de trabajadores navales y forzándolos a reconversiones inexistentes.
Hoy vemos que los peligros geoestratégicos son casi los mismos. Observamos el avance de EE.UU, miramos a CHINA. Está claro que subsiste el afán colonialista y que no ha desaparecido la vocación imperialista por parte del Reino Unido. Con el BREXIT como excusa, estas variables se entrecruzan en lo que alguna vez fue el centro de poder de Europa.
Casualmente, una de las discusiones más fuertes que deberíamos tener, como Nación Soberana, es con España, entrada inexorable de nuestros recursos y actual bróker de Estados Unidos. Los españoles venden sus activos más preciados a los norteamericanos para favorecerlos en su guerra comercial frene a China.
En medio de este escenario se ha nombrado a Ricardo Alfonsín como embajador argentino en España. No podemos no pensar en cuanto nos ha costado, en el pasado, un error de estas características.
Lo que se pretendió acordar espasmódicamente y que significó que una docena de buques terminaran abandonados y derruidos en distintos puertos, terminó por ser el ancla de un sector estratégico, sobre todo, para un país como el nuestro con una basto litoral marítimo. Hoy, mientras pensamos y repensamos, se desaprovecha a compañeros valiosos con conocimiento en el tema de fondo. Por otro lado el Consejo Pesquero se reúne y sesiona sin representantes de la Provincia de Buenos Aires.
Tal es así que el senador que se empapó de nuestros temas ahora está en la UNESCO. En el lugar que necesitamos a alguien con ojo de águila y gusto a sangre en la boca, nombraron a un personaje que hasta hace dos meses nos despreciaba y nos bastardeaba en todo el prime time televisivo y radial.
Tal vez está bien que así sea para el campo político, pero nosotros no debemos confundirnos. Una cosas era obtener el peso de los votos para derrotar a Mauricio Macri. Hay que tener en claro que no somos lo mismo. No sea cosa que de tanto pensar estrategias terminemos trazando el peor de los paralelismos.
*Secretario General del Sindicato de la Actividad Naval de Mar del Plata.
10/02/2020